Fianru: “Me gusta que la gente se coma las barras de una canción sin estar mirando qué ropa tengo”

El rapero de Parque Patricios sirve su disco más logrado mientras une generaciones dentro del hip-hop

Por  Daniel Flores

octubre 20, 2024

“Son poquitos los pibes que la rompen y al otro día salen a taguear”, reflexiona Fianru.

Segismundo Trivero

Los guantes de Corti, la copa bien servida, el banderín de Huracán, la gorra de los Yankees, el afiche de uno de sus shows más importantes. Fianru quiere que todo entre en la foto para esta nota, del mismo modo que durante la charla habla rápido, metiendo y acumulando cantidad de conceptos fuertes y claros. Del mismo modo que rapea con esa voz afilada, ríspida. Será porque este pibe de 37, con dos hijos, tiene más años rapeando que haciendo cualquier otra cosa: arrancó a los 15 en esto, a lo que él llama “su cultura”. Y ahora acaba de estrenar La solución, su disco más logrado, el disco para el que parece haberse preparado desde 2000, desde siempre.

Fianru en el El Almacén de Latas, el bar cervecero artesanal que compró hace unos meses. (Foto: Segismundo Trivero)

Las fotos y la charla tienen lugar un domingo en El Almacén de Latas, el bar cervecero artesanal que Fianru compró hace unos meses, sobre la calle Pinzón, desde donde se ve la Bombonera como un telón de fondo barrial algo engañoso; todo bien, pero el anfitrión (hijo de uruguayos, nacido en Parque Patricios) es del Globo. Nada de eso impide que los vecinos pasen y saluden amistosamente a través del vidrio a Fianru y a su hijo más chico, Rapha (cuatro años, también gorrita NY; un niño con el rap ya impreso en el nombre), que juega Roblox en una banqueta del local todavía cerrado, mientras papá ordena el mobiliario, posa para una foto, sirve otra IPA de autor, teoriza sobre el hip-hop, disfruta, no para.

“Si me hacías esta entrevista tres años atrás, te decía que la música ya no solo se escucha, que ahora se ve, que hay que hacer videos… No me avergüenza nada cambiar de opinión y contradecirme, pero hoy te digo lo contrario: me gusta que la gente se coma la letra y las barras de una canción sin estar mirando qué ropa tengo. Quiero que escuchen sin necesidad de ver nada más”, dice Fianru (de chiquito, su abuela lo llamaba “rufián”), rápido, como tagueando el aire alrededor de la mesa.

No en vano, La solución es un disco sugerente, climático, por momentos oscuro. “No solo riman las palabras. También los beats riman con lo que estamos diciendo”, apunta el rapero, que trabajó bajo la producción de Nico Bird (músico y técnico de larga trayectoria en la escena reggae porteña) y sobre instrumentales del beatmaker vasco Nigma Beats (nombre bastante descriptivo del sonido que lo caracteriza). Así logró nueve tracks capaces de interpelar al público entendido, vieja y nueva escuela, y también a oyentes no especializados, sin paladar para el trap, pero con cierto gusto por artistas noventeros como Mobb Deep y Onyx. “Mi flow es muy caro, así como el de Ciro, el Indio y Calamaro”, Fianru le tira un guiño a la audiencia rockera desde el tema que da título a un disco cargado con feats de T&K, Mir Nicolás, Malandro y Jesse Pungaz.

Recuerda exactamente cuándo empezó a edificar La solución: el 13-03-2023. “Soy un maniático de los números, las fechas, los horarios —explica—. Ese día mi hijo Rafa empezó el jardín. Hasta entonces, me había tomado esos años para criar al gordo, sin perderme ese momento. Pero el día que empezó la escuela, arrancamos con lo que ya sabíamos que sería este disco”. Más números: “Dodge”, el primer track. “Mi viejo tenía un Dodge coupé 3.7 y la escribí cuando cumplí 37. Es el tema más fuerte del disco, super heavy, con mucho reverb, muy noventas”; “0,5 mg” está dedicada a Ana, su madre, fallecida durante la grabación del disco. “En el mismo álbum hay un video con ella y después un tema sobre su muerte. Compramos juntos este bar y no lo llegó a disfrutar. Esta fue una etapa muy loca de mi vida, y está todo ahí, en el disco”.

El 10 de noviembre, en Niceto Club, será la presentación en vivo de La solución, con el lujo de una banda integrada por algunos músicos vinculados con la ya clásica e influyente fiesta Afromama.

Empezaste con el rap a los 15. ¿Qué sentís al ver cómo creció el género en estos últimos años?

Lo que pasa es que todo se volvió muy rapero, pero poco hiphopero. Son poquitos los pibes que la rompen y al otro día salen a taguear… Que los hay, los hay, es importante aclararlo: esto no va a morir nunca, para eso hay locos como yo, que se encargan de que siga. No solo de mi generación, también hay guachines que entienden en la que están metidos, como Truenito, que saben que no todo es meter una barra, que con eso solo nunca vas a tener el respeto de los raperos de verdad. Y el hip-hop se basa en eso: el respeto. Nosotros sentíamos respeto y admiración por los chabones que venían de antes. Y mirá que tampoco soy la old school, en todo caso sería la nueva-vieja escuela: nací en 1986, en los 90 no sabía ni que existía el rap y grabé mi primera canción en el 2000. Usábamos cualquier cosa, el mic de la compu tapado con una media, metidos adentro del ropero… En 2004, ya tenía una crew y en 2005 había dejado de jugar al fútbol. Estaba en una.

¿Y cómo te llevás con el lado competitivo del rap?

Me motiva competir y también ver a dos personas midiéndose de manera sana. Algunas batallas son muy duras y por eso hay cosas que no me gustan tanto, como cuando se usa la pantalla [para proyectar cosas contra el rival]. Pienso que, al final, una palabra puede doler más que un piña. Muchos de los que compiten son super raperos, los conozco desde hace mil años. La presión, la tensión, me gustan. Me pasa lo mismo con el freestyle, que fue lo primero que me hizo sentir que podía hacer música. Me vuelve loco, con el freestyle siento poder en el cuerpo, que puedo hacer lo que quiera. Compartir esa sensación es lo más rapero que puedo hacer.

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