Mötley Crüe paseó por Buenos Aires su Parque de diversiones temático de “sexo, drogas y rock and roll”

A quince años de su última visita, la banda confirmó la fidelidad de un público que le perdona cualquier tipo de pecado, sea sonoro, ético o estético

Por  SEBASTIÁN CHAVES

marzo 10, 2023

FOTOS: SEGISMUNDO TRIVERO (@sege_trivero)

Foto: Segismundo Trivero

“Quiero ver tetas. Quiero ver tetas argentinas”. Las pantallas a los costados del escenario mostraron a una, dos, tres chicas que no accedieron al pedido de Tommy Lee, hasta que una sí y otra también. Aplausos y gritos del público, celebración del baterista de Mötley Crüe y listo, el paso de una comedia que envejeció mal tuvo su remate. La tercera visita a la Argentina de los liderados por Vince Neil, esta vez en Parque Sarmiento, tuvo toda la carga libidinal del grupo que supo hacer del lema “sexo, drogas y rock and roll” su ética, épica y estética.

El Requiem en Re Menor de Mozart (una rareza para una banda que nunca tuvo a la muerte entre sus tópicos, salvo por las mil maneras de desafiarla fuera del escenario) dio pie a un show que tuvo a “Wild side” y “Shout at The Devil” como uno-dos iniciales. Los desajustes de sonido, entre las pistas y la mezcla, tardaron en acomodarse y fue recién para “Looks That Kill” y “The Dirt” que la banda sonó en su totalidad, aunque con un Vince Neil que pareció a media máquina toda la noche en Parque Sarmiento. Justo ahí, en el momento de mayor consistencia sonora, el alto en el show fue para que John 5 (reemplazo de Mick Mars en vivo desde el año pasado) tuviera su solo de guitarra y Nikki Sixx hablara con el público. Cuando una joven fan pidió subir al escenario y abrazó al bajista, este, consciente de que su gusto por Mötley Crüe podría tener algo de hereditario le dijo: “¿Querés mandarle un saludo a tu mamá?”.

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La banda retomó para la recta final con un medley que incluyó pasajes de “Helter Skelter”, “Blitzkrieg Bop”, y “Anarchy In The UK”. Las dos coristas (más strippers que coristas) se paseaban y bailaban por el escenario, las muñecas inflables ocuparon otra parte de una de las canciones más esperadas de una banda cuya vida y obra se centró en el objetivo de cómo conseguir chicas y repetir su pulsión hasta el hartazgo: “Girls, Girls, Girls”. Mötley Crüe fue, es y será la condensación de un estereotipo de banda que dominó los 80 y que le dio al rock pesado su pata de entretenimiento.

“Primal Scream” y “Kickstart My Heart” pusieron fin a una noche en la que el calor y la tierra tuvieron menos romanticismo que aquella lluvia torrencial de 2008. Los 15 años entre un show y otro también se notaron en los desajustes del grupo y su contundencia performática, aunque no fueron suficientes para perder la comunión con un público fiel. Entre la sonrisa sostenida de Nikki Sixx y la mirada extraviada de Vince Neil parece resumirse la fiesta con dejo de nostalgia que es Mötley Crüe y el paso del tiempo constatado en el escenario. Mientras sigan girando, quedará en claro que a ese hard rock de pelos batidos, maquillaje, bandanas, cueros y pectorales nadie lo hace como ellos. 

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Antes de Mötley Crüe, el show de Def Leppard sí tuvo una cuota de nostalgia explícita. Tanto en el sonido del grupo, sin actualizaciones mediante y fechado en los 80, como en los aires autocelebratorios de una banda que resistió tantas cosas como una banda puede resistir. El plano al brazo derecho extendido de Rick Allen sosteniendo los palillos al final del set sirven como resumen de historia. El baterista sufrió la amputación de su brazo izquierdo y el regreso, luego de encontrar la forma de seguir tocando con una batería híbrida, fue con Hysteria (1987), un disco megataquillero con siete cortes de difusión y clave en la historia del hard rock.

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Diecisiete canciones dieron forma a la presentación de la banda inglesa con sonido americano, en un show que por momentos perdió contundencia y planteó la duda de si menos cantidad de canciones hubiesen jugado en favor del grupo. Pero si el show de Mötley Crüe estuvo signado por los desajustes, el de Def Leppard lo estuvo por la precisión y la justeza. Todo sonó en su lugar, excepto en la versión acústica de “When Love And Hate Collide”.  El cierre preanunciado con “Pour Some Sugar On Me” dio pie a una seguidilla de hits que continuó con “Rock of Ages” y “Photograph”. Sobre las pantallas, una pila de polaroids mostraban los años dorados de un grupo que ya celebra su historia sin una pizca de histeria.

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