Minerva Casero, la actriz revelación que actúa por instinto: “El cuerpo tiene mucha memoria”

La protagonista de Iosi, el espía arrepentido, que acaba de estrenar segunda temporada, habla del oficio y de sus primeros pasos en la música

Por  JUANA GIAIMO

octubre 27, 2023

Valeria Martins

Tiene 24 años y casi diez de carrera como actriz. Incluso más del doble si contamos que, cuando sólo tenía 3 años, tenía un pequeño espacio en la obra de su papá, Alfredo Casero, en la que actuaba de un pollito mojado. En 2020, a Minerva Casero le llegó el guion de la serie Iosi, el espía arrepentido y pensó: “Esto es increíble, es el mejor guion que leí en mi vida”. Como todos ese año, estaba atravesando la pandemia de Covid-19 aislada, y tuvo que hacer el casting de forma virtual. Con las pocas herramientas que tenía en su casa, arregló las luces, un poco de la escenografía e hizo el self-tape para representar a Dafne Menajem, un personaje intrincado, complejo y absorbente, por el que ganaría el Premio Cóndor de Plata como Revelación Femenina en 2022.

A Minerva se la nota orgullosa y agradecida de ser parte de Iosi, se da cuenta de que fue una oportunidad única. “Fue un trabajo muy fino”, dice sobre la preparación de Dafne, que tiene momentos de caprichos irracionales, pero que también muestra heridas profundas. “El personaje es casi una caricatura en un montón de aspectos, pero en un punto no. Si me corro medio paso para la derecha, lo convierto en algo caricaturesco y exagerado y, si lo corro un pasito para la izquierda, me falta. Entonces trabajé mucho esa sutileza”.

La serie, inspirada en una historia real, creada por Daniel Burman y codirigida con Sebastián Borensztein, estrena su segunda temporada este viernes 27 de octubre por Amazon Prime. La primera temporada está situada en los años 80, en democracia, y tiene como protagonista a Iosi Pérez (Gustavo Bassani), un espía de los servicios de inteligencia argentinos. Su misión es infiltrarse en la comunidad judía con el fin de recolectar información sobre el Plan Andinia, una conspiración antisemita que creía que la comunidad judía quería establecer un Estado en la patagonia. Esta conspiración estaría conectada a los ataques terroristas contra la embajada de Israel en 1992 y contra la Amia en 1994, lo que lleva a que décadas después Iosi se arrepienta de su pasado.  

Dafne Menajem, la “princesita”, es la hija del empresario ultrapoderoso Saúl Menajem (Alejandro Awada), lo que la convierte en el blanco perfecto de Iosi, que rápidamente se propone conquistarla. En medio del contexto cínico y retorcido que la rodea, Dafne parece la más humana. “Mucha gente se me acercó a decirme que estaba loca, pero yo les decía que la volvieron loca”, dice Minerva. “Hay escenas en donde, por ejemplo, están comiendo y ella es invisible. Ella estalla, entonces es la loca, pero en realidad Iosi le está limando la cabeza. Ella no reacciona bien y también le pide a alguien algo que esa persona no puede darle, que es un poco un aprendizaje de la vida. En general uno pide cosas que son difíciles de dar, por eso las pide”. 

Minerva Casero: “Hay algo para mí de actuar que es muy físico”. (Foto: Valeria Martins)

Minerva parece disfrutar analizar y poner en palabras la estructura mental de Dafne. Cuenta que se preparó con mucha charla de por medio con los directores, pero lo que logró que ella sintiera el personaje fue teñirse de colorado. “Fue transformador porque de repente tenía un color rojo fuego en el pelo y eso ya te posiciona distinto, ya tenés otro semblante”, dice. Otro rasgo físico del personaje es su maquillaje (a cargo de Alberto Moccia) colorido e impactante. Fue Minerva la que sugirió que, en vez de sacárselo para los momentos en los que peor está psicológicamente, ocurra lo contrario, que las sombras de los ojos se exageren todavía más de forma desopilante para reflejar que está fuera de sí. 

“Hay algo para mí de actuar que es muy físico. El cuerpo tiene mucha memoria, como se dice habitualmente”, apunta y cuenta que para la filmación de la segunda temporada ya tenía al personaje incorporado. “De repente, me ponía la ropa y ya sabía qué hacer, cómo ponerme, cómo hablar, uno lo recuerda físicamente. Uno intelectualiza o genera estos conceptos, charla, diserta mucho, hace mucho trabajo de mesa y, después, cuando lo pasa al cuerpo y lo empieza a decir, decir y decir, el cuerpo ya lo toma”.

Tiene sentido que Minerva tenga esa percepción de la actuación, ya que para ella empezar a actuar surgió de forma instintiva, de muy adentro. “Mi juego de todos los días era imitar a mis compañeros del jardín”, dice. “Mi mamá siempre cuenta que imitaba tanto a mis compañeros que, por ejemplo, había uno que seseaba y yo volvía hablando así. Y me lo querían sacar y yo decía: ‘¡No!’”.

Minerva también reconoce que la influenció haber crecido en una casa de artistas: no sólo su padre es el humorista, actor y músico Alfredo Casero, sino que su madre, Marisa Rogel, es artista plástica y su hermano, Nazareno Casero, también se dedicó a la actuación.

A los 14 años, la mamá la sentó y le dijo: “Mirá, si vos querés hacer esto verdaderamente, la gente estudia”. Cuando su mamá le planteó ir a clases grupales, Minerva se puso nerviosa ya que, en esos años, no se sentía cómoda con chicos de su edad. “Al principio estaba muy reacia, me costó siempre muchísimo lo social en la niñez, me costaba la interacción con niños de mi edad, lo sufría, no entendía los códigos”, dice. Ante la insistencia de su mamá, decidió enfrentarlo y empezó las clases con Nora Moseinco. El primer día fue mentalizada a no hacer amigos, ella sólo iría a aprender a actuar. Se creó todo un discurso mental que, en el fondo, escondía el miedo que le daban las interacciones sociales. En un momento de la clase, se propuso un ejercicio y, cuando preguntaron “¿Quién quiere pasar?”, Minerva levantó la mano instintivamente, porque, a pesar de todo, era también una chica extrovertida y ella quería actuar. “Me acuerdo de que actué de una vieja, era mucha improvisación y, cuando terminó la clase, se me acercaron un montón de amiguitos y me dijeron ‘che, está increíble, actuás rebien’. Yo me emocioné un montón y después me seguí relacionando con mucha de esa gente, incluso fui novia de un chico que conocí ahí en ese momento”. 

Pero no pudo tomar clases por mucho tiempo, sólo un año y medio. Su primer casting fue para Esperanza mía (2015, Canal 13), en el que quedó y así empezó a trabajar. En esos años, participó también en otras telenovelas de la televisión abierta, como Simona (2018, Canal 13) y Argentina, tierra de amor y venganza (2019, Canal 13) y, en 2022, fue una de las protagonistas de la serie Último primer día (Flow). 

“Este último año fue casi una crisis”, dice reflexionando sobre su década de carrera. Se da cuenta de que está en un momento bisagra, donde lo viejo está muriendo y surge algo nuevo. De este tiempo como actriz, lo que más rescata como aprendizaje es “la cancha que uno gana haciendo tantas veces las mismas cosas”. Mientras que esto podría resultar en tedio para otras personas, a ella le ocurre lo contrario. “Me emociona ver actores grandes y músicos grandes, Meryl Streep me emociona”, dice. “Me emociona gente que quizás tiene 50 años de actuar, y ver, sin que hagan nada, el nivel de cancha que ganaron en la vida por hacerlo mil quinientas millones de veces”. Y, aunque reconoce que todavía le queda mucho por aprender y recorrer a su corta edad, siente que esta experiencia hace que hoy se pare con más solidez y pueda elegir estratégicamente los proyectos en los que participa.

“Cuando uno ya lleva mucho tiempo haciendo algo, hay sensaciones, sentimientos, cuestionamientos, cambios internos”, dice. “Uno va cambiando también los nortes”. Y hoy parece que la música es un norte que ya no puede demorar más. Hace cinco años empezó a hacer música, sin ninguna herramienta. Con el tiempo, fue aprendiendo y hoy siente que puede expresarse mejor a través de la música. Próximamente va a sacar algo, pero todavía no adelanta mucho al respecto, excepto que está trabajando con una productora mujer (y aclara que casi todo su equipo es también femenino). Su canción “Sireno”, de 2019, muestra su interés por experimentar: los sintetizadores cambian de velocidad, su voz pasa de melodías angelicales y anhelantes a susurros hablados y, por momentos, se escucha el sonido del mar. 

“Realmente estoy apostando muchísimo al proyecto musical”, dice, “pero desde un lugar en donde lo que tengo para mostrar es algo muy íntimo”. Para ella, actuar se trata de conectarse y empatizar con una historia que no es suya. Hacer canciones, en cambio, es ser parte de cada detalle del proyecto: desde la melodía hasta la estética. “A mí me pasa con la actuación que me divierte mucho, uno está expuesto a cosas que no hace en la vida cotidiana”, dice. “Quizás no tengo un Mercedes descapotable y mi personaje sí. Te permite ponerte en la piel de un montón de vidas distintas y eso tiene algo reinteresante desde el punto de vista empático”.

Además, cuando actúa, está contando la historia de otra persona y no se refiere sólo al personaje, sino también a los directores y escritores de ese proyecto. “No es lo mismo ser intérprete que ser autor de algo”, concluye. “Y, bueno, la música me dará eso. Digo ‘me dará’ porque estoy decidida a que ese sea un paso hacia delante”.

Fotografía: Valeria Martins

Make up: Shuli Juarez

Estilismo y dirección creativa: Cnavar

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