Cuando empezaste a trabajar con Serú Girán, en el rock argentino no se le daba importancia a la escenografía…
Para nada. Ni teníamos la costumbre, ni había plata… Todo surgió porque Charly tenía ganas de unir un poco la estética, lo visual y la moda con el rock.
¿Cómo fue la presentación de Bicicleta en Obras, en 1980?
Fue muy fuerte. Yo hice también el afiche, la ropa de los músicos, participé en todo el tema de lo que era la puesta en escena. Sin un peso. Tuvimos que conseguir bicicletas de conocidos, pintarlas de blanco y colgarlas de fondo. Y para otro show, también en Obras, hice una fronda arriba del escenario. Rescaté del Jardín Botánico la poda de los árboles y llevé todo para el estadio. Era como un pedazo de naturaleza arriba de los músicos.
Además de colaborar con él, fuiste celestina de Charly con Zoca Pederneiras…
Absolutamente, yo viajé a Belo Horizonte con Oscar Araiz para trabajar en María, María, una obra de la compañía de danza contemporánea Grupo Corpo. Fuimos a presentarla en el Teatro Alvear. Yo lo invité a Charly a ver el espectáculo y él se enganchó con Zoca. Después, él viajó a Brasil, los padres de Zoca tenían siete hijos y eran grandes anfitriones. De hecho, cuando fui para allá con Jean François [Casanovas], Charly también estaba ahí en ese momento.
En el primer concierto de Charly en Ferro, en 1982, simulaste un bombardeo… ¿Cómo fue eso?
El disparador fue Charly, que dijo que quería hacer volar todo. Entonces lo llamé a Juan Lepes, que era muy amigo mío, para inventar una escenografía que se pudiera hacer volar por el aire. Fue un delirio total, nadie sabía qué es lo que iba a pasar… Ese día llovió y [el baterista] Willy Iturri casi se muere de un síncope cardíaco, porque atrás de él se rompió una pared. Es que no podíamos ensayar… Esto era tracción a sangre y experimentación. Salió y fue memorable. Por suerte quedó grabado, porque tampoco teníamos costumbre de registrar tanto las cosas.
Antes de conocer a Charly te habías hecho amiga de Vinicius de Moraes, y a través suyo conociste a algunos de los músicos más importantes del Brasil. ¿Cómo te marcó esa experiencia?
Era maravilloso conocer toda esa gente que yo admiraba. Vinicius era muy generoso con los artistas para traerlos a la Argentina. Por ejemplo, recuerdo una comida donde estaba Ney Matogrosso. ¡Ney me voló la cabeza! Pero también haber conocido a Caetano, a Chico [Buarque], a Gal Costa…
En tu reciente muestra en el Centro Cultural Recoleta, Al rojo vivo, revisitás la portada de Música del alma (1980), tu primera tapa para García…
Siempre fue muy icónica. Pero todo eso se reavivó cuando conecté con Cumby Giraudi, un serigrafísta fan total de Charly. Y él siempre me proponía hacer algo con esa tapa. En realidad es una deconstrucción de la tapa, con los pequeños munditos que aparecen dentro de cada uno de los personajes. Eso lo fuimos haciendo individualmente. Fue muy entretenido.
También hay esculturas 3D que generan una sensación inquietante…
Sí, y eso está muy apoyado por la música, que la hizo mi hijo Damián Laplace. Siempre tenemos un feeling muy bueno para entender qué es lo que la muestra precisa. La música siempre es importante, es raro que haga algo en silencio.
Y aparecen Spinetta y Federico Moura, ¿qué recordás de tu trabajo con ellos en los 80?
Era muy excitante, porque cuando hacés las cosas con más gente, es todo mucho más gratificante y más completo. Trabajaba con ellos pero también con Jean François, con Oscar Araiz, siempre quería mezclar las cosas, porque así se potencia mucho más.
Después de muchos años volvés a colaborar con Charly. ¿Vas a hacer el arte de La lógica del escorpión?
Volver a conectar con Charly siempre es una alegría. Lo quiero mucho y siempre lo admiré. Me emociona porque recorrimos un camino juntos importante. Como siempre, él me tira una idea y yo empiezo a buscar. El tema es que a mí me dan terror los escorpiones. Pero igual empecé a buscar grabados antiguos para transformarlos. Finalmente llegamos a uno que le gustó, pero todavía está en proceso.
¿Y cómo está?
Todavía está grabando. Está bien, está contento porque lo único que realmente lo hace feliz es la música. No hay ninguna otra cosa que a Charly lo haga más feliz: ni comer, ni el dinero, ni nada.