Gustavo Cordera: “La gente me agradece que soy de Milei y que soy kirchnerista, proyecta sobre mí lo que tiene ganas”

El músico asegura que se despide de la industria discográfica con un álbum en el que reversiona su obra con Bersuit y en soledad, ‘De la cabeza al corazón’, mientras continúa peleando con fantasmas del pasado

Por  DIEGO MANCUSI

septiembre 8, 2024

Fernando Gutiérrez

Mal que le pese, nunca más Gustavo Cordera va a dar una entrevista sin que sobrevuele el fantasma de aquellas cosas espantosas que declaró en 2016 en una charla en TEA. La asociación es instantánea e inevitable: el Pelado Cordera, el que dijo que había mujeres que necesitaban ser violadas, acaba de sacar el disco con el que —dice— se despide de la música grabada. Fue un intento de provocación que le costó carísimo: desde ese momento sacó Tecnoanimal (2016), Entre las cuerdas (2018), los EP Cuerpo, Mente y Espíritu de 2021 a 2023 y ahora De la cabeza al corazón, y en todos esos casos se vio obligado a mechar valoraciones musicales con declaraciones sobre el “renacer” y la “muerte del ego” que le había causado aquel descomunal despelote. Mientras, navega en un gris en el que por un lado pide disculpas y por el otro alude a oscuras conspiraciones políticas. Por eso este texto empieza así: porque, con la posible excepción de sus fans más intensos, nadie que lo lea pensará en Cordera sin pensar en aquello otro, así que mejor exorcizarlo desde el vamos.

A partir de ahí vienen preguntas que cada uno se responderá. ¿Por qué a otros colegas suyos les dejaron pasar el haber dicho y hecho cosas de similar gravedad, y él nunca se pudo descolgar ese sambenito? ¿Qué pasó? ¿Había unas ganas latentes de caerle a Cordera y él pisó el palito? ¿Estaban justificadas esas ganas de caerle? ¿Por qué, puntualmente? Tanta argentinidad al palo, tanta testosterona, tanto “laten bolas”, el famoso “pedido de garantías” para tocar “Hociquito de ratón”, las “hazañas” de backstage que supo revelar Enrique Symns: quizás había un caldo de cultivo y hacía falta hablar al pedo nomás. Y a todo esto, ¿es justo que el tipo saque un disco y se lo interpele por una animalada que dijo hace ocho años? Lo dicho: justo o no, hacer otra cosa es desinformar.

Porque además el disco está atravesado por lo que pasó a partir de eso. Cordera le hace un guiño a De la cabeza, al que llama “el disco más emblemático de Bersuit”, agregándole un “al corazón” al título para reflejar ese viaje de la rumia al sentimiento crudo en esta última etapa de su vida. Para eso elige revisar su pasado con autoversiones de canciones suyas “de contenido mental”, como “La del toro”, “De ahí soy yo”, “En la ribera”, “Caroncha” o “El gordo motoneta”, y ahí meter una bisagra con el estreno “Abrazo de gol” (en la que se despide cantando “ya no estaré en el foco ni seré la atracción, no seré más la excusa de tanta frustración”), para después pasar al “plexo solar, que es el corazón”, con “Mi amigo corazón”, “Soy campeón” y “El baile de la gambeta” y cerrar con una reformulación con Auto-Tune de “Nacer” (La caravana mágica Vol.2, 2012), que es “la última canción que grabé en el disco, y tal vez en mi carrera discográfica; entonces, es una muerte que propone la llegada a un nuevo portal, que es un nacimiento”. Cordera dice que lo asesinaron, a él o a lo que representaba, y que ahora encarna un nuevo avatar que, ya veremos, se sigue metiendo en quilombos por hablar igual que su antecesor.

Muchas veces mencionaste tu renacimiento en una persona diferente. Ahora estás repasando tu obra, ¿cómo ve este Cordera la obra del otro Cordera?

Siempre que vuelvo a esos lugares, descubro algo nuevo. La intensidad, la valentía, la irreverencia, la libertad que me tomaba, fueron los sustentos y lo que yo honré en este disco. Este disco es el que tiene más libertad de todos los que hice, porque tiene que ver con la improvisación. Entonces tiene sintetizado un poquitito de todos los Cordera, a lo largo de los 36 años que hago canciones.

¿Qué pensás hacer con las canciones que surjan de ahora en más? ¿O es que no surgen si no las vas a buscar?

Yo estoy componiendo todos los días. O sea, no es que compongo: yo ya me transformé en música. El otro día, charlando de esto en lo del Bebe [Contepomi], nos pusimos a improvisar con Marcelo [Predacino, guitarrista y coproductor del disco junto a Cordera] y le hicimos una canción al programa ahí mismo. O sea, ya está abierto el canal. Ya no lo puedo cerrar. Voy a seguir haciendo canciones toda la vida. Arte toda la vida. Escribiendo libros, no sé. Haciendo de todo. Pero de lo que sí estoy seguro es que no voy a grabar más. Y van a ser dos o tres años más de lo que se llama carrera en los escenarios. Porque, bueno, en algún momento las carreras finalizan.

(Foto: Fernando Gutiérrez)

Más allá de la idea de “viaje concluido”: ¿hay algún desencanto tuyo con algún eslabón de la cadena de producción y consumo de la música hoy?

No, no. Justamente tiene que ver con el agradecimiento. Porque lo hago desde el amor. Desde celebrar todo lo que sucedió, no desde juzgarlo. Por eso es íntegro. El desencanto fue un motor. El odio fue un motor. El resentimiento. El engaño. La tristeza. La herida fue motor. Pero hoy no. Hoy está sanado eso.

En la tapa del disco está tu cabeza en un plato y hace poco dijiste “me asesinaron”. ¿De qué te sentís víctima?

No me siento víctima. El personaje fue asesinado. Y no hace falta que yo sea víctima. Es algo que podés ver vos. Que pudo ver todo el mundo. Eso se hizo públicamente. El personaje murió. Y no me siento víctima. Al contrario, me siento un privilegiado: poder nacer una vez más en este cuerpo. Hay gente que necesita morir para reencarnar. Morí y todavía estoy vivo en este cuerpo.

¿En ningún momento te preguntaste si esa sensación de ser “asesinado” no era una reacción tuya a que te marcaran límites?

El choque es un límite. La muerte es un límite. Las enfermedades son un límite. Las separaciones son un límite. Las pérdidas son un límite. Y bueno, fue un gran límite. Fue todo eso junto.

“Se viene el estallido. Mal día para la progresía que le gusta vivir y hacer caridad con lo ajeno…”, tuiteó a fines de julio el presidente Javier Milei. Lo hizo a modo de agradecimiento a lo que se interpretó como un apoyo que Cordera le había dado en una nota de streaming en la que dijo: “Yo siento que la Argentina está en un proceso ascendente”, “creo en la libertad” y “estamos viviendo una experiencia, estamos aprendiendo, y aprender duele”. De vuelta: lejos estaría Cordera de ser el único rockero combativo de los 90 que viró a la derecha, pero con él hay revuelo. Más que nada porque Milei, sin entenderla, abrazó “Se viene” como himno (un menemista citando un tema anti Menem que dice “se viene el estallido de tu gobierno” siendo él mismo el gobierno: las cosas son así con esta administración), y sería cuando menos retorcido que quien cantó “Norma Plá a Cavallo lo tiene que matar” (“Señor Cobranza” de Las Manos de Filippi, covereada por Bersuit) se pare al lado de quien se jacta de solventar un superávit licuándoles los ingresos a los jubilados. Lo que dispara el encuentro es De la cabeza al corazón, su último disco (último como en “final”, no solo como en “más reciente”), pero de nuevo: el discurso no es un detalle menor en Cordera. Por eso se le consulta por la nueva vida de su vieja música y por ese supuesto gesto de apoyo que, parece, no era tal. Y él, con todo derecho, como el que se quema con leche al ver la vaca, levanta la guardia.

¿Qué sentís al ver canciones que hiciste o que interpretaste, resignificadas? Me refiero a “Se viene” cantada por Milei, o Dillom cantando “en la plaza a Caputo lo tienen que matar” sobre “Señor Cobranza”?

Las canciones no me pertenecen. Y cada uno se tendrá que hacer cargo de lo que hace con la canción y lo que le representa. Entonces, yo sé cuándo las canté, desde dónde las canté. Y de eso me puedo hacer responsable. Pero no soy dueño de las canciones que hago. Una vez que las canto y las regalo, ya le pertenecen a la gente. En un baile, en una fiesta, en un mitin político, en cada casa. Yo no puedo, no soy Dios. No estoy en este mundo para perder el tiempo fijándome quién canta una canción mía para salir a decirle “no, este que no la cante, no me gusta”. Eso no está dentro de mi ética, de mis valores. Para mí la libertad es un valor esencial. Y esa libertad que me doy a mí mismo, por supuesto se la doy a la gente.

En lo que se interpretó como un apoyo a este gobierno dijiste “veo vida y creo en la libertad”. ¿Qué libertad y qué vida ves que tenemos en este momento?

Mirá, yo lo vi después de la pandemia. La pandemia fue el momento más restrictivo de la historia. Nunca imaginé ver a la gente con la boca tapada, encerrada en sus casas dos años. Y sucedió. Eso activó el despertar de muchos. La libertad no se pide, se ejerce. A partir de la pandemia empecé a ejercer la libertad y me di cuenta de que muchas otras personas también. Eso significa que estamos tomando conciencia de la libertad. Lo que vamos a lograr es generar nuestra propia vida. Y compartirla en la sociedad. Creo que eso se llama iluminar o despertar, ponele el nombre que tengas ganas. Ya no espero que un político me dé la libertad. Que un militar, la escuela o el trabajo me den la libertad. Es esencialmente el libre albedrío. Algo constitutivo, como derecho natural. Y es ahí donde me paro cuando digo libertad. Es algo que habito. No es político eso. Si se malentiende, es otra cosa.

No sos ingenuo y sabés que lo que dijiste se interpretó de otra manera. A tal punto que el mismo Presidente salió a agradecerte.

Hoy hay gente que me agradece que soy kirchnerista. Hoy. La gente me agradece que soy de Milei y que soy kirchnerista. Que soy militar y que soy de izquierda. La gente proyecta sobre mí lo que tiene ganas. Si a eso le sumás que los medios editan y operan porque saben que soy una persona que genera conflicto, ¿qué puedo hacer? Cada uno tome lo que quiera. Hace 40 años que no voto y me represento a mí mismo. Soy artista, no político. No veo a los políticos hablando de arte. ¿Por qué tengo que hablar yo de gobiernos? A ver, explicame.

No tenés que hablar, pero hablaste, y sabés que se interpretó para ese lado.

Pero ¿qué puedo hacer con la interpretación? Hoy me tenés acá y me estás escuchando. ¿Qué puedo hacer yo con tu interpretación? Seguro va a haber una distorsión entre lo que digo y lo que interpretás. Eso forma parte del juego.

Por lo pronto podés despegarte de eso, que es lo que estás haciendo.

Pero eso no es despegarme: eso también lo dije el otro día. Y ahora lo voy a decir y seguro vas a titular de manera que también la gente va a interpretar. Y también el medio en el que estás va a operar para que eso suceda. Lo hacen todos los medios. Necesitan vender, y está bien. Después la gente se va a encontrar con la obra y los conceptos. Y los que me conocen hace 36 años saben que si necesitan saber algo, solo me lo tienen que preguntar a los ojos, en la cara, como la gente cuando termina los conciertos. O en la calle. Y ya está.

La reacción pública obvia es preguntarse cómo quedás alineado con un político que dice que el tipo al que le cantabas “se viene el estallido” es el mejor presidente de la historia.

Sí, pero eso corre por cuenta tuya. Es tu interpretación. No voy a reaccionar a una interpretación tuya porque no es lo que dije. Lo vuelvo a repetir: soy una persona libre y utilizo el libre albedrío. ¿Eso me pone en algún costado político? Supuestamente no. Tengo una posición política, pero no es partidaria. Mi posición política es estar siempre del lado de la gente, del lado del corazón. Siempre fui un tipo de barrio, de Avellaneda, hijo de obreros. Mi padre es obrero, mi mamá maestra. Está en mi ADN. “Mi caramelo”, por ejemplo, es una canción que atravesó Alfonsín, Menem, Duhalde, De la Rúa, Kirchner, Macri y va a atravesar a Milei. Y se va a ir Milei y va a venir otro. Todas las canciones van a atravesar todas las instancias políticas, porque el pensamiento político es partidario, partido. Y el arte es un pensamiento entero. No me importa cómo piensan ustedes políticamente: yo les canto una canción en este momento y me conecto con todos. Ese es mi lenguaje. No quiero que me utilicen más. Ya está, loco. Tengo 62 años. Hace 30 años que me utilizan.

Se entiende. Por eso hace ruido verte alineado con un movimiento político que hace gala de la crueldad a vos, que más de una vez expresaste que fuiste objeto de mucha crueldad a partir de lo que dijiste en aquella charla de TEA.

Claro, y eso fue otra operación política que le sirvió a una parte. Perfecto, ya está. Déjenme tranquilo. Estoy haciendo un disco de la puta madre. Estoy haciendo un regalo. Nueve meses laburando para eso y poniéndole el alma y el corazón. Eso es lo más importante ahora. Me importan tres carajos los políticos.

El título del disco es bastante explícito.

Y sí. Que se quede tranquila la gente, que busque roña y putrefacción en otros lados porque acá no la van a encontrar.