Cuando el house estaba naciendo, nadie trabajaba más duro que Vince Lawrence. Vince creció en el sur de Chicago. De adolescente, a fines de la década del 70 y principios de la del 80, era un chico de ciudad y sabía lo que un chico de ciudad debía saber: le gustaban las remeras Izod, las zapatillas K-Swiss blancas y los jeans sin pinzas; armaba fiestas de moda, se compraba discos importados de Europa y aspiraba a hacer su propia música. Mucho de lo que él y sus amigos estaban haciendo, recuerda, “era porque leíamos GQ y queríamos ser ricos”.
En esa época, en Chicago tenían una onda especial las fiestas de secundaria, las discos gay del centro y la radio local: una onda clandestina, pero no exclusiva, una música sofisticada pero no tan acicalada como para que nadie quisiera bailar.
Era la cultura del “house”, llamada así por un club llamado Warehouse. Al principio, “música house” significaba todo lo que pasaba el DJ del club, Frankie Knuckles: disco, ítalo disco, soul de Filadelfia, new wave e incluso punk. En medio de ese torbellino, la novedad de las cajas de beats con ritmos digitales sincronizados les permitieron a los DJ hacer mezclas hasta entonces impensables con un tempo perfecto. Los sintetizadores se habían vuelto accesibles más allá del negocio de la grabación profesional. Y el resultado fue un nuevo sonido, pesado, simplificado, sintético pero con mucho groove. Es el sonido que crearon Vince, su amigo Jesse Saunders y otros chicos de la zona, en su mayoría negros. Era lo que el mundo llegó a conocer como música house y, a pesar de toda su innovación histórica, Vince dice que tenía un atractivo simple: “Era lo mejor que podíamos hacer y sabíamos que funcionaba en las fiestas”.
Vince y Jesse estaban ansiosos por plasmar sus descubrimientos en vinilo y le llevaron una muestra a Larry Sherman, un treintañero que era dueño de una fábrica de discos del sur. Así nació Trax Records. Al comienzo Vince trabajaba como una máquina, en su propia música y en el sello. Durante el día, al frente de un reducido número de colaboradores, operaban las grabadoras y ponían cada disco en su correspondiente funda y cubierta. Vince además hacía las ventas y negociaba con los distribuidores, todo por teléfono, entre otras cosas. Por la noche, iba a las discos a repartir copias promocionales de los lanzamientos entre los DJ y ver cómo respondía la pista de baile a los nuevos temas. Vince dice que diseñó el logotipo de Trax inspirado en las tipografías de impacto: mayúsculas rellenitas, despojadas y bien claras, típicas de la escena de la música industrial. También pensó que un logotipo austero, en blanco y negro, llamaría la atención de un DJ que busca vinilos en una disco a oscuras.
Trax logró capturar el Big Bang de un movimiento juvenil: fue el primer sello del naciente house, en enero de 1984, y, en el lapso de dos años, sacó el tema que definió el género, “Move Your Body (The House Music Anthem)” de Marshall Jefferson, y después el que redefinió el género: “Acid Trax” de Phuture. Este último track le dio al mundo el primer sabor real del acid house, el subgénero que luego cruzó el Atlántico y se apoderó de la cultura juvenil del Reino Unido de una manera ruidosa, estridente, hermosa y hormonalmente descontrolada.
Lo que Trax ayudó a iniciar se ha convertido desde entonces en el prominente negocio del EDM (electronic dance music), una industria que mueve 7.000 millones de dólares al año, y el house de Chicago ha estado recientemente en la cresta del mainstream: Renaissance de Beyoncé y Honestly, Nevermind de Drake, ambos del año pasado, fueron homenajes a este género cuya energía corre por surcos de vinilo.
Pero hoy… la casa del house no está en orden. Vince y veintidós de los artistas originales de Trax están enfrascados en una batalla legal por los derechos de su música con la actual copropietaria de la compañía, Rachael Cain, antigua amiga de Vince y exesposa de Larry. Es una guerra civil por el catálogo del sello más importante en la historia del house.
Vince acaba de cumplir 59. Hace unos años, su esposa Tara le pidió que comenzara a arreglar sus asuntos financieros, pensando en la jubilación. Tienen un hijo de nueve años, London, en quien pensar. Vince, que dejó el sello en 1986, comenzó a juntar los documentos de su larga y variada carrera en la música, para tener todo en un solo lugar para su familia, por si acaso. Pero cuando comenzó a mirar los convenios que establecían quién era el propietario de las canciones que había escrito, dice haberse sentido desconcertado. Encontró que unas treinta canciones, que según él no tienen nada que ver con Trax y que había grabado para otros sellos o para él, estaban registradas bajo el sello. Eso significa que Trax a efectos legales es dueña de las canciones y, por lo tanto, había estado recibiendo los cheques que, dice Vince, le correspondían.
Cuando tuvo magnitud del alcance de las irregularidades, Vince llamó a Rachael, dueña del 50 por ciento de Trax desde 2006, como resultado de su divorcio de Larry. (Larry murió en 2020; su viuda, Sandyee Sherman, es la dueña de la otra mitad). “Rachael”, recuerda Vince que le dijo, “son mías [las canciones]. Estás cometiendo un error”. Rachael, dice, lo negó. Y después Vince recibió un mensaje de Trax que decía algo así: “No tenemos un contrato [que demuestre que tenemos la titularidad de las canciones], pero vamos a hacer valer nuestro derecho de todos modos, hasta que un tribunal dictamine lo contrario”.
“Lo que me están diciendo es que saben que no tienen contrato, saben que [las canciones] son mías, pero no me las van a dar a menos que yo los demande”, recuerda haberles dicho Vince. “Así que les dije: ‘Mi hijo va a ser el dueño [de mis canciones], y no me importa nada”. (Rachael niega que haya ocurrido este diálogo; “Vince se inventó toda esa escena”, según ella).
Vince afirma haberle dicho entonces al abogado de Rachael: “Vas a recordar para siempre que todo lo que pedía eran estas treinta putas canciones”.
Casi desde los comienzos del sello, dice Vince, ha existido cierto resentimiento entre los artistas más representativos de Trax y la directiva, algo que con los años empeoró. Los artistas dicen que Larry, Rachael o ambos los han estado privando de lo que les pertenece por derecho propio. Sólo necesitaban un poco de estímulo para llevarlos a la batalla.
En octubre, Vince y su abogado, Sean Mulroney, presentaron una demanda contra Rachael, Trax, Sandyee Sherman y los herederos de Sherman en nombre de los demandantes: 22 hombres y una mujer, en su mayoría negros, todos músicos de la primera ola house de Chicago. Los demandantes afirman que nunca firmaron ningún contrato por los derechos de su trabajo con Larry, pero que él, y luego Rachael, registraron por las suyas los derechos de autor a nombre de Trax. Creen que Trax vendió copias de esa música o la autorizó para películas, videojuegos, etc., y se quedó con el dinero. Rachael lo niega, alegando que Trax siempre tuvo contratos válidos de cada pieza musical que controla, aunque admite que algunos de los contratos en papel se han perdido a lo largo del sinuoso camino del sello.
Entre los demandantes figuran algunas superestrellas de Trax, como Jefferson, pero otros son músicos que, además, trabajaban en la discográfica, como Maurice Joshua, que empezó su carrera con Trax y ganó un Grammy por su remix de “Crazy in Love” de Beyoncé. A muchos, Rachael, que estuvo involucrada con la música house desde el principio, alguna vez los consideró amigos cercanos.
Y resulta que Rachael, que se aferró a Trax a lo largo de los años y los problemas, tiene su propia historia que contar.
Ella dirá que ha arriesgado todo para defenderse de las empresas más grandes empeñadas en comerles el catálogo, y que todo lo que logró a cambio fue enojo y recriminación. La policía dijo que fue un incendio intencional: que Larry Sherman y su amigo Richard Randazzo prendieron fuego una vieja taberna llamada Smugglers, justo al borde de la Milla Magnífica en Chicago. Larry, según Rachael, decía que lo llamaron a una reunión y que la puerta de Smugglers tenía una trampa explosiva (se habría dado cuenta porque la puerta hizo un ruido cuando la abrió).
Lo cierto es que el domingo 31 de agosto de 1980 hubo una explosión y Smugglers se incendió. Un hombre, identificado como Randazzo, fue visto huyendo del lugar. Larry también se escapó sangrando por la cabeza. Se subieron a un auto y se dieron a la fuga. Larry sufrió quemaduras de tercer grado y terminó en el hospital, según Rachael.
Randazzo fue absuelto; Larry nunca fue acusado. El hermano de Larry, Curt, y el propio Larry, según Rachael, creían que la explosión estaba destinada a matar a Larry. ¿La mafia, quizás? Vince vivió con Larry un tiempo y afirma que a veces decía estar involucrado con el crimen organizado. “¿Viste cuando dicen ‘se cayó de un camión’?”, pregunta Vince. “Cuando pasa algo así, pensás: ‘Tal vez algo de eso sea cierto’”.
El punto es que Larry estuvo involucrado en el lado oscuro de los negocios de Chicago gran parte de su vida y, cuando entró en la industria de la música, no fue exactamente para convertirse en Clive Davis. Curt y él habían crecido en el sur de Chicago. Su padre murió en 1955, cuando Larry tenía seis años. Su madre tuvo que hacerse cargo del negocio familiar, un taller que fabricaba engranajes. “Ella perdió el taller”, dice Curt, “y después fue una especie de lucha por sobrevivir… Todo fue difícil, desde el principio”. Curt dice que Larry empezó a trabajar robando camiones en la ruta y, después, trenes de carga. Curt lo sabía, sobre todo porque él y su hermano se metieron juntos en el negocio de la piratería del asfalto, y Larry usaba su logística para mover las cosas.
Cuando Larry metió las manos en la industria discográfica a principios de la década de 1980, parecía que era para armar un negocio pequeño y elegante basado en… la polka. Chicago tiene una de las poblaciones polacas más grandes del mundo fuera de Polonia. En ese entonces Bel-Aire Records, propiedad de Eddie Blazonczyk (de Eddie Blazonczyk and the Versatones, el hombre detrás de “Polish and Proud of It” y “Everybody Polka”, entre otros), era el sello de polka más grande de Estados Unidos, según Vince.
Larry, sigue recordando Vince, le compró las únicas dos fábricas de vinilos de Chicago a un tipo cuya compañía había estado imprimiendo el catálogo de Bel-Aire. “Así que Larry estaba haciendo estos discos para Eddie Blazonczyk”, dice Vince. “Vendía montones de discos de polka”.
Tampoco le hacía asco al contrabando. Wurlitzer, como recuerda Vince, había dejado de producir los singles gruesos de 78 rpm para sus rocolas, por lo que Larry había empezado a copiar todo tipo de música en esos viejos y gruesos 78 ya inútiles. Se los vendía a los fans. Larry finalmente fue acusado de 51 cargos de uso ilegal de grabaciones de sonido, aunque se declaró culpable de un solo cargo. Fue sentenciado a servicio comunitario y libertad condicional, y la cosa terminó ahí.
Mientras tanto, Vince y Jesse Saunders comenzaron a hacer pistas con una caja de ritmos, y cuando una de sus canciones, “On and On”, despegó en una especie de matiné llamado Playground y en otras fiestas de adolescentes, Vince ya sabía por su padre (que era dueño de su propio sello) dónde ir a hacer copias: a la prensa de vinilos de Larry Sherman. Una vez que Jesse y Vince hicieron sonar sus propios discos en el Playground, todos los DJ de fiestas, clubes y la radio aparecieron en la planta de Larry con una cinta que querían mostrar y lanzar como single.
En parte porque era el dueño de la fábrica de discos y en parte porque era más o menos diez años mayor que Vince y Jesse, lo cierto es que Larry fue desde el comienzo el jefe de facto de Trax. Le gustaba operar en efectivo; se enorgullecía de hacer buenos acuerdos con sus artistas, jóvenes sin representante, en su mayoría negros. Rachael dice que negociaba los contratos con una pila de billetes brillantes sobre la mesa; le decía al artista con el que iba a firmar que, si aceptaba las condiciones, ese dinero sería suyo en segundos. Que si en cambio esperaba y le llevaba el contrato a un abogado para que lo revisara, la pila de billetes tal vez seguiría allí esperándolo, pero tal vez no. Rápidamente se hizo famoso por no desembolsar en forma los escasos adelantos y regalías que les prometía a sus artistas. Vince dice que sólo hubo una vez un intento poco entusiasta de armar un sistema para calcular o pagar regalías, que pronto quedó en nada. En su mayoría, dice, los artistas se llevaban una suma de dinero un tanto arbitraria si es que Larry se los quería comprar para que grabaran más música.
Vince dice que nunca firmó nada vinculado a la propiedad del sello. Él cree que la compañía tuvo forma jurídica recién cuando el volumen de plata que manejaban fue lo suficientemente grande como para que Larry se viera obligado a comenzar a usar cheques, a regañadientes.
En su libro de memorias, The Diary of a DJ, Marshall Jefferson recuerda un momento en que Larry, por alguna razón, puso sólo el nombre de Jefferson en “Move Your Body (The House Music Anthem)”. De hecho, el disco lo hicieron Jefferson y tres amigos: Curtis McClain, Rudy Forbes y Tom Carr, que fueron a Trax a discutir con Larry al respecto. Larry les dijo que le había pagado a Jefferson 150.000 dólares por el disco. (No lo había hecho, dice Jefferson). La mentira de Larry provocó un torbellino de desconfianza y recriminaciones entre los amigos.
Mientras tanto, a mediados de los ochenta, Rachael estaba ocupada haciendo despegar su propia carrera musical. Se había criado en el norte de Chicago, soportando lo que describe como una infancia terriblemente solitaria. En 1984, bajo su nombre artístico Screamin’ Rachael, grabó un tema importante con Jesse y Vince, “Fantasy”, probablemente el primer tema house en el que aparece un cantante.
Jesse, en sus memorias de 2007, House Music: The Real Story, dice que Rachael fue un “ingrediente clave” en la canción y que era “una gran vocalista de rock”. Según lo recuerda Rachael, conoció a Vince y Jesse cuando fueron a ver su banda punk, Screamin’ Rachael and Remote. No es así como lo recuerda Vince. “Le dije a mi papá que necesitábamos encontrar una cantante y que queríamos a una chica blanca, porque había un disco llamado Calling All Boys de The Flirts”, dice: “Queríamos a alguien que cantara así. Vimos unas fotos de Rachael con su banda punk, y dijimos, ‘Oooh, es hermosa. Eso nos puede servir para vender discos’”.
Después de que saliera “Fantasy”, tal como lo recuerda Rachael, se formó una especie de pandilla: Rachael, Vince, Jesse y Jefferson. Rachael dice que ella y Vince solían sacar a pasear el Corvette de Larry; que hacían viajes juntos, que pasaban vacaciones juntos. Como Jesse recuerda en sus memorias, Rachael le dio una ayuda adicional, persuadiendo a su amigo, el difunto abogado Jay B. Ross, para que le prestara a Jesse cinco mil dólares para poner en marcha su propio sello, Jes Say. “Screaming Rachel… fue una vez más un ángel para mí”, escribió Jesse. (Jesse, que se está recuperando de un derrame cerebral y respondió preguntas por mail para esta nota, parece haber cambiado su perspectiva desde que se publicó el libro. Ahora dice: “Todo lo que hizo fue presentarme a Jay B. Ross, que me robó todo mi dinero”).
Jesse, Rachael y Vince, los tres, firmaron contratos discográficos suculentos en 1986 y se olvidaron de Trax. Vince y Jesse se fueron con Geffen, de Los Ángeles; Rachael firmó con Streetwise Records, de Arthur Baker, en Nueva York, y también con el sello alemán de Warner Music Group, Teldec. Los tres desaparecieron del mapa en cuestión de meses. Streetwise quebró en un juicio con otra banda que representaba, New Edition, así que pronto Rachael se quedó sin sello. Y Geffen nunca logró entender el trabajo de Vince, según el mismo Vince. Jesse formó Jesse’s Gang con Duane Buford (también artista de Trax) y la cantante Twala Jones, y consiguió sacar un álbum, Center of Attraction, en 1987. Pero Geffen no le dio la chance de hacer otro disco.
A Vince, la experiencia en Los Ángeles lo dejó amargado, y pronto volvió al oscuro pero familiar depósito de Larry en Chicago. En sociedad con él, Vince comenzó un nuevo sello, No LA Bull (que se pronunciaba “No Label”). Las ganancias generalmente llegaban en efectivo, que Vince y Larry se repartían en el acto y listo, cada cual a su casa. Y al igual que en los viejos tiempos, dice Vince, nada parecido a un contrato. En 1989, Vince terminó haciendo música para publicidad. También estaba haciendo remixes house de temas pop por alrededor de 20.000 dólares cada uno. Haciendo un par al mes y con el frilo de las publicidades, redondeaba 300 o 400.000 al año. Además, sacaba discos aquí y allá, en Trax o No LA Bull. Larry le soltaba 5.000 por disco, como mucho, pero con los comerciales y los remixes en realidad no importaba.
“En ese momento estaba con Larry porque me divertía”, dice. “No para ganarme la vida”.
A principios de la década de 1990, Larry vivía en una dirección que algún día albergaría a dos notables residentes de Chicago; quizás los más notables de todos: Barack y Michelle Obama. El antiguo muchacho de los discos de polka se había mudado a South Greenwood 5046, en el coqueto barrio residencial de Kenwood, una casa con seis habitaciones envuelta en ladrillo rojo de estilo georgiano que iba a ser el hogar dulce hogar de los Obama en Chicago durante los ocho años que estuvieron en la Casa Blanca.
Alrededor de 1996, Rachael y Larry se encontraron en la rambla de Cannes, Francia. Larry estaba con la superestrella del house Joe Smooth (el productor de un hitazo house de 1987, “Promised Land”). Todos estaban en Cannes para MIDEM, una conferencia de la industria. Larry vio a Rachael desde un taxi y le dijo que se subiera. Pronto la persuadió de regresar a Chicago.
Larry, recuerda, le dijo que ella necesitaba un cambio. Y que él necesitaba una nueva estrella. Rachael aceptó volver, pero sólo si él la nombraba presidenta de Trax, lo que Larry hizo en lugar de pagarle un sueldo. También le dio una pequeña participación accionaria en la compañía. Ella también ganaba dinero, dice, firmando los acuerdos de licencias internacionales de toda la música propiedad de Trax.
Trabajar para Trax era emocionante. Rachael recordaba el alboroto en la fábrica, todo el mundo trabajando en grupo, enfundando y empaquetando los discos. Rachael había aprendido mucho sobre el negocio en Nueva York, particularmente trabajando en Sugar Hill Records, el sello pionero del hip-hop que había lanzado “Rapper’s Delight”.
Larry y Rachael comenzaron a salir. Pronto ella se mudó a lo que algún día se conocería como “lo de los Obama”. Pero resulta que a Rachael no le gustaba tanto Kenwood, tan lejos del centro, así que tiempo después se mudaron al elegante departamento en el Lake Point Tower, a orillas del lago Michigan.
El vertiginoso optimismo del regreso a casa de Rachael pronto fue reemplazado por algo más oscuro. No mucho después de regresar a Chicago, dice, Larry la golpeó por primera vez. Fue por la factura de un veterinario. Boss, la gata de la planta de Trax (y que se llamaba así porque le gustaba sentarse en la silla de Larry), había requerido cuidado médico por mil dólares. Se pelearon por eso. “Entonces me dejó el ojo morado por primera vez”, dice ella. En otra ocasión, el 4 de diciembre de 1998, según el registro de la policía al proceder a su arresto, Larry “la agarró de su brazo izquierdo y la abofeteó” en el depto de Lake Point Tower. “Tuvo que ir al hospital”.
Otra vez, dice Rachael, habían ido al cine con la hija del primer matrimonio de él, Tessa, cuando Larry se enfureció. Se subió al coche y aceleró hacia ellas, casi las atropella a las dos. “Quién sabe por qué se enojó”, dice Tessa. “A veces la gente hace cosas raras por enojo como pisar el acelerador para pasarte por arriba y después pegar un volantazo”.
Esa noche Shar, la esposa anterior de Larry y madre de Tessa, apareció y le ofreció a Rachael un lugar para quedarse. “La madre [de Tessa] vino a salvarme”, dice Rachael. “Y aun así me fui con Larry. Me fui a dormir con él en lugar de ir con ellas, que es lo que debí haber hecho”.
Se casaron en 1999. Era una relación difícil de entender, admite Rachael, incluso a veces para ella misma. “Él tenía muchas cosas horribles”, dice Rachael. “Pero al principio, no era tan malo. Era como un chico grande en muchos sentidos, al menos al principio, antes de perder la cabeza por completo. Era un gran fanático de Disney. Le encantaba La Bella y la Bestia y visitar Disneylandia”.
El 5 de marzo de 2003, Rachael pidió una orden de protección perimetral contra Larry: “Mi esposo me amenazó con mutilarme [esta mañana], me agarró del brazo y me tiró al suelo. También tiró al piso y rompió muchos de mis artículos personales. Temo por mi vida. Él es el doble de mi tamaño”.
Rachael se mudó varias veces, pero una y otra vez volvía con Larry. “Creo que tenía la autoestima muy baja”, dice ella. “O sea, nunca pensaba deliberadamente que iba a pasar de vuelta. Pero supongo que lo aceptás de alguna manera, porque pensás que no te merecés [algo mejor]”.
Mientras Rachael vivía esta vorágine, Trax se hundía. No mucho después de volver con Larry, Rachael descubrió que la planta de Trax estaba casi desierta. Se había cortado la luz: Larry tenía una factura atrasada por 35.000 dólares. Larry le dijo al Chicago Tribune que Trax quebró en 1991, después de que cerraran los distribuidores que le debían 4,5 millones de dólares. ¿Que cómo se puede vivir en un lujoso departamento frente al lago y al mismo tiempo no poder pagar la factura de luz del trabajo? “Si Larry tuviera diez dólares en el bolsillo”, dice Curt Sherman hablando de su hermano, “gastaría veinte”.
Rachael y Larry tuvieron que usar AuctionWeb, que pronto pasaría a llamarse eBay, para llegar a fin de mes. “Larry se había metido en eso de Steiff”, dice un viejo amigo de la pareja, el diseñador de moda Michael White. (“Steiff” era el nombre de unos muy codiciados ositos de peluche de alta gama. Larry los vendía en eBay por hasta 2.000 dólares, según White). En 2002, una editorial de música canadiense, Casablanca (que no debe confundirse con el sello discográfico estadounidense del mismo nombre), les hizo una oferta. Casablanca obtendría las licencias del catálogo de Trax, lo que le permitiría distribuir la música, también licenciarla para películas, comerciales y videojuegos, y hacer sus propios acuerdos con otros sellos de todo el mundo.
A cambio, Casablanca les pagaría veinte mil al mes como anticipo de los ingresos por royalties (Rachael dice que terminaron siendo diez mil). También les haría un préstamo de 100.000, que podrían usar para poner al día las cuentas y seguir produciendo música, usando la propiedad del sello como garantía. Fue un trato terrible, pero Larry no tenía opción, y tanto él como Rachael firmaron. Rachael dice que él la obligó a hacerlo.
Larry gastó gran parte del dinero en equipos de última generación y contrató a varios ingenieros a tiempo completo (cosa por la que Rachael protestó porque no podrían pagarles). Según documentos judiciales de la época, Casablanca, además del préstamo de 100.000, les pagó a Rachael y Larry un anticipo de 367.000 dólares.
Larry y Rachael no pagaban el préstamo, según un expediente legal, y cuando las licencias ya no alcanzaron para cubrir los pagos, tuvieron que hacer pagos en efectivo. Pero no lo hicieron y Casablanca ejecutó la garantía. En 2006, la empresa obtuvo una orden judicial y una mañana dos agentes del condado de Cook llegaron a Lake Point Tower con un equipo de mudanza para confiscar computadoras, cintas maestras, archivadores, equipos de grabación y cualquier cosa que perteneciera a Trax. Casablanca puso el sello en subasta, pero la propia Casablanca fue el mejor postor. Larry y Rachael quedaron en la lona, sin nada que hacer más que luchar desesperadamente para recuperar la empresa.
El departamento en Lake Point Tower entró en ejecución hipotecaria, lo que, al menos en un sentido, fue bueno. Significaba que podrían recurrir a Abogados para las Artes Creativas (organización sin fines de lucro para artistas sin recursos económicos que necesiten asistencia legal) y llevar a Casablanca a juicio con el objetivo de recuperar el sello. Pero casi al mismo tiempo, Rachael finalmente dejó a Larry. El 25 de abril de 2006, la Dra. Joan M. Anzia, directora médica del centro de tratamiento ambulatorio del Northwestern Memorial Hospital, escribió una carta instando a los tribunales a conceder a Rachael el divorcio inmediato. “E.M. Cain ha sido paciente de esta clínica desde 1996”, escribió. “Ha lidiado con múltiples tipos de abuso desde que se casó con Larry Sherman. Estos abusos incluyen violencia física, sexual, emocional, financiera y también la extorsión de obligar a la señora Cain a firmar documentos legales que no quería firmar. Ha habido ocasiones en que esposó a mi paciente a una silla y le dijo que si no firmaba la mataría”. (Anzia se negó a hacer comentarios para esta nota).
Una semana después de enviada la carta, Rachael y Larry se divorciaron. Pero seguían tan decididos a recuperar a Trax, dice Rachael, que en el acuerdo de divorcio se dividieron las acciones de la compañía de la que en ese momento ni siquiera eran dueños.
En 2007, Casablanca otorgó la licencia del catálogo de Trax a Demon Music Group, una compañía propiedad de la BBC que se ocupa principalmente de gestionar catálogos antiguos completos, a menudo empaquetándolos como compilados que se venden en supermercados. En 2012, Rachael y Larry recuperaron la propiedad de Trax, pero el trato que Casablanca hizo con Demon para otorgarle los derechos exclusivos del catálogo se mantuvo.
Larry pasó los últimos años de su vida en el campamento de trailers Paradise Park en Lynwood, Illinois, con Sandyee. Solía ponerse a rezongar contra Casablanca y Demon. La última vez que Vince lo vio, a comienzos de 2018, Larry manejaba un negocio en Lynwood. Se lo veía delgado y debilitado. Se sentó en unos pallets industriales cargados de vinilos viejos. A Vince le pareció que estaba comprando el inventario de las plantas de prensado que estaban cerrando, probablemente para venderlo en eBay. Vince había ido con un socio de Kanye West y vio a Larry alegremente “cerrar” por un sample del corte de Trax “Boom Boom”, que West usó en “Lift Yourself”. Vince dice que Larry le prometió una parte del pago que iba a llegar del lado de West y después, como si dijéramos por los viejos tiempos, nunca le dio el dinero.
Larry le preguntó a Vince por su hijo y le dijo que estaba orgulloso de todo lo que Vince había logrado. Larry murió de insuficiencia cardíaca en abril de 2020. Rachael dice que ella, Tessa y Sandyee lo enterraron en una ataúd de cartón, en un terreno junto a una ruta, frente al alambrado de una concesionaria. Su entierro fue pagado por una organización benéfica judía que, entre otros servicios, aporta dinero cuando la alternativa es la cremación, tradicionalmente no permitida para los judíos.
Después de perder el sello ante Casablanca, a Rachael le tomó un año, como ella dice, “recomponerse”. Alrededor de 2007, comenzó un nuevo sello, Phuture Trax, con su propia nómina de artistas. Siguió escribiendo música, actuando y tocando como DJ. También se casó con un exdomador de rodeo convertido en empresario de la construcción. George Clinton fue el padrino de bodas.
El 1° de enero de 2022, dos años después de la muerte de Larry, Rachael finalmente consiguió de parte de Demon el uso de los derechos del catálogo de Trax. Por primera vez, tuvo la oportunidad de dirigir el sello como quería. Pero sus problemas sólo se multiplicarían.
Lake Point Tower no es cualquier lugar. Cuando te dejan entrar en la recepción, hacia los ascensores, pasás por una pared cubierta por una lámina de agua que cae. Los ascensores desembocan en una habitación grande, vacía, blanca y brillante, con forma de triángulo con las esquinas redondeadas. Parece una esclusa de aire en el Enterprise.
El domicilio se convirtió en un monumento a la explotación de los artistas que hacía el sello. Es fácil ver por qué. Una ventana mira hacia abajo, literalmente, a la ciudad. Pero cuando vine en enero, no encontré las líneas limpias típicas de Mies van der Rohe; solo sillones antiguos cubiertos con mantas. Podías cerrar la puerta del baño, pero no del todo, si no querías quedarte encerrado. El lugar estaba tapado de viejas cintas y polvorienta parafernalia de Trax; también había varias vitrinas de osos Steiff, junto con los restos disecados de Boss, el gato de la planta de discos.
El marido actual de Rachael, el empresario de la construcción, ha financiado su intento obcecado de recuperar Trax. Cuando el banco amenazó con ejecutar la hipoteca del departamento de Lake Point en 2007, se lo compró a Larry por 525.000 dólares, y ha invertido una parte significativa de su fortuna en honorarios legales y otros gastos de Trax. Recientemente vendió el departamento, que cotizaba en el mercado a 515.000.
Las diversas batallas, contra Casablanca, Demon, Larry, y ahora contra Vince, Jesse y los otros 21 artistas, dejaron surcos en la relación de la pareja. “Él está harto de todo esto”, dice Rachael. “Casi destruye mi matrimonio”. En noviembre, el organizador de un concierto en el que Rachael iba a tocar sacó su nombre de los flyers.
“Cuando pienso que [Vince y los otros demandantes] no nos ayudaron en nada a salvar este sello durante todos esos años, fui yo la que arriesgó todo”, dice Rachael, y agrega: “Lo que veo es esto: Vince, te fuiste del sello en 1986… Tu nombre no está entre los accionistas. No moviste un dedo. Yo fui la que dio la pelea”.
Vince dice que supo desde el principio que Larry lo estaba cagando a él y a los otros artistas. Nunca consideró llevar el tema a tribunales. ¿Por qué? En parte porque no podía pagarlo, pero también porque “era el tío Larry”, como dice. Los chicos Trax tenían una especie de vínculo retorcido con Larry, según Vince. Claro, Larry los engañaba, pero al menos les permitía publicar su música: Vince dice que los sellos mainstream no vieron potencial en el sonido house hasta mucho después.
Pero ahora, el tío Larry ya no está. “Creo que el tema es que [los artistas] eran leales a mi papá, no a Rachael”, dice Tessa Sherman. “No se les ocurría protestar contra sus decisiones, pero ahora él ya no está para respaldar lo que hace el sello”.
Para Jefferson, la situación de Trax es coherente con varios problemas sistémicos de larga data en la industria de la música. “Para empezar, cualquier contrato discográfico está sesgado a favor del sello”, dice. “Creo que llegó nuestro momento de poner los pies en la tierra, pararnos de manos y defender nuestros derechos. Esto les pasa a todos los artistas. Sospecho que le pasó a Little Richard; a los artistas de Chess y, bueno, a Muddy Waters. Y ahora nos pasa a nosotros”.
Vince dice que la pelea por Trax es algo personal, tiene que ver con personas que, independientemente de toda cuestión racial, han perjudicado a otros. Pero, dice, la lucha también tiene lugar en un contexto que se remonta a la historia, más allá de la industria de la música y de Chicago: “Los negros han estado del lado feo del asunto, siempre. No te dejan entrar al boliche sin cuatro identificaciones. Pero no dejás de ir. Tragar mierda también es un acto de resistencia”.
Vince dice que nunca firmó documentos para proteger su parte en el sello porque, tal vez inconcientemente, quizás no se creía merecedor de un trato justo. Entonces, ¿cómo aspirar a que a uno lo traten justamente? Y si no tiene cuidado, dice, podría pasarle la misma enseñanza a su hijo: “Deliberadamente busco nivelar la cancha para que entienda que puede hacer lo que quiera”. Parte de esa lección, dice, exige que recupere los derechos de su música. “Siento que el trato a los artistas no tiene nada que ver con el color de piel”, responde Rachael. “No hay una pizca de racismo en mí y Larry tampoco era racista”.
En junio de 2020, dos meses después de la muerte de Larry, TaP de Ben Mawson, la empresa de management que maneja a Lana Del Rey, les puso abogados a Larry Heard y Robert Owens (dos destacados artistas de Trax, que grabaron hits como “Can You Feel It” y “Washing Machine”) para que demanden a Trax por “no menos de un millón de dólares”. Trax llegó a un acuerdo y Heard y Owens recuperaron sus derechos.
Vince Lawrence, Jesse Saunders, Marshall Jefferson y los otros veinte demandantes se presentaron ante los tribunales en octubre de 2022. La demanda, presentada en el Distrito Norte de Illinois, afirma que Trax “presentó a sabiendas información falsa a la Oficina de Derechos de Autor reivindicando los derechos de propiedad intelectual de composiciones y grabaciones pertenecientes a los demandantes”. En resumen, Trax decía tener los derechos (y con ello la capacidad de cobrar regalías) cuando no los tenía. Y, según alegan los demandantes, Trax no podrá nunca presentar la documentación para demostrar que posee las grabaciones. Los demandantes buscan 150.000 dólares por cada uno de los temas que, alegan, Trax registró de manera fraudulenta.
Los demandantes también le piden al tribunal que “dé por inválidos” los registros de derechos de autor que ha hecho Trax, devolviendo de facto o reconociendo la propiedad exclusiva de los derechos de autor en la persona de los artistas. La misma demanda afirma que en 2007 Rachael registró el logo de Trax a pesar de que sabía que pertenecía a Vince. Ese registro también debería cancelarse, lo que le permitiría a Vince registrarlo él.
Trax dice que tiene contratos válidos y que, si no los tiene, es porque los contratos válidos se han perdido. Como ejemplo, la empresa le proporcionó a Rolling Stone una copia de un contrato de 1986 por los derechos de “Move Your Body (The House Music Anthem)” de Jefferson. Pero Jefferson afirma que Trax lo falsificó.
“Rachael se aferra al catálogo por resentimiento”, dice Jefferson. “No creo que nadie la haya respetado nunca por su talento. Así que esta es la venganza de Rachael”.
“Que Marshall Jefferson diga que me quiero quedar con el catálogo por resentimiento es muy mezquino de su parte”, dice Rachael. “Mi talento habla por sí mismo”.
Richard Darke, quien representa a Rachael desde 2005, dice que cree que el resentimiento contra ella y Trax se basa en parte en algunos malentendidos importantes. “No sé de qué manera Larry y Rachael trataron a todos los artistas, pero sí sé que a partir de 2007, Rachael y Larry no tenían la responsabilidad de pagarles”, dice Darke. “Debería haber sido Casablanca, y después debería haber sido Casablanca a través de Demon”. Rachael, afirma, no tenía nada que pagarles a los artistas hasta enero de 2022.
Refiriéndose a este punto, “y por mucho que Casablanca desee arreglar estos tratos comerciales previos de Trax”, nos dijo Caren A. Lederer, la abogada de Casablanca, “las empresas tuvieron un litigio de años que terminó en 2012 con un acuerdo vinculante que incluía una cláusula de no menosprecio o ‘prohibido hablar mal’” (cláusula que impidiría que una parte se exprese sobre la otra en términos negativos o cuestionando su cumplimiento del contrato firmado, y que Rachael estaría incumpliendo al cargar la responsabilidad de las deudas sobre Casablanca. En cambio, dice Lederer, “Casablanca ha cumplido y seguirá cumpliendo con esta obligación”). Emma Burch, representante de Demon Music Group, dijo al respecto: “Durante el período comprendido entre 2007 y el 31 de diciembre de 2021, Demon Music Group fue licenciatario de Casablanca Trax Inc. Como licenciatario, Demon Music Group no era responsable de los pagos a los artistas. La responsabilidad contractual de los pagos a los artistas recaía en el licenciante o el propietario de los derechos correspondientes”.
El 6 de marzo, el abogado de Sandyee le pidió a un juez que desestimara la demanda, alegando que los demandantes no detallan de qué obras musicales se violó la propiedad intelectual, tampoco “por quién, cómo y/o cuándo”, en definitiva que las acusaciones carecen de sustancia. El 3 de abril, los abogados de Trax y Rachael se sumaron al pedido y solicitaron que se desestimara el caso por la misma razón. El tribunal aún no se ha expedido.
Lita Rosario-Richardson, una abogada especializada en derechos musicales, dice que Trax y Rachael están en la clásica posición de perder o perder. Si no logran presentar contratos válidos para respaldar sus derechos registrados, se considerará que han registrado derechos de autor de manera fraudulenta. Pero si presentan los contratos, deberán a la vez las regalías que los artistas reclaman por esos contratos.
Rachael, que sólo ha tenido control total sobre el catálogo desde el 1° de enero de 2022, cuando Demon le devolvió los derechos de usufructo, dice que parte de los términos de esa devolución fue la constitución de un fondo de aproximadamente 100.000 dólares a dividirse entre los artistas. También dice que el 50 por ciento de los ingresos de esas pistas desde enero de 2022 se ha depositado para distribuirlo entre los artistas, y que les ha enviado cartas a los artistas de Trax solicitando documentos fiscales que les permitan recibir el pago. Ella dice que Trax también ha contratado a la firma de contabilidad de regalías Infinite Catalog para administrar la distribución de los pagos.
Rachael tiene el corazón roto, pero no lo quiere soltar. “Cuando comencé con esto, nadie, absolutamente nadie creía que podría ganarle a Casablanca… Soy la única que lo creía y, de alguna manera, eso al fin terminó. Pero ahora empezó este nuevo capítulo terrible”, dijo. “Hubo tantos momentos en que sentí que perdía todo. Perder a las personas que amo; perder todo lo que tengo. Y ahora está pasando de nuevo”.