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Gojira habla de su épica presentación en los Juegos Olímpicos: “Queríamos mostrar de qué iba el metal”

Ante la polémica, el líder de la banda aclara: “Es historia francesa. Gente decapitada, vino tinto y sangre por todas partes: es romántico, es normal. No hay nada satánico”.

julio 29, 2024

Cualquiera que sintonizara la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 2024 el viernes esperando grandes actuaciones de música pop como las de Céline Dion y Lady Gaga probablemente no estaba preparado para ver a María Antonieta, decapitada y ensangrentada, cantando el himno francés del siglo XIX “¡Ah! Ça Ira” con la banda francesa de heavy metal Gojira. El cuarteto tomó las riendas de la reina decapitada con aplomo, poniendo fin a su reinado con un bombo de doble pedal, una guitarra rítmica neumática y la interpretación gruñida de la letra del líder Joe Duplantier, que insiste en que después de la revolución todo irá bien.

Cada miembro de la banda -Duplantier, su hermano, el baterista Mario, el guitarrista principal Christian Andreu y el bajista Jean-Michel Labadie– interpretó su parte en una ventana diferente del palacio de la Conciergerie de París, con fuego por todas partes y la mezzosoprano Marina Viotti deslizándose en un barco, cantando la canción como si fuera ópera. La actuación duró sólo dos minutos y medio, pero entre los asombrosos efectos visuales surrealistas y la agresividad de Gojira, que te golpea en la cabeza hasta que te caes, se convirtió en uno de los momentos más comentados de la noche. Algunos comentaristas de derecha se apresuraron a denunciar la actuación como propaganda satánica. Pero para los amantes del metal, se trató de otro tipo de validación: el reconocimiento del género en un escenario mundial.

Para Duplantier, era una gran responsabilidad. Gojira pasó casi 30 años perfeccionando sus ritmos metálicos, ganándose el respeto de líderes del género como Metallica, así como de los medios de comunicación; ROLLING STONE nombró su álbum de 2005 From Mars to Sirius uno de los mejores álbumes de metal de todos los tiempos y su álbum más reciente, Fortitude (2021), uno de los mejores de ese año. Como Duplantier le cuenta el lunes a ROLLING STONE, a través de un Zoom desde la casa de su padre, en el suroeste de Francia, todavía está dándole sentido a todo.

¿Cómo te sentís después de la actuación?

Es un poco irreal. Llevamos meses preparándola. Desde que el Comité Olímpico y el compositor, Victor le Masne, se pusieron en contacto con nosotros, no estaba seguro de lo que iba a pasar, porque sonaba completamente irreal. La cantidad de gente que nos iba a ver en directo eclipsaba un poco el momento. No pensaba en lo que iba a pasar porque era demasiado alucinante. Así que la realidad del momento fue absolutamente alucinante desde donde estábamos, allí arriba en la Conciergerie y la vista que teníamos del paisaje y de todos los equipos olímpicos, que pasaban en barcos. Fue bastante surrealista.

¿Pensaste mucho en la responsabilidad de representar al metal en el escenario mundial?

Intento no pensar demasiado en eso porque sigue dejándome alucinado [risas]. El Comité Olímpico podría haber pedido literalmente a cualquiera que tocara. Pienso en bandas como Metallica o AC/DC, que son nombres conocidos y potencias de nuestro género a las que todos veneramos y son nuestros héroes. Nunca nos hemos considerado la banda más grande del mundo digna de tocar en los Juegos Olímpicos, ni nada parecido. Es muy extraño.

Lo que pienso es que en 2024 es un reto dar esperanza a la gente, mostrar algo original. La gente ha visto de todo, desde aterrizar en la luna hasta la inteligencia artificial. Así que era un reto para París y para el Comité expresar algo fresco, nuevo y original y también mostrar lo que es Francia.

Al menos por nuestra parte, el hecho de que el metal y la ópera nunca antes se hubieran visto juntos en televisión y ante tanta gente es una declaración para el país galo. Es decir: “Eh, mirá. Seguimos superando los límites en el mundo”. Así que enhorabuena a Francia por haber organizado todo esto.

¿Quién eligió la canción “Ah! Ça Ira“?

No fuimos nosotros en absoluto. Fue el equipo de jóvenes, compositores y diseñadores que decidieron todo el tema. No sabíamos nada de la ceremonia; sólo nos concentrábamos en la foto y el momento de María Antonieta. No sabíamos cómo iba a quedar ni cómo iba a encajar con toda la actuación. No sabía que Lady Gaga o Celine Dion iban a estar allí. Estábamos bajo la confidencialidad [del Comité Olímpico], y no se nos permitía decirle a nuestra gente que íbamos a hacer esto. No sabíamos en absoluto lo que iba a pasar. Sólo íbamos y veníamos con el compositor de la ceremonia olímpica, Victor le Masne. Nos dio un tempo y una pauta. Y luego hicimos lo nuestro.

¿Cómo hicieron para que la canción fuera metálica?

De forma muy sencilla y orgánica, se nos ocurrieron riffs y ritmos que nos gustaba tocar. Nos lo tomamos como una oportunidad para representar a la escena metalera. Así que nos pusimos manos a la obra y no nos limitamos a tocar unas pocas notas para sorprender a la gente. Decidimos ir por todo, con doble bombo, gritos, gruñidos, momentos épicos y un corte de ritmo al final. Y para nuestra sorpresa, todo fue aceptado por el comité.

Pero nos dieron algunas directrices y cosas que eran obligatorias, por ejemplo, decir “¡Ah! Ça Ira”, que terminé diciéndolo tres veces en la canción. Es raro que cante en francés en Gojira. Así que fue todo un reto. Fui yo quien presionó para poner algo de inglés en medio de la canción para hacerla más internacional.

¿Cómo prepararon y ensayaron la canción para la actuación?

Hubo muchos pasos. La primera maqueta que hicimos Mario y yo nos llevó tres o cuatro horas. Enviamos lo que se nos ocurrió a Victor, que hizo algunos arreglos para música clásica. Nos reunimos en Nueva York, quizá tres veces en mi estudio de Queens. Todo se planificó con bastante rapidez y luego fue cuestión de afinar y de algunas cuestiones políticas sobre las cosas que podíamos decir y las que no. Y luego Marina también se metió en la mezcla. E hicimos algunas reuniones de Zoom. Fue un proceso largo.

La segunda fase fue ensayar con todos los músicos clásicos, la crème de la crème de la música clásica francesa. También fue un privilegio estar en una sala con casi 300 músicos a los que apenas se ven durante la representación, pero todos están allí: violonchelos, tubas, percusión, campanas, de todo. Todos estos instrumentos estaban presentes. Es un poco frustrante no ver lo que está pasando en términos musicales; la escena de María Antonieta y el coro que canta “¡Ah! Ça Ira” robaron el espectáculo por completo. Pero quiero dar un gran aplauso a todos los músicos clásicos que participaron en la canción.

Se dieron algunas reacciones extrañas a María Antonieta en Internet. Andrew Tate, un cretino de las redes sociales, sugirió que era satánica. ¿Qué te parece?

No es nada de eso. Es historia francesa. Es el encanto francés, ya sabés, gente decapitada, vino tinto y sangre por todas partes; es romántico, es normal. No hay nada satánico [risas]. Francia es un país que hizo una separación entre el Estado y la religión durante la revolución. Y es algo muy importante, muy ligado a los cimientos de la Francia republicana. Lo llamamos laicidad. Es cuando el Estado ya no es religioso, por lo tanto es libre en términos de expresión y simbolismo. Se trata de historia y de hechos. No nos fijamos demasiado en el simbolismo en términos de religión.

Hablando de religión, el otro revuelo en Internet sobre la ceremonia inaugural fue la supuesta recreación de la “Última Cena”. ¿Qué le ha parecido?

No la he visto, por sorprendente que parezca. Tengo familia. Tengo hijos. Así que justo después de todo ese trabajo y concentración en los Juegos Olímpicos, estaba totalmente a oscuras. No pude sentarme a verlo bien.

Está bien. Volviendo a su actuación, ¿pudieron ensayarla en la Conciergerie, en las plataformas de las ventanas?

No ensayamos in situ, así que fue un poco complicado. Incluso con cuatro músicos tocando juntos algunas canciones, tenés que hacerlo diez veces antes de que te salga bien. Y cada vez que salimos de gira, aunque nos conocemos muy bien, siempre hace falta una semana para estar realmente compenetrados y ofrecer algo realmente potente. Así que cuando pensás en eso… es un reto presentar en televisión en vivo un espectáculo que nunca se ensayó como es debido. Toda la gente que participó demostró mucha profesionalidad: los iluminadores, los técnicos de sonido, los cámaras, los ingenieros de sonido, los músicos que no se conocían y tuvieron que actuar juntos, los bailarines. Todos dieron lo mejor de sí mismos. Además, todos fuimos elegidos a dedo; no es como si tomaras la decisión de ir a la ceremonia. Así que todas las personas presentes que lo hicieron fueron invitadas y tuvieron que trabajar realmente en torno a su agenda para que esto sucediera y fuera una realidad.

Así que no, no hubo ensayo in situ. Sólo pude subir al balcón una vez, durante 10 minutos, tres días antes. Probé los arneses y todo, pero sin mi guitarra, así que ni siquiera sabía lo que iba a ser estar ahí de pie con la guitarra, rockeando. Mi soporte de micrófono estaba atornillado a la tabla en la que estoy de pie, y eso tenía que ir a la sala de la Conciergerie. Incluso para los Juegos Olímpicos, al parecer hubo que negociar durante meses el acceso al edificio.

Tuvimos un día para ensayar con la orquesta, pero fue en un lugar separado para mantenerlo en secreto. Fue muy complejo de organizar, muy político, muy metódico, y es un milagro que funcionara, como un alunizaje.

Estás ahí de pie, hay toda esa pirotecnia, no podés ver a tu hermano ni a los otros miembros de la banda… ¿Qué se te pasó por la cabeza en ese momento?

Fue muy extraño. Soy un poco tímido por naturaleza, así que cuando actúo, cambio y me pongo en “modo espectáculo”, así que no estaba preocupado. Sabía que no me iba a congelar. Pero tengo que decir que, no sé a qué altura estaba esa cosa -30 metros, 100 pies de altura-, con la lluvia, era muy, muy raro. Y teníamos que estar ahí arriba después de maquillarnos y peinarnos con todo el material y los trajes y los arneses y la guitarra -“¿Voy a poder tocar?”- tuvimos que esperar 15 largos minutos ahí, listos para salir en vivo bajo la lluvia antes de actuar. Fue un reto épico para todos nosotros. Los violonchelos y los instrumentos clásicos estaban mojados. Tuvimos que intentar protegerlos a ellos y al equipo electrónico con el que tocamos. Teníamos a nuestro equipo con nosotros, gracias a Dios. Estaban escondidos, pero no muy lejos, justo detrás de las paredes, intentando que todo funcionara bien.

¿Qué tipo de comentarios recibieron? ¿Muchos mensajes? ¿Se puso en contacto con ustedes el presidente Macron?

No he tenido noticias del presidente Macron, pero he recibido una cantidad abrumadora de mensajes de texto. Soy muy, muy malo con mi teléfono. Lo pierdo todo el tiempo. Me olvido de revisar mis mensajes en esta y aquella aplicación, así que todavía hay mensajes que no he visto, pero tengo que decir que la comunidad del metal estaba extasiada. Somos una comunidad muy unida. En todo el mundo hay bandas de metal que se vigilan entre sí, y trabajamos juntos, salimos de gira juntos, nos apoyamos mutuamente. Así que mucha gente expresó su apoyo y su felicidad por esto, por toda la comunidad, por todo el género. Quizá ahora la gente piense que el metal no es tan malo después de haber tenido que soportar tres minutos de él. Recibí mensajes de texto de algunas de mis bandas favoritas y de algunos de mis mejores amigos en la industria, y de algunos atletas, y de algunas personas que no sé quiénes son, pero es muy abrumador.

Todavía no he hablado con Emmanuel Macron, pero me encantaría, porque él y yo tenemos algo en común ahora mismo mientras hablamos, y es saber que el capitán Paul Watson, cofundador de Greenpeace, cofundador de Sea Shepherd y fundador de Neptune’s Pirates y la Fundación Paul Watson, que protege a las ballenas y la fauna marina internacionalmente, está actualmente prisionero en Nuuk, Groenlandia, por el gobierno danés. Me encantaría reunirme con el presidente Macron y el primer ministro de Justicia de Dinamarca después de todo el revuelo y todo el alboroto en torno a los Juegos Olímpicos para hablar de Paul Watson en cautiverio y tratar de hacer cumplir las leyes internacionales que protegen la fauna marina. Podría permanecer en la cárcel el resto de su vida. Así que esta es mi lucha hoy.

Sé que Emmanuel Macron apoya a Paul Watson y pidió al gobierno danés que liberara hoy a Paul Watson, para que pueda seguir siendo activista y educando a la gente sobre la importancia de preservar la vida salvaje y la importancia de no infringir las leyes internacionales. Fue detenido cuando intentaba simplemente ponerse entre las ballenas y un barco, como suele hacer. Sé que tiene mala prensa, y que la gente le llama ecoterrorista, y todo ese tipo de cosas. Pero es amigo mío. Sé que tiene un buen corazón. Y sé que lo que está haciendo es muy importante. De hecho, dentro de unos días iré a Copenhague y espero reunirme ahí con el Primer Ministro de Justicia.

Antes dijiste que había cosas políticas de las que no se les permitía hablar durante su actuación. ¿Es esa uno de ellas?

Nos sentimos muy, muy honrados de formar parte de esto. Ni por un segundo pensamos: “Vamos a perturbar esto o a usarlo para secuestrarlo y difundir el mensaje”. Somos músicos, tenemos una carrera. Nos sentimos muy honrados y pensamos que era algo estupendo para la comunidad del metal. Así que simplemente jugamos el partido e hicimos todo lo posible para que pareciera fabuloso. Pero eso no significa que no tengamos cosas que decir, y simplemente voy a utilizar el rumor en torno a la banda para quizá difundir algunas ideas aquí y allá.

Interpreté la letra de “¡Ah! Ça Ira“ como “Todo irá bien. La gente debe unirse“. ¿Creés que es una posibilidad?

Cuando hablamos de esa canción, hay un doble significado. Literalmente significa: “Todo saldrá bien»” Así que le dice al mundo: “Todo saldrá bien”. Pero cuando se dice de cierta manera, con cierto tono, en realidad significa: “Ya tuvimos suficiente”. Podrías decir, “Ça ira bien” como, “OK, es suficiente”. Es muy de la vieja escuela. La gente ya no lo usa hoy en día.

El significado original era: “Todo irá bien, podemos hacerlo”. Pero durante la época de la Revolución, se transformó en: “Ya tuvimos suficiente: vamos a colgar a los aristócratas. Y vamos a cambiar las cosas”. Es una canción muy larga y arcaica con un montón de letras. Me tocó escribir la letra de mi parte. Así que lo que hice fue intentar señalar las partes de la canción que eran realmente positivas y que no podían ser una invitación a la violencia y a los disturbios y a decapitar a la gente, sino más bien: “Todo irá bien, literalmente”. Así que ese es el ángulo que elegí tomar.

Literalmente, lo que digo es: “Alegrémonos porque vendrán buenos tiempos, sin miedo al fuego ni a las llamas”. Es un mensaje de esperanza para el mundo en estos tiempos turbulentos con todas estas guerras en marcha e interesantes “líderes” tomando el poder en todas partes del mundo. Hay un ambiente extraño en el mundo. Y creo que la gente necesita oír: “Todo saldrá bien”, sobre todo los jóvenes, cuando oyen hablar del calentamiento global y de los negros nubarrones que se vislumbran en el horizonte. Podemos cambiar nuestro futuro. Podemos ser el cambio. Nunca es demasiado tarde para hacer las cosas bien.

La revolución es individual. Si la gente decide ser más compasiva y tomar las decisiones correctas para sí misma, las cosas pueden ir bien.

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