¿Volvieron los 90 a los festivales? Dinosaur Jr., Los Planetas, Belle & Sebastian y la voz de Stereolab

El Tomavistas abrió la temporada de encuentros musicales al aire libre en España con un line up por demás noventoso

Por  ALEJANDRO LINGENTI

mayo 28, 2024

Belle & Sebastian en acción. FOTO: JAVIER ROSA

Arrancó la temporada de festivales en España. Días antes del inicio del Primavera Sound, hoy por hoy de dimensión extra large, en Barcelona, y los dos meses de las ya clásicas Noches del Botánico en Madrid (con una programación variada que incluye a Mitski, PJ Harvey, James Blake, Pixies, The Cult y Miranda!), el Tomavistas -cuya primera edición fue en 2014- se mudó este fin de semana a la Caja Mágica, el complejo donde se juega el Abierto de Madrid, que este año ganó el tenista ruso Andrey Rublev.

Los números principales del Tomavistas 2024 fueron un indicador claro de su target etáreo: Dinosaur Jr., Los Planetas, Jesus & Mary Chain, Belle and Sebastian, Phoenix… Una audiencia con varios festivales en su historial personal e incluso familias con niños disfrutando un ambiente más distendido, menos frenético y sin la agresiva polución de marketing de otros eventos de mayor magnitud.  

Pero la programación de esta edición no apeló únicamente a la nostalgia. También hubo espacio para bandas locales que dan sus primeros pasos como Adiós Amores, Bum Motion Club, Pipiolas y Alcalá Norte, grupo madrileño que viene pisando fuerte y entró a último momento en reemplazo de los ingleses Dry Cleaning, que cancelaron su visita por motivos de salud de uno de sus integrantes.  

Laetitia Sadier, ex Stereolab. FOTO: LIBERTO PEIRO

Los platos fuertes, eso sí, fueron los veteranos. En ese rango puede ubicarse a Laetitia Sadier, colocada en el horario de apertura de la segunda jornada posiblemente para convocar público desde temprano. La francesa, pilar de una banda fundamental de los 90 como Stereolab, presentó temas de su nuevo disco, Rooting for Love, un mosaico de jazz, psicodelia y bossa futurista de tintes refinados que embrujó al pequeño grupo de valientes que se animó a soportar el sol abrasador que dominaba el panorama.

Con Dinosaur Jr., en cambio, las cosas no arrancaron del todo bien en términos sonoros, pero una vez acomodados los melones, la carreta eléctrica fue imparable: la banda de Amherst, Massachusetts siempre fue un prodigio de emoción intensa construida en base a potencia y melancolía. Hay algo que está muy claro: antes de quedarte sordo por el volumen con el que trabajan, serás feliz por las hermosas canciones que sobreviven debajo de un infernal magma ruidista. Si faltaba algo para conquistar el corazón de todos, la inclusión de una singular versión de Just Like Heaven, de The Cure, terminó con las dudas: el indie americano también tiene sus clásicos.     

Dinosaur Jr. y su ruidismo infernal. FOTO: JAVIER ROSA

En esa primera jornada lo más potente fue sin dudas el show de Los Planetas, especial por varias razones: la banda de Granada celebró los treinta años de Súper 8 (1994), su primer LP, de la mano de sus dos integrantes más estables, J y Florent, ante una multitud española que creció encandilada por esas grandes canciones cargadas de distorsión y psicodelia, narcóticas de principio a fin. Fue un concierto teñido de nostalgia y emociones largamente maduradas, pero también la confirmación de que Los Planetas (o lo que queda de ellos, sobre todo después de una breve polémica mediática disparada por el baterista Eric Jiménez por no haber sido convocado a la fiesta) siguen en forma. La celebración coincidió temporalmente con el edición de un libro sobre Súper 8 (De viaje por Los Planetas – Una nueva dimensión, de Alfonso Méndez) y de una película (Segundo premio, un liviana ficción biográfica dirigida por Isaki Lacuesta, de la que J ya se despegó más de una vez, incluyendo algunas ironías en el Tomavistas). 

Los Planetas celebraron 30 años de su primer álbum. FOTO: ADRIÁN YR

En la segunda jornada, los protagonistas también fueron bandas con muchos pergaminos. Belle and Sebastian puso de buen humor al gran público que acompañó su show planteando desde el principio las coordenadas de su ya conocida propuesta a través de la emblemática “Another Sunny Day”: efectivamente, el día estaba soleado y el pop de cámara elegante y cándido cuadraba de mil maravillas con un auditorio familiar (niños incluidos, claro). Stuart Murdoch subió algo de peso, perdió un poco de pelo pero ninguna de sus mañas y se ganó el corazón de la gente bajando del escenario para mezclarse con los fans, hizo gala de sus dotes de equilibrista mientras cantaba avanzando a tientas por las vallas la canción que le dedicó a su mujer, “Piazza, New York Catcher”, y saltó a la par de los que, con invitación previa, subieron a las tablas para bailar con otro must del vasto repertorio de la banda, “The Boy With The Arab Strap”.    

Los hermanos Reid al frente del eterno The Jesus & The Mary Chain. FOTO: JAVIER ROSA

Como si la programación estuviera pensada para mostrar una contracara escocesa, al rato subieron al mismo escenario Jesus & Mary Chain y el contexto cambió por completo: todo se volvió más oscuro y retorcido, pero eso era justamente lo que sus fieles iban a buscar. La banda sigue teniendo la solidez de una roca, no hay dudas. Y además fue buena idea equilibrar la lista cruzando algunas de su flamante disco Glasgow Eyes (2024) con piezas inoxidables de noise pop como “Just Like Hone”, “Happy When It Rains” y “Reverence” mientras en la pantalla gigante ubicada al fondo del escenario circulaban a toda velocidad imágenes que decían más que mil palabras: además de sus gloriosas canciones y el ruido que las atraviesa, los hermanos Jim y William Reid trabajaron siempre en aras de un concepto. 

El cierre del festival con Phoenix fue a baile sin fin. FOTO: ADRIÁN YR

Más cerca de la medianoche, con un público dispuesto a transformar la enorme explanada de la Caja Mágica en una gigantesca dance floor, Phoenix volvió a proponer como paradigma a la fiesta energética y luminosa con un set bailable de principio a fin y una puesta en escena digna de un buen headliner, una categoría que la banda francesa ostentaba una década atrás y que el Tomavistas, conservando su espíritu retro, recuperó para la ocasión.    

Para los veteranos de este festival, el cambio de sede fue una apuesta riesgosa: muchos añoraban el parque Enrique Tierno Galván, mucho más cercano al centro de la ciudad y con más verde y menos cemento que las explanadas donde se llevó a cabo esta edición. Pero el Ayuntamiento de Madrid extendió el horario de una línea del Metro hasta las 3 y media de la mañana para facilitar la desconcentración de las 25.000 personas que asistieron en las dos jornadas del festival que abrió la temporada de festivales en España.