LUZU TV en el Luna Park: el sueño hecho realidad del streaming

El sábado, Nico Occhiato y compañía llevaron su exitoso programa Nadie dice nada al mítico estadio porteño

Por  GONZALO BUSTOS

agosto 15, 2023

Nico Ochiatto condujo una emisión especial de 'Nadie dice nada' en el Luna Park

Foto: JUANA LANTARON

En la pantalla gigante se anuncia un flashback. Es año 2000. Hay un niño de unos 9, 10 años, en la puerta de una casa junto a su padre. Tocan el timbre y mientras esperan que les abran, el niño —que se llama Nicolás— le dice que cuando sea grande quiere ser conocido, entretener a la gente, ser famoso. El padre desactiva esa idea en un par de frases. En el siguiente plano Nico está en la habitación de esa casa, con sus tres amigos: Nacho, Flor y Momi. A las 11:11 de la noche, juntan sus cabezas y piden con todas sus fuerzas por sus deseos. Quieren cantar, tocar instrumentos, bailar, hacer reír. Entretener. Se supone que en esa hora espejo los sueños se cumplen, pero pasa un minuto y todo sigue igual. Entonces, mejor, seguir el pijama party jugando a la radio.

Corte y explota una secuencia de videos. El primero es una transmisión vía Zoom, desde livings, casi una juntada en mood pandemia pero transmitida por YouTube. Y ahí están esos cuatro amigos —a decir verdad, en lugar de Momi está Nati (Jota) que no había podido ir al pijama party porque se fue a comer a lo de su tía Olga—. Corte. Y otro, y otro, y otro. Así aparecen en el estudio de LUZU TV, el canal de YouTube que hace tres años fundó Nicolás Occhiato —30 años, influencer, conductor, empresario— y que hoy tiene más de un millón de suscriptores. Y después aparecen haciendo su programa, Nadie dice nada, desde Estados Unidos, y después cubriendo el Mundial de Qatar, y después siendo campeones del mundo, y después ya no aparece Nati y sí Momi. Y hay chistes, y llantos de felicidad, hay intimidad, y hay shows en vivo y miles de personas con miles de celulares con miles de flashes y videos subiéndose a Instagram y TikTok.

Un Luna Park sold out para la emisión especial de Nadie dice nada. (Foto: JUANA LANTARON)

Ahora en un estadio Luna Park con seis mil personas la noche previa a las elecciones PASO, empieza a sonar el bombo y la melodía jinglera de la guitarra le da pie a la voz de Francisco Charco. La canción de apertura del programa toma todo el lugar y ahí aparece Nico Occhiato —remera bordó, oversize y Versace, pantalón cargo en tono claro, zapatillas oscuras— que se para en el medio del escenario vacío —solo la pantalla de fondo, que muestra lo que está pasando ahí mismo en ese instante— y arranca con el agite. Hasta que se rompe. Y llora.

El show todavía no empezó y es al menos la segunda o tercera vez que se lo ve a Occhiato llorar. Siempre lo hace desde la emoción y la sorpresa. Siempre llora en el momento justo. Hay algo en ese gesto que lo humaniza y acerca. Occhiato rompe la cuarta pared. Sabe cómo hacerlo. Porque cuando eso sucede el niño del video apertura se refleja en él. Ya no es el empresario, ni la estrella de YouTube. Menos el pibe que salió de Combate, el programa de TV. Ahí es cuando el chico de Villa Luzuriaga —en La Matanza, corazón de la provincia de Buenos Aires— que quería divertir a la gente cae en que hace eso desde hace unos años.

Nacho Elizalde, Flor Jazmín Peña, Nico Occhiato y Momi Giardina, las estrellas de LUZU TV. (Foto: JUANA LANTARON)

Lo hace desde la cuarentena, cuando tuvo la idea de tener un programa de radio pero con cámaras. Y quiso hacerlo desde YouTube, justo cuando Twitch estaba en su nube de fama y masividad. Fue en busca de ese público de entre veinti y treintipocos que ya no consumía televisión, que estaba en redes y tenía ganas de que alguien lo hiciera reír. Entonces llamó a Nati Jota —periodista, influencer, conductora—, a Nacho Elizalde —que además de coconducir tomó riendas en la producción—, y a Flor Jazmín Peña —que compartió con Occhiato el Bailando por un sueño—. Era noviembre de 2020 y todavía no existía la vacuna contra el Covid que sumaba casos y casos. Esa primera mañana los vieron unas 1200 personas. Hoy Nadie dice nada tiene un promedio de 80 mil personas durante cada emisión y arriba de 100 mil lo ven on demand. Lo que hizo Occhiato es crear un comunidad en torno a su canal, porque no se quedó en tener su programa: armó un canal, con una programación, con conductores, con estrellas digitales —Grego Rosello, Trinche, Martín Garabal, Diego Leuco— y un concepto propio.

Todo eso ahora lo emociona. Porque lo que ve desde el escenario del Luna Park es más que un estadio sold out, es la continuación de ese flashback que acaba de pasar en el video.

Cuando ese momento termina y recupera el aire, abre el juego y empiezan las presentaciones. Primero pasan productoras, operador y community manager. No es casualidad, porque en el streaming no hay backstage, todo sale en cámara, todos hablan y participan: todos son estrellas y a todos se los ovaciona. El recurso no es nuevo y quizás no todos los seguidores de LUZU lo sepan, pero en los 90 y los 2000, en el prime time de la TV abierta, Marcelo Tinelli hizo conocidos a decenas de productores y técnicos —del Chato Prada a Peter Alfonso y a Alejandro Stoessel, el padre de Tini—. Hacer streaming es mezclar la radio con la tele y las redes sociales. Eso es lo que Occhiato tiene claro, por eso pide a la gente que filme, que suba cosas. Que engorde su narrativa y le dé un nuevo capítulo: el de llenar un Luna Park.

La siguiente presentación es para Nacho Elizalde, que entra como un boxeador: vestido con un tapado de piel, pasando entre la gente y tirando barras de trap. Cuando sube al escenario hace su show que mezcla video, interacción con el operador, una ametralladora de chistes. Elizalde es carisma puro, es un outsider con el pelo pintado y la voz aguda. Un showman que hace que toca la guitarra y el piano. Después viene Flor Jazmín Peña con un baile que pasa por reggaetones nuevos y viejos y la Rosalía. Y también hace chistes. Porque hay que hacer reír y entretener. Atrás sale Momi Giardina —que reemplazó a Nati Jota que se fue de LUZU para tiempo más tarde empezar su propio programa en Olga, el canal de YouTube que comanda Migue Granados y es la competencia directa—. Momi es teatro en estado puro: baila, se personajea, tiene chistes instalados que explotan. Es una reversión digital de los gags de la calle Corrientes. Eso que la TV tradicional llamaría capocómica.

Cuando termina quedan los cuatro conductores en el escenario. Interactúan en torno a Occhiato, que siempre es el centro de la escena. Porque tiene la capacidad de poder ocupar todos los espacios, de conducir, de abrir el juego y volver a él. Interactúa con su abuela que está en las primeras filas —y es una actriz secundaria con una buena dosis de protagonismo en la historia que cuenta LUZU—. Se ríe de sí mismo como galán, como dueño del medio, como persona.

Nacho Elizalde y Nico Occhiato en uno de los segmentos de Nadie dice nada. (Foto: JUANA LANTARON)

El siguiente paso del show —que ya lleva una hora y que se armó en tan solo dos meses y es la cima de un tour que pasó por Córdoba, Uruguay y el teatro Gran Rex— es llevar el formato del programa de YouTube al escenario. Se arma una especie de living con cubos y la pauta marca que se viene un mano a mano con el público. Una respuesta en vivo a una consigna tirada por stories de Instagram. Entonces, bajo el lema “Toxi o no”, se recuperan respuestas digitales y van a buscar las historias entre el público. Pasa una historia de contraseñas hackeadas, de presuntas infidelidades y un final feliz.

Y ahora, de nuevo, el humor. Aparece en escena el actor Santi Talledo, la última incorporación de Nadie dice nada. El sketch es sobre un pastor brasileño ávido de protagonismo. Un chiste tras otro, con una pistola de agua, alas de ángel y remates hiteros. Cuando parecía que el show entraba en un bache, la frescura de Talledo lo levanta otra vez.

En el tramo final Occhiato propone retomar la consigna. Y vuelve al público. Después de un entramado de historia de amor, de conocerse, de celos, de acompañarse en crisis y así, hay una declaración y pedido en vivo: ¿te querés casar conmigo? Cuando eso sucede, Occhiatto muestra los hilos del show: que llegó ese mensaje del enamorado, que habló con la producción, que acordaron ese momento. El stream en vivo y en persona, hecho show teatral.

El equipo completo de la emisión especial de Nadie dice nada posando para las cámaras con el público del Luna Park (Foto: JUANA LANTARON)

Cuando parece que ya no hay más, quedan dos tiros de gracia. Nacho Elizalde y una nueva dosis de humor, esta vez en modo chabacano repartiendo extraños juguetes sexuales entre el staff. Y Momi rompiendo la veda como una desaforada candidata que reparte boletas entre el público, baila murga y se va como una vedette alzada por dos bailarines.

Ahora sí, el cierre. De nuevo la emoción y la música. Elizalde agarra una guitarra acústica y empieza a tocar —ahora sí toca, el chiste de la mímica ya pasó—. En modo fogón se sienta al borde del escenario. Prueba sonido y luego suena la melodía de la cortina de cierre: una canción pop, suave y melosa que recuerda a bandas como Los Tipitos o Ella es tan cargosa. Talledo le sostiene el mic para que cante y también canta. Se suman Jazmín Peña y Momi. Y hay miles de celulares filmando, listos para viralizar el momento cuando el wifi ya no colapse. Y finalmente se suma Occhiato. Todo es celebración. Es el sueño de un chico haciéndose realidad, en vivo y por internet. La canción termina, el show también y solo queda contemplar el momento para retenerlo en la memoria: ya no hay nada más para decir.