Wim Wenders y la trastienda de Perfect Days: “Lo importante es lo que hace el hombre. Y cómo lo hace”

En exclusiva, el gran cineasta alemán habla con ROLLING STONE sobre el rodaje en Tokio de su más reciente y elogiada película, nominada a los Premios Oscar

Por  BARTOLOMÉ ARMENTANO

febrero 28, 2024

MUNICH, GERMANY - JULY 2: (EDITORS NOTE: Image has been digitally retouched) Wim Wenders poses during a portrait session during the 35th Annual Munich Filmfest on July 2, 2018 in Munich, Germany. (Photo by Kurt Krieger/Corbis via Getty Images)

GETTY IMAGES

Wim Wenders es, ante todo, un viajero. Allí donde sus contemporáneos se ocuparon de una Alemania corroída por la posguerra, el director de Paris, Texas prefirió lanzarse a la ruta y explorar el significado del desplazamiento para los años setenta y ochenta. En la errancia, detectó la situación perfecta para la contemplación existencial, y descubrió que sólo en el vacío puede alguien observarse verdaderamente; que la diferencia entre moción y emoción es de apenas una letra.

En diálogo con ROLLING STONE, sin embargo, Wenders confiesa un cierto deseo de desacelerar. Su película más reciente, una producción japonesa titulada Perfect Days, es su ficción más celebrada en décadas, y él la está dignificando con un ciclo promocional incesante. Al momento de nuestra entrevista, cuando todavía faltaba un día para que se confirmara la nominación al Óscar a Película Internacional, Wenders decía entre risas: “Me honra saber que puedo estar nominado en representación del país de Yasujirō Ozu, pero mi vida sería mucho más sencilla si ya me dejaran volver a casa”.

Estrenada el 8 de febrero por MUBI y Maco Cine, Perfect Days sigue el día a día de Hirayama (Kōji Yakusho, Mejor Actor del último Festival de Cannes), un limpiador de baños que trabaja en Shibuya y encuentra, en la rutina y en el oficio bien realizado, una vía hacia la plenitud. El film pronto estará disponible en la plataforma MUBI.

“Todas mis películas nacen del espacio”, cuenta el cineasta germano por videollamada, desde alguna habitación de Los Ángeles. “La historia y los personajes nacen de lo que me sugiere una ciudad, y en general creo que la condición para que una película se torne universal es que sea específica en su anclaje a un lugar. En el caso de Perfect Days, la premisa nació de mis encuentros con Tokio y con una cultura cinematográfica de la que soy deudor: la de Ozu”.

A lo largo del tiempo, Wenders se ha expresado profusamente sobre el impacto que tuvo Ozu en su propia filmografía. Lo venera, principalmente, por su representación pura de la realidad; por su capacidad de construir imágenes que se bastan a sí mismas sin la necesidad de portar sentidos secretos o complicaciones psicologistas. En su libro Inventing Peace, describió su primera impresión al ver una película del autor japonés: “El ritmo de la pantalla se fusionó con el ritmo de mi atención y con el de mis latidos. La sencillez y la claridad hicieron que mis propios sentimientos pudiesen ser claros y sencillos”. Esa misma es la clave de lectura que propone Perfect Days: la del rendimiento a un flujo amable y también austero.

“En los últimos años, conocí a muchos jóvenes que pertenecían a una especie de club: el de quien puede vivir con menos. Si no podés empacar todo lo que tenés en una valija, básicamente no te dejan ser parte”, se explaya Wenders cuando ROLLING STONE le pregunta sobre la intención del proyecto. “Lo que estas personas compartían, además de su tranquilidad y su compostura, era su valor propio: sabían lo que querían de la vida y no estaban perdidos. Mucha gente no sabe quién es, y me di cuenta de que la sustracción es un concepto clave en la autodefinición. Cuando volví a Tokio y me expuse a la pulcritud japonesa, recordé la importancia de sustraer e inventé el personaje de Hariyama en base a esa idea”.

La génesis concreta de Perfect Days se remonta a principios de 2022, cuando Wenders recibió una propuesta de las autoridades de Shibuya. Ocurría que la Nippon Foundation se encontraba llevando adelante el Tokio Toilet Project, una iniciativa para modernizar la higiene pública del distrito, y necesitaban de un documentalista reconocido que fuese capaz de captar la belleza de los diecisiete baños de alta tecnología que se construyeron en la zona.

“No me sentí inspirado a filmar un documental sobre los arquitectos y sus creaciones, pero intuí que había algo mucho mayor detrás de estos baños. En lugar de filmar cuatro cortos, opté por contar una ficción que tenga como principal protagonista a un limpiador de baños. Si algo aprendí de mis propias películas, es que los lugares viven mucho mejor en las historias que en los documentales”. La contrapropuesta de Wenders implicó el riesgo de disuadir a los inversores, pero estos le retornaron un voto de fe. “Iba a ser mi primera película pospandémica y quería que fuese más que una serie de cortos documentales sobre baños”.

“Una película así, sin un gran actor, se hubiese caído a pedazos”, dice Wenders sobre Yakusho. (GENTILEZA MUBI)

Cuando avecina el período crepuscular de un artista, suele aflorar un deseo de sintetizar la propia obra y trascenderla; de condensar la identidad y abrevar su esencia. Wenders, que tiene 78 años, logró con Perfect Days uno de esos manifiestos superadores. Su ficción más reciente recupera el figurativismo como bandera estética, el desencuentro como núcleo de una poética y el errabundeo en tanto foco del relato y modo de producción. Tampoco faltan los guiños directos: Hirayama sonríe al cielo cada mañana, como si reconociera a los ángeles de Las alas del deseo; anima a un desconocido con juegos de sombras, a la manera de Vogler y Zischler en Kings of the Road; y hasta se cruza con una jovencita (Aoi Yamada) que, en su primera aparición, está arreglada cual Nastassja Kinski en versión nipona y centennial.

Donde Wenders ejerce una suerte de purificación es en el elemento constitutivo de su cine: el del viaje. El viaje wendersiano cobró una importancia mayúscula por el final del siglo XX porque supo redefinir la fábula rutera, en un momento en el que películas como Easy Rider (que exploraban la posibilidad de una vida por fuera del American way of life) se recordaban como utopías vetustas. Pero Perfect Days es una película deliberadamente quieta, construida sobre la repetición. En todo caso, si hay una road movie, es hacia el interior de su protagonista.

“Nos dimos cuenta de que el componente principal de la historia era la rutina”, dice Wenders. Esto, claro, supuso un gran desafío dramatúrgico: el de contar la monotonía sin incurrir en ella. A tal efecto, Wim delineó algunas fluctuaciones en el decurso de los días, habilitando unas subtramas mínimas y dejando traslucir un cierto trasfondo al personaje de Hirayama. “Es muy probable que haya vivido una vida distinta, y eso se deja entrever cuando aparece su hermana en un Lexus carísimo y no puede creer que su hermano viva en un barrio tan pobre. Ahí se sugiere que si está limpiando baños es porque tomó una decisión, que es la decisión de la sustracción: no depender de lo que se tiene sino de lo que uno es”.

“Todas las semanas, Hirayama saca fotos que revela en sus días libres. Cuando termina un rollo, compra otro. No compra diez. Esa reducción lo conduce a saber lo que hace y a entender que su felicidad yace en dedicar su atención completa a una sola cosa. El mundo digital nos ofrece una enormidad de opciones, y la cantidad nos desquicia. Yo mismo soy víctima de una abundancia de posibilidades. Hirayama es un gran maestro y nos enseña que menos es más. Si cada mañana elige un casete y no otro, está consagrando su lema del día”.

La colección de Hirayama no es cuantiosa, pero está muy bien curada: incluye discos de Patti Smith, Van Morrison y The Velvet Underground. “Lo que no quería hacer era imponer mi gusto musical en este hombre. Él es un japonés que fue joven en los setenta, y yo soy un alemán que fue joven en los sesenta. Mi coautor, Takuma Takasaki, me miró y me dijo: ‘Wim, ¿qué te pensás que escuchábamos nosotros en Tokio en los setenta? A los mismos Rolling Stones que vos. No te olvides de que Japón y Alemania tuvieron una historia muy similar con Estados Unidos. Ni de que el mejor recital que dio Ry Cooder en toda su carrera fue acá’. Tenía razón. En mi vida, vi dos veces a los Kinks, y ambas fueron en Tokio. Cuando recordé eso, empecé a sentirme libre y me convertí en el DJ del rodaje”.

Si la santidad que propone Perfect Days es la de un estado de presencia absoluta, valdría decir que la película comporta una fuerte espiritualidad budista. Wenders es protestante, pero lo que comparte con el budismo, a fin de cuentas, es una ética del ascetismo, que aplicó a la hora de definir la puesta en escena. “Podríamos haber filmado con equipos lujosos, un gimbal y un steadicam, pero preferimos aplicar la filosofía del protagonista a nuestra película y reducir la puesta a lo mínimo indispensable. Nuestro mínimo era mi director de Fotografía, Franz Lustig, con una cámara al hombro. Y nada más. Reducir el número de opciones nos dio la libertad de hacer lo que quisiéramos y así disfrutar del acto de filmar”.

Por su papel como el limpiador de baños públicos Hirayama, Kōji Yakusho obtuvo el premio al Mejor Actor en la última edición del festival de Cannes. (GENTILEZA MUBI)

Ante la situación de la narración controlada, Wenders siempre prefirió la ligereza de equipos y la maleabilidad de un guion abierto, justamente por la libertad que ofrecían. Paris, Texas, por ejemplo, se filmó sin libreto: la tinta fue el kilometraje, y eso habilitó la posibilidad de viajar y de rodar cronológicamente, moldeando la trama a gusto. Es un modelo de producción que, entrado el siglo XXI, dejó de ser financiable, pero que Wenders recuperó para Perfect Days. La filmación terminó completándose en dieciséis días, con unas pocas páginas de texto y una cámara Sony Venice cuya sensibilidad simplificó las puestas lumínicas.

“Una película así, sin un gran actor, se hubiese caído a pedazos”, reconoce Wenders. “Necesitaba a alguien que pudiera decirlo todo con sus ojos y que también fuera convincente a la hora de interpretar a un personaje que es feliz con poco. En manos menores, se hubiese generado un romanticismo horrible, y yo lo que quería era mostrar a este estilo de vida como una posibilidad realista. Me preguntaron a quién tenía en mente, e inmediatamente dije Kōji Yakusho. No se me ocurría un mejor actor en el planeta para este papel”.

“No hubo un solo segundo en el que Kōji no estuviese con Franz y conmigo. El último día, cuando terminó de grabar la escena con la canción de Nina Simone, me preguntó si era cierto que había contratado un tráiler para él. Lo llevamos hasta ahí, empezó a reír y me dijo: ‘En todas las películas que hice, debo haber pasado el 90% del tiempo encerrado en estas cosas. Con ustedes, estuve siempre en el set y nunca me sentí más feliz’. Todo esto, de vuelta, fue gracias a la sustracción. Las decisiones de verdad poco tienen que ver con qué tecnología y qué equipo usar. Lo verdaderamente importante es lo que hace el hombre y cómo lo hace”.

CONTENIDO RELACIONADO