León Gieco y Carlos Núñez: historia de una amistad que llega al Teatro Colón

Este miércoles, el músico gallego considerado "el Jimi Hendrix de la gaita", se presenta en el gran coliseo porteño en un concierto con el autor de "Solo le pido a Dios" como invitado estelar

Por  HUMPHREY INZILLO

marzo 27, 2023

"Para mí, Carlos es uno de los grandes instrumentistas del mundo. Tocar con él es como tocar con John Coltrane, con Mark Knopfler, con Paul McCartney", dice Gieco.

Este miércoles, a partir de las 19.30, el músico gallego Carlos Núñez -considerado “el Jimi Hendrix de la gaita”- ofrecerá un concierto sinfónico en el teatro Colón de Buenos Aires, en el marco del festival Únicos, con la presencia de invitados especiales como, entre otros, el acordeonista misionero Chango Spasiuk, la arpista bretona Bleuenn Le Friec, el percusionista Xurxo Núñez y uno de sus grandes amigos, el legendario León Gieco

“La amistad con León surgió la segunda vez que tocamos en Argentina, hace ya más de 25 años”, recuerda Núñez en una charla transoceánica, desde su Galicia natal. “Apareció en el Teatro y trajo a Mercedes Sosa. Fue una noche increíble, porque después acabamos en casa de Mercedes, en una fiesta internacional con los Inti-Illimani. Poco tiempo después empezamos a colaborar, y desde entonces ha sido una lluvia de ideas contínua. Él siempre ha sido mi cómplice en esas aventuras y esos contactos entre distintos géneros”.  En aquella oportunidad, en el camarín cantaron juntos “Mi Amigo (Quem Podeira Namorarla)”, una canción compuesta por el autor gallego Luis Emilio Batallán, que Gieco había grabado en 1987, en una histórica colaboración con Sandro. En el escenario, cantaron “Solo le pido a Dios”, y volvieron a cantarla, también, en aquella mítica fiesta, en la que estaba también Víctor Heredia.

“Carlos sacó su flauta y empezó a tocarla y parecía que flotaba como mariposas en el aire, ¿viste? A partir de ahí siempre fuimos amigos. Nos hablamos, y nos mandamos whatsapp desde hace 25 años”, recuerda León.

A la salida de ese concierto, antes de ir a la casa de Mercedes, Gieco hizo declaraciones elogiosas. “Carlos y todos sus músicos juntan las dos cosas que todo músico envidia: el virtuosismo y la fuerza”, le contaba a un cronista que lo interceptó en el hall del teatro. “Hay músicos que tienen mucho virtuosismo, pero poca transmisión. O, en el caso mío, tengo mucha transmisión pero no tengo virtuosismo. Él [Carlos], por ejemplo, es un Dios, porque tiene las dos cosas. Por eso, va a ser un tipo muy famoso en el mundo, muy reconocido, por eso yo no pierdo el tiempo y me anoto en los pasos de este próximo monstruo”, profetizaba el autor de “Solo le pido a Dios”.

El artífice de ese primer encuentro fue el periodista Guillermo Pardini, gran impulsor de la movida celta a nivel local.

Un cuarto de siglo después de aquellas declaraciones, León repasa con Rolling Stone el inicio de su vínculo con la música celta, que se remonta a Cañada Rosquín, su pueblo natal en la provincia de Santa Fe. Fue allí, poco antes de mudarse a Buenos Aires, que Gieco vio Los Hermanos Kelly (1970), el film de Tony Richardson, protagonizado por Mick Jagger. “Es una película que recrea la historia de dos bandidos rurales. En un momento, Jagger entra en un pub y se pone a cantar, acompañado por una flauta dulce. Me impactó. Imaginate, yo vivía en el campo y me preguntaba ‘¿Qué es esta música?’. Hoy puedo decir que conocí la música celta gracias a Mick Jagger”.

 

El siguiente mojón en la historia de Gieco y los sonidos celtas trascurre en Villa Gesell, en el verano de 1976. “Había ido de vacaciones con algunos amigues y me tocó barrera el departamento. Estaba la radio prendida y escuché una música con arpas. El locutor anunció que era una canción de Alan Stivell, y durante años estuve buscando música suya. Hasta que en un momento se lo comento a [el periodista y músico] Claudio Kleiman, y Claudio —que vivía a media cuadra de mi casa— me dice que tenía todos sus discos. También, más o menos por esa época, vi Barry Lyndon (1975), la película de Stanley Kubrick. Me impactó la banda sonora, que incluía canciones de The Chieftains. ¡Una cosa impresionante!”.
The Chieftains, esa banda que también puede ser definida como una tribu, comandada por el recientemente fallecido Paddy Moloney (1938-2021), ya estaba en el radar de León Gieco desde los 70, mucho antes de que la explosión de la “world music” le diera una inyección global a la carrera del mítico grupo irlandés fundado en 1963. “A los Chieftains los escucho desde siempre. Un día, me enteré de que ellos tocaban con un instrumentista español que se llamaba Carlos Núñez y lo llamaban ‘el séptimo Chieftain’. Por esa época conseguí su disco, A irmandade das estrellas (1996). Por supuesto, me encantó. Y unos años después, terminé tocando con Carlos y con los Chieftains en Galicia”.

En 1989, a sus 18 años, Carlos Núñez viajó por primera vez a Irlanda, invitado por The Cheiftains, que lo habían descubierto en una actuación que el prodigioso músico gallego brindó en el Auditorio de Castrelos en Vigo. En esa ocasión, viajo para grabar la banda sonora del film La isla del tesoro. En los años siguientes, se incorporó a la banda y tuvo experiencias increíbles. Por ejemplo, zapar con los integrantes del mítico grupo inglés The Who, o grabar con los Rolling Stones, con Sting, con Sinnead O’Connor, con Bob Dylan, entre otras leyendas. En el cruce entre las músicas tradicionales de raíz y el rock, está una de las claves de la afinidad entre León y Carlos. “León es como si fuese el Bob Dylan de Argentina”, afirma con admiración. “Es un personaje como Gustavo Santaolalla. Cuando los conoces y tocas con ellos, te das cuenta de que el rock en la Argentina no es igual al rock que se hace en España, que miró siempre hacia Estados Unidos y hacia el mundo anglosajón. No hubo esa magia tan grande en el cruce con la música tradicional. En cambio, Argentina me recuerda mucho Irlanda. Mis maestros, The Chieftains, iban al pub a tocar con músicos tradicionales después de los ensayos”.

Las colaboraciónes entre el cantautor santafesino y el músico gallego han sido fructíferas y diversas. Para la celebración de los 30 años de Núñez, en Galicia, recrearon “Galleguita”, el tango de Horacio Pettorossi y Alfredo Navarrine, que formaba parte del repertorio de Carlos Gardel. “Hay una historia graciosa por detrás, porque cuando Carlos me convidó a cantar esa canción con los Chieftains, pensaba que era una canción que los Chieftains habían grabado en Cuba con Ry Cooder. Yo la tenía estudiada y aprendida, pero un par de días antes del concierto me avisa que los Chieftains en verdad querían tocar el tango, así que me la tuve que aprender muy rápido, incluso la estudié en el avión. Fue una una situación muy tensa por un lado y muy graciosa por el otro. Por suerte, salió muy bien”.

Un highlight en las colaboraciones entre Gieco y Carlos Núñez es una versión encantadora de “Príncipe Azul”, el clásico de la música popular uruguaya que Eduardo Mateo y Horacio “Corto” Buscaglia compusieron en los 60. “La habíamos grabado con Gustavo Santaolalla en De Ushuaia a La Quiaca y a mí se me ocurrió proponérsela porque tiene una parte instrumental que es muy celta, parece una canción española. Aparte en ese concierto iba a estar Gustavo de invitado y pensé que si le gustaba hacerla iba a salir genial. Así que la ensayamos una vez y la tocamos en vivo. Realmente, fue un éxito total, aunque no sonó tan bien porque ese día hubieron algunos problemas técnicos. Además, para mí fue gratificante porque le pude contar a Carlos que la canción era de Mateo, que era una especie de John Lennon uruguayo, un músico que para mí es muy grosso”.

La colaboración discográfica más reciente entre León y Carlos Núñez se llama “Dios Naturaleza” y forma parte de El hombrecito del mar, el disco que León lanzó a fines de 2022. “Es una canció con letra mía y música de Luis [Gurevich]. Me encanta. Se llama ‘Dios Naturaleza’, que es un juego entre lo femenino y lo masculino. Como si fuese un dios femenino. O sea, los dioses indígenas: la luna, el sol, la naturaleza, el agua, las plantas, la semilla. Cuando compusimos la canción, Luis estuvo una semana en Suecia compartiendo con unos músicos y se encontró allá con un mandolinista. La grabaron y tenía unos aires bastante celtas. Cuando la escuché, se me ocurrió llamarlo a Carlos para que le ponga esas flautas maravillosas. Carlos ya había grabado flautas y whistles en Bandidos rurales (2001), y alguna otra vez me mandó unas flautas por Internet. Tardamos como dos días en bajarlas, pero todavía me acuerdo que me dió mucha emoción que me las mandara. Fue una de las primeras veces que yo escuchaba y que veía cómo se iban llenando los canales de las tres flautas que nos mandaron, y en un momento me emocioné mucho, me inspiré y  le escribí una carta diciéndole que quizá esas músicas celestiales, que él había grabado y que me había mandado, habían estado tocando los corazones de gente que está allá arriba”.

Núñez, que como hemos dicho fue mencionado como “el Jimi Hendrix de la gaita”, reflexiona sobre las posibilidades de su instrumento en el siglo XXI. “La gaita es un instrumento que lleva, tal como la conocemos hoy, al menos mil años. Yo siempre digo que la gaita es la guitarra eléctrica de la Edad Media. Ha seguido hasta hoy y cada paísla  ha ido amoldando un poquito. Es un instrumento con  mucha personalidad, pero que al mismo tiempo están muy conectados con músicas como el rock, por ejemplo. La gaita escocesa o las gallegas antiguas tienen un tipo de escala (el modo mixolidio) que es el mismo que utilizan los rockeros americanos, que es una escala modal más antigua. Por eso, cuando yo iba a tocar con los Chieftains, en Estados Unidos decías que yo era como Jimi Hendrix. O las escalas dóricas, de la música medieval, que son como las escalas que hoy se utilizan en el trap, en el reggaetón o en otras músicas urbanas. Siempre tomé lo de Hendrix como un cumplido, y una exageración. Aunque es cierto que la gaita tiene algo de guitarra eléctrica, esa parte wild, salvaje. De gira por América, empecé a mover el pié. Desde pequeñito, en el Conservatorio me decían que  no se podía mover el cuerpo. ‘A la música hay que sentirla por dentro, en el cerebro’. En cambio, en Estados Unidos mi pie empezó a moverse y sí que tomó esa esa parte casi rockera. Entonces, de alguna manera, conecté la gaita con el rock y me parece algo maravilloso”.

En el concierto de miércoles habrá muchas otras sorpresas (¡incluso trap!), y ambos artistas están ansiosos e ilusionados. “Estas visitas a Buenos Aires no son para tocar y marcharnos. No. Yo siempre digo que recibo tantas ideas y tantas energías, que cuando vuelvo para Irlanda, para Escocia o para España, todo eso lo vamos reformulando y podemos decir que ya tenemos una nueva música celta: una nueva música transatlántica”, explica Núñez. “Carlos tiene una energía extra”, añade Gieco. “Es un es un productor total de sus propios shows y además lo considero uno de los de los grandes instrumentistas del mundo. Para mí, tocar con Carlos es como tocar, con Ry Cooder, con Mark Knopfler, con John Coltrane, con Pharoah Sanders… ¡Qué sé yo! Con Chick Corea, con Ray Charles, con Paul McCartney… Sí, lo considero un grande”, concluye León.

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