[Archivo RS] Fermin Muguruza: “En mi primer viaje por la franja de Gaza, me movilizó todo lo que vi por la calle”

Ya están en venta las entradas para el concierto del vasco Fermin Muguruza en el estadio Obras de Buenos Aires, el 24 de mayo de 2025. Aquí, recordamos su histórica entrevista en ROLLING STONE, publicada en 2013

Por  HUMPHREY INZILLO Y MARTÍN PEREZ DURO

octubre 25, 2024

Fermin Muguruza retratado en Buenos Aires en 2012.

MARIANA ELIANO (ARCHIVO ROLLING STONE)

Entrevista publicada originalmente en ROLLING STONE #178, enero de 2013. Fermin Muguruza se presenta en el estadio Obras el 24 de mayo de 2025 bajo la consigna “Hachas vascas contra la motosierra”. Entradas, acá.

Los vascos tiramos de una cuerda, la soka-tira, y la siguiente generación se pone a tirar también, y la siguiente sigue tirando: no la rompe, y tira también por otro lado. Es una frase típica: “la cuerda no se para”, explica Fermin Muguruza, que a punto de cumplir 50 años y con tres décadas de actividad artística, probablemente sea el vocero más importante de su cultura en todo el mundo. Muguruza, que en los 80, al frente del trío ska-punk Kortatu, fue uno de los representantes del “rock radical vasco”, siempre ha tirado de esa cuerda en una mutación artística constante: en su transición hacia el rock-rap-reggae con Negu Gorriak en los 90; en su proyecto solista desde 1999, con el que lleva editados cinco álbumes de estudio con el power dub como hilo conductor; y en colaboraciones con emblemas del reggae como Toots, Rita Marley y Luciano (Euskal Herria Jamaika Clash, 2006); y a partir de Checkpoint Rock – Canciones desde Palestina (2008), como director de cine documental.

“En mi primer viaje por la franja de Gaza, me movilizó todo lo que vi por la calle, pero sobre todo el impedimento de los músicos para poder encontrarse, justamente a causa de esos chekpoints [puestos de frontera]. Entonces me decidí a filmar un documental y a grabarlos tocando sobre una misma canción. Para que tenga más repercusión, le pedí a Manu [Chao] que hiciera las bases”, explica. Su incursión en el lenguaje audiovisual no fue forzada: desde los tiempos de Negu, siempre había editado bitácoras de giras y grabaciones. Y al mismo tiempo, además, desde su fascinación adolescente por la Revolución Sandinista en Nicaragua y su participación activa en el independentismo vasco, ha adherido a diversas causas, como el Movimiento Zapatista o, justamente, la liberación palestina.

Aunque su último disco, Asthmatic Lion Sound Systema, que incluye una catarata de colaboraciones (Gambeat & Manu Chao, Ojos de Brujo, la actriz Rossy de Palma), es de 2009, Fermin hizo un impasse en su carrera solista para hacer vida de cineasta: filmar documentales y presentarlos, luego, por todo el mundo. Y así llegó a la Argentina a fines de noviembre para presentar su última película, Zuloak, que retrata la escena emergente femenina del rock vasco, en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Y también para mostrarla, junto con una parte de su serie de documentales sobre la música en el múndo árabe (producidos por Al Jazeera), en la segunda edición del Latin Arab Film Fest de Buenos Aires.

Así que mientras proyectan el film para los periodistas especializados en la sala Amalia Lacroze de Fortabat de la Alianza Francesa, Fermin se dispone a repasar una vida signada por la sokatira, o un modo de entender la vida y el arte como una suerte de cinchada cultural. 

Empecemos, entonces, por 1979: un año clave en la vida de Fermin, que en aquel entonces era un adolescente de 16 años. Eran tiempos de la llamada “transición española” luego de la dictadura franquista, y en una marcha pacífica contra la utilización de energía nuclear la policía asesinó a Gladys del Estal Ferreño, una joven de 23 años que activaba en una agrupación ecologista de San Sebastián. “Luego de eso, muchos optaron por volver a la lucha armada”, explica. Y agrega: “Ese mismo año se produce en Nicaragua la Revolución Sandinista. Fue una revolución poética, impresionante, que rompió los moldes de lo que habían sido las revoluciones hasta ese momento. Y, por si fuera poco, los Clash editan London Calling”.

Desde ese momento, habiendo terminado el secundario, Muguruza comenzó a estudiar Pedagogía y a escuchar a los Clash, y enfocó su satélite en América latina. Esa relación, como veremos más adelante, se profundizaría hasta transformarlo, junto a su amigo Manu Chao, en un emblema del rock latino.

Pero el gran punto de inflexión en la vida de Fermin fue el concierto de The Clash en el velódromo de Anoeta en San Sebastián, el 2 de mayo de 1981. “Ese concierto comenzó con «Aurresku», una de las canciones míticas del cancionero popular vasco, intepretada por un txistu [flauta típica de tres orificios]. Es un saludo de bienvenida que se da a la gente de otro país. Cuando acaba el tema, y luego de una ovación, comienza a sonar «London Calling». Es el día de hoy que lo cuento y se me eriza la piel.”

Hasta ese momento, Fermin no era fanático del grupo, pero luego de ver su tremenda performance comprendió –con cabeza de estudiante de Pedagogía– que el rock podía ser también un modo de educar. “Ese fue un concierto formativo para todos nosotros”, explica. Esa noche, sin saberlo, los Clash plantaron la semilla de Kortatu, que Fermin –en voz y guitarra– fundó tres años más tarde junto a Mattin (batería) y su hermano Iñigo (bajo). El trío se transformó, junto a La Polla Records, Barricada y Eskorbuto, en uno de los principales referentes del llamado “rock radical vasco”. En aquel entonces, y durante mucho tiempo, Muguruza renegó de la etiqueta. Sin embargo, a la distancia, la recupera como un modo de ubicar temporalmente la movida estética de aquellos años. “Cada uno tenía su línea de actuación: los Cicatriz podían ser mucho más iconoclastas; Evaristo [Páramos, cantante de La Polla] era más anarco-punk; Barricada tenía, inclusive, otra línea musical. Pero nos llevábamos muy bien, porque sabíamos que estábamos todos del mismo lado de la barricada. Por otro lado, en luchas concretas, estábamos unidos: la lucha de la insumisión, la lucha a favor de los presos, la lucha contra la represión policial… eso significaba que había una unidad de acción. Cada uno imaginaba un modelo social distinto al que estábamos viviendo porque todos reprobábamos la sociedad en la que vivíamos. Y resulta que nos dábamos cuenta de que, aunque uno hablaba de anarquía y otro de comunismo, estábamos hablando de lo mismo: de la justicia social, de la libertad individual. Muchas veces, ese anarco-punk de La Polla Records se acercaba al comunismo libertario que proponíamos nosotros y viceversa. Eran debates dialécticos muy interesantes… Y la verdad es que nos quisimos todos muchísimo”, rememora.

Fermin se muestra especialmente agradecido con Evaristo y con el resto de los músicos de La Polla: “Ellos ya tenían una trayectoria cuando nosotros empezábamos, y apenas nos conocimos, nos llevaron de gira con ellos. Como éramos un trío, nos prestaron sus amplis y nos subieron a un concierto en Galicia. Con ellos también tocamos en Salamanca, en Valladolid, en prácticamente todas las partes de España. Nos llevaron como invitados a un montón de festivales y yo lo asimilé: eso de invitar bandas que me gustan y que están comenzando viene exactamente de ahí, de la idea de La Polla Records invitando a tocar a Kortatu”.

Rupturista desde lo estético, Kortatu hizo honor a la soka-tira, y ya en su segundo disco comenzaron a cantar en euskera (que había sido prohibido por Franco). “Como todos los movimientos políticoculturales, nosotros queríamos romper con la generación anterior; pero en el País Vasco se da un hecho casi único en todo el mundo: esa ruptura se convierte enseguida en ligazón, y en el continuismo de la frase «la cuerda no se para»”, sostiene Fermin. Y agrega: “Además, a pesar de que teníamos menos de 20 años, éramos conscientes de que la generación anterior no había sido para nada complaciente: había sido censurada, había sido perseguida y, fundamentalmente, había luchado por recuperar nuestra lengua”.

Muguruza se refiere a artistas de corte folk como Xabier Lete, Imanol Larzabal y Mikel Laboa que, a partir de los años 60 e influenciados tanto por los singer-songwritters norteamericanos (Bob Dylan, Joan Baez) como por la chanson francesa y el español Paco Ibañez, crearon una nueva canción vasca adaptada al contexto de esa época. “Laboa, por ejemplo, colaboró con el poeta Gabriel Aresti y tradujo a Bertold Brecht al euskera. Hacían canciones de protesta y no solo reivindicaban la cultura vasca, también la internacionalista. Un modo de seguir tirando de la cuerda fue invitarlo a cantar «Ehun Ginen», en el primer disco de Kortatu cantado íntegramente en euskera, Kolpez kolpe (1988). No hubo una ruptura, fue una continuación”, celebra.

Pero más allá de ese linaje artístico, Kortatu logró algo inédito: un grupo punk que, a mediados de los 80, tenía entre sus fans a muchos abuelos. “Hicimos un cartel muy famoso, con una foto de Evaristo con una cresta gigantesca y otra mía con el pelo casi rapado y una camisa al estilo The Clash”, recuerda Muguruza. “Decía «Kortatu La Polla» y, más allá del chiste, era para promocionarun concierto a favor de los presos políticos. Lo gracioso es que ese afiche salieron a pegarlo por las calles las madres de los presos, que tenían como 80 años. Era realmente curioso. Creo que nunca se ha visto una cosa así en otro país, ni creo que se pueda ver.”

Kortatu se despidió en 1988 con el álbum doble Azken Guda Dantza. En la contraportada de aquel disco, y después de flashear con Yo! Bum Rush the Show, Fermin luce una chaqueta con un parche de Public Enemy. “Cuando me lo puse, mucha gente no sabía qué era eso.  Yo estaba reivindicando una nueva revuelta musical, que no era el punk, sino el rap. Muchos músicos que veníamos del punk nos dimos cuenta de que había un nuevo lenguaje. Los Beastie Boys, por ejemplo, venían del hardcore y del reggae. O Fishbone, que empiezan a explorar el funk-metal rapeado. O las colaboraciones entre Aerosmith y Run D.M.C., o Anthrax y Public Enemy. Todo eso condiciona el nacimiento de Negu Gorriak. Son discos que van saliendo a la vez que lo que estoy haciendo.”

Además de descubrir a Public Enemy, en el ocaso de Kortatu, Muguruza recibió otro disco que le cambió la vida: una copia de Patchanka, del grupo francés Mano Negra, autografiado por su líder,  un tal Manu Chao. “Kortatu, en Francia, era mucho más conocido que Mano Negra. Vino a ver un concierto que dimos en el Zenith, le encantó y luego me mandó su disco autografiado. Para la época de Puta’s Fever (1989), nos conocimos y nos hicimos amigos, colegas. Y a partir de ahí, lo que vino fue una amistad muy grande, que va más allá de lo musical.”

En 1992, Negu Gorriak y Mano Negra dieron una serie de conciertos juntos y, en ese entonces, Fermin, que había leído La guerra de guerrillas que el Che Guevara publicó en Cuba en 1960, profundizó su relación con América latina y quiso las ideas de Guevara en su carrera. “Cuando leí ese libro, me resultó muy interesante, no solamente en el sentido específico del guerrillero armado, sino que me imaginaba constantemente otro tipo de aplicación a esas ideas. Porque habla de eso, precisamente: de llegar a los lugares y conocer el territorio. El Che lo primero que hacía era aprender la lengua nativa, incluso se lo inculcó a los guerrilleros cubanos que llevó al Congo. Caminar y moverse como ellos, escuchar su música, y así”, dice Fermin.

Esa metodología quedó plasmada en Brigadistak Sound System, su debut solista de 1999, pero ya había comenzado a aplicarla a comienzos de los 90, a medida que fue transformándose en un francotirador musical. En 1992, Negu Gorriak compartió con Los Fabulosos Cadillacs el cartel principal del festival Rola ‘92, donde también tocaron los brasileños Os Paralamas do Sucesso, los chicanos Horny Toad, y los ascendentes Tijuana No! y Café Tacuba, que aún no habían lanzado su primer disco. “Fueron unas dos mil personas aquella vez”, dice Fermin. “Dos años después, probablemente hubieran tenido que hacerlo en un estadio para no menos de 50 mil personas.”

Flavio Cianciarulo, bajista de Los Fabulosos Cadillacs dillacs, guarda excelentes recuerdos de aquel concierto: “Fermin salió a tocar al grito de «¡No al quinto centenario! ¡No hay nada que festejar!». Y para mí fue una imagen muy fuerte y muy hermosa, que bajó en canción al tiempo. Sí, aunque suene paradójico, un europeo me inspiró a escribir «V Centenario». Fermin es una persona maravillosa”.

Muguruza volvio a Mexico en 1994, para producir el segundo disco de Tijuana No!, Transgresores de la ley, con Manu Chao y Todos Tus Muertos como invitados. Ese álbum, junto a la trilogía Casa Babylon (Mano Negra, 1994), Dale aborigen (Todos Tus Muertos, 1994) e Ideia Zabaldu (Negu Gorriak, 1995) conforman una genuina serie de colaboraciones mutuas y, a la vez, una síntesis discográfica indispensable que resume el ala más combativa del rock latino.

Fermin Muguruza junto a Todos Tus Muertos en los 90 (Archivo RS).

“¡Agua hirviendo para el mate del Che!”, dice el hit que Fermin compuso para TTM en Buenos Aires, “Alerta guerrillas”, durante la grabación de Dale aborigen. Y es sólo una de sus muchas ligazones con la cultura latinoamericana. Fermin ya había estado en Cuba a mediados de los 80 (“era un momento todavía muy fuerte de la Revolución, y estuve en contacto con la comunidad vasca de la isla”) y en Uruguay, en donde brindó un histórico concierto junto a TTM, en Pando, una ciudad situada a 30 kilómetros de Montevideo que en 1969 había sido tomada por los Tupamaros.

Además, después de leer Las venas abiertas de América latina y la trilogía Memorias del fuego, del uruguayo Eduardo Galeano, se tatuó un símbolo azteca (el águila alada) que ilustraba la portada de uno de esos volúmenes.

Pero la experiencia definitiva llegó con el Movimiento Zapatista en Chiapas. Fermin se emociona cuando recuerda su llegada a la selva Lacandona, en un contingente que incluía a Danielle Mitterand, esposa del entonces presidente de Francia. “Estábamos llegando a La Realidad, y vimos a unos dos mil indígenas con la cara tapada, con palos en la mano, cantando «El pueblo unido jamás será vencido». Llegaban en dos columnas del monte de enfrente, pequeñitos, con mujeres y niños. Una marimba sonaba cuando llegó el subcomandante Marcos a recibirnos. Esa noche hubo una fiesta”, recuerda. Y explica el por qué de su fascinación con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional: “Estábamos llegando al año 2000 y que hubiera un movimiento tan poético como el zapatista nos influyó a todos. Nos impactó la poética del Sup, con mucho de Galeano y Benedetti, que tanto nos habían influido. El Sup, además, hizo que nos acercáramos. Y conocerlo fue muy impresionante. Encarnaba la defensa de culturas oprimidas, como la chiapateca y la zapoteca, y eso de «un mundo donde quepan muchos mundos» entroncaba perfectamente con el discurso que yo venía dando: con la defensa del euskera, con un socialismo libertario, con la idea de respetar lo asambleario”.

Tu conexión con el mundo árabe se volvió tan importante como la que tenés con Latinoamérica, ¿De dónde viene?

De Argelia. La reivindicación de una nación vasca independiente está basada en el proceso de independencia de Argelia, que finaliza en 1962. Y todos los movimientos culturales alrededor de ETA y el independentismo vasco en general, están en conexión con Argelia. De hecho, impulsados por el escritor Txillardegi –una de las cabezas pensantes del movimiento–, aplicamos el mismo sistema de recuperación de la lengua: que todo el mundo sea bilingüe. Tras cien años de ocupación francesa en Argelia, en muchos lugares se estaba perdiendo el árabe.

¿Pero cómo surgió tu conexión con Palestina?
Hace unos años estaba allí para un concierto y se produjo un atentado en Tel Aviv. Entonces, en medio de un toque de queda, nos convocan a Ramallah para proteger al presidente, Yasser Arafat, como escudos humanos. Esa imagen, del presidente acorralado en el Palacio presidencial, me recordó a Salvador Allende. Por suerte, pudimos impedir que lo mataran en ese momento. Hay gente que lucha por lo que pasa afuera pero en su país no se compromete con nada. Yo sigo siendo independentista vasco, por supuesto, pero lucho por la defensa de cualquier cultura oprimida como si fuera la mía. Por eso pienso que tenemos que tener el derecho de la autodeterminación para poder elegir, y el proceso de paz, que está estancado, debe avanzar para que no se frustre una vez más.

¿Cuánto hay de real en la propuesta de ETA con respecto a negociar su disolución?

Es real. Pero para que eso ocurra tendría que haber una agenda en la que aparezca la salida de los presos, el regreso de los refugiados, el desarme total y la salida de las Fuerzas Armadas Españolas del País Vasco. Así se disolvería la organización armada. Creo que también va a ayudar un proceso de transformación que incluye los referéndums de autodeterminación de Escocia, Nueva Caledonia y Quebec, de aquí a 2020. Es que si un país se considera democrático, debe respetar el derecho de la autodeterminación.

Ahora estamos en el Salón Real, un antiguo edificio aristocrático transformado en un reducto de conciertos de rock, en donde se celebra la fiesta de cierre del Festival de Cine Arabe. El concierto será para financiar la primera canción y videoclip latinoamericanos por Palestina. La noche anterior, mientras cenaban en una cantina de Buenos Aires, Manu le pidió a Fermin permiso para subir el flyer del concierto a su muro de Facebook. A los quince minutos, había acumulado cuatro mil “me gusta” y una avalancha de fanáticos que le preguntaban si iba a actuar allí. “Le dio un poco de fobia”, anuncia Jone, la compañera de Fermin y madre de sus dos hijos adolescentes, Irune y Unai. Fermin no está apenado. “Si yo tengo amplificación, él tiene un soundsytem universal, extra-galáctico. Y cada vez que he necesitado, Manu estuvo allí. Bueno, yo también. El es gallego por parte de padre y es vasco por parte de madre. Sus abuelos eran militantes comunistas que huyeron a Francia durante la guerra civil. Ellos murieron en París, pero pidieron que esparcieran sus cenizas en el Monte Gorbeia, que es un monte sagrado para los vascos. Así que con Manu y su madre, Felisa, fuimos hasta allí con Ikurriña [la bandera vasca], y echamos a volar las cenizas de sus abuelos vascos. Cuento esto para que entiendan que lo que tenemos es algo muy profundo: no es una amistad entre cuates.”

Hace más de una década, Fermin le criticaba a su amigo Manu su contrato con una multinacional. Eran tiempos de Clandestino, y Muguruza sostenía que Chao podría trabajar en el mundo independiente y ser igual de fuerte. Unos años más tarde, Manu se desvinculó de Virgin / EMI y Fermin lo celebra. “Me hizo caso: montó su propio sello y se maneja de manera autónoma. Ahí gané yo. Bah, ¡ganamos todos!”.

El ultimo concierto de Fermin en buenos Aires había sido a pocas cuadras de acá, en el salón de Unione e Benevolenza, y entre los invitados estuvo el guitarrista Horacio “Gamexane” Villafañe, el ex TTM que falleció hace un año. Por eso, un halo de melancolía recorre esta visita y, especialmente, esta velada: “Era el puro punk rock. Era un loco de The Clash, y como yo soy muy clashero, un verdadero clash city rocker, teníamos esa conexión desde que nos conocimos. La última vez vino con su guitarra y no tenía dónde enchufarla. No sabía la canción, la ensayamos y nos salía mal, pero cuando subió al escenario a tocar «Sarri Sarri», salió genial. Era un tipo de primera línea, de combate musical. Nosotros editamos sus discos en Europa, construimos un puente y actuamos muchas veces juntos. Recuerdo especialmente aquella vez, en el concierto por los 20 años de las Madres de Plaza de Mayo en el estadio de Ferro, cuando Hebe de Bonafini dijo «30 mil personas, las mismas que hay aquí esta noche, son las que hicieron desaparecer los milicos»”.

Fermin junto a las Madres de Plaza de Mayo (Archivo RS).

El año que viene, para celebrar sus 50 años, planea volver a la vida de músico, rearmar su banda y empezar una gira mundial en Palestina. Y, además, lanzar una novela gráfica con ilustraciones del argentino Jorge Alderete, radicado en México DF. Pero esta noche despunta el vicio y comparte escenario con Ana Sol Torroixa, Malena D’Alessio, y Félix y Pablo Molina, de Todos Tus Muertos, en formato soundsystem. “Es la oportunidad de volver a juntarme con gente que conocí hace veinte años. De alguna manera, ésta sigue siendo la detonación del artefacto explosivo que armamos con Manu cuando llegamos aquí en el 92. En ese momento me transformé en una especie de francotirador: me encontraba con ese núcleo revolucionario que me acogía en su casa, que me enseñaba la realidad de su país, para que luego yo pudiera desenvolverme. Ellos son los que también me acogen, me protegen y actúan conmigo.”

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