Todo debería sonar siniestro: memorias de un post-punk corrosivo y sin filtro

Un nuevo libro revela, sin romanticismo, la historia de Los Corrosivos, esquivos y ruidosos íconos del post-punk bonaerense de los 80

Por  Daniel Flores

septiembre 28, 2023

Foto: Gentileza Fellini

Los Corrosivos fueron una banda definible como post-punk, oriunda del conurbano sur bonaerense y activa durante la segunda mitad de los 80. Atravesaron múltiples cambios de personal, pero siempre con una formación de bajo, batería, guitarras y voz. Fellini, su cantante, letrista y mentor conceptual, acaba de publicar Los Corrosivos 1984-1989 (ed. Piloto de Tormenta), con el ampuloso subtítulo de “Los cinco años que cambiaron la historia”, aunque también con esta aclaración: “(la nuestra al menos)”, el libro en el que cuenta la historia de su único grupo, o al menos lo que recuerda en primera persona de aquella aislada aventura musical.

¿Por qué son importantes Los Corrosivos? Y, más aún, ¿por qué alguien querría leer acerca de los pormenores de su origen, las idas y vueltas en el reclutamiento de sus integrantes, los entretelones de aquellos ensayos en algún galpón totalmente inadecuado o las crisis adolescentes de sus músicos?

Una de las varias respuestas a tales preguntas podría ser el actual auge del llamado post-punk, que, cuarenta años más tarde, parece ser la última tendencia a la vanguardia rockera. Casi ignotos a su hora, olvidados durante décadas, Los Corrosivos de pronto adquieren una nueva dimensión, no porque los cubra una inesperada ola de reconocimiento, sino porque cierta facción del rock parece estar reivindicando algunos de sus viejos valores: la experimentación sin ceder energía, la afinidad con el punk, pero desde una actitud de búsqueda superadora. En otras palabras, el manifiesto de Los Corrosivos, tal como Fellini lo vuelve a recitar en su libro: “Todo debía sonar siniestro y marchoso (…) Nadie podía tocar solos ni de batería ni de bajo y mucho menos de guitarra (…) Antes que digitar, mejor acoplar (….) No tocar lo que el público espera (…). El mejor aplauso es el silencio abrumador después de terminar cada tema”.

Inspirados por Joy Division, Killing Joke e incluso Einstürzende Neubauten, Los Corrosivos supieron hacer ruido en “festi-punks” más o menos míticos y en el Centro Parakultural (aquel sótano céntrico porteño, refugio de teatro under y rock aún más alternativo en los 80). Pero quizás su mayor claim to fame haya sido grabar para Catálogo Incierto, el sello de Daniel Melero (y también de Christian Rosas, para ser justos), su desafiante casete Estudios de casos (que el sello Calar está por reeditar en vinilo). Muchos otros grupos pre, post o simplemente punk de los 80 no dejaron registro sonoro de su paso por la tierra. Los Corrosivos sí lo hicieron. Pero a diferencia de colegas contemporáneos como Los Pillos, El Corte y Don Cornelio y la Zona, que lograron lanzar vinilos a través de sellos “importantes”, la inconseguible cinta de Catálogo Incierto incrementó aún más el sesgo de Los Corrosivos como leyenda urbana. 

Fellini escribe más de doscientas páginas sobre hechos a los que la historia (mainstream) del rock argentino prácticamente no les ha reservado una nota al pie. Y su narración es efectivamente corrosiva. El autor no es un romántico y su libro es cualquier cosa menos un ejercicio nostálgico para revivir aquellos buenos tiempos de sueños e ideales juveniles bajo el cálido sol de la primavera alfonsinista. Para nada. De esos años, el autor recuerda más bien el clima enrarecido por la mano de obra desocupada de la dictadura, los levantamientos militares y la debacle económica. Y como la música de su única banda, sus memorias son intensas y sin buenos modales, por momentos oscuras y duramente sarcásticas. A uno de sus excompañeros, Fellini lo describe como “un subnormal acomplejado que no ostentaba ningún talento”, y a la mayoría de los conciertos los evoca como errores, noches accidentadas o directamente patéticas, entre un aislado puñado de excepciones dignas.

Pero Los Corrosivos no es un libro exclusivamente sobre Los Corrosivos. En sus páginas aparecen, y no sólo como contexto sino incluso en primer plano, otros fenómenos de época como las visitas de artistas como The Cure y Siouxsie and the Banshees a Buenos Aires, la inauguración del Parakultural y el nacimiento de la Organización Negra, grupo teatral que derivaría en De la Guarda y Fuerza Bruta.

Autocríticas –incluso autoflagelación– al margen, es evidente que Fellini tiene, a pesar de todo, una consideración alta por la obra que construyó su banda y, muy en particular, por su propio rol a tal efecto. No carece de argumentos ni de suficiente ego para ese justo autoreconocimiento. Los méritos de Los Corrosivos son aún más evidentes hoy, en pleno (tardío) auge del post-punk. Y este libro, llamativamente bien narrado, podría verse como un trabajo aún más sólido que aquella fugaz intromisión corrosiva en la historia del rock nacional.

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