Conocé a Faraonika: parodia, baile y pop para escapar (pero no tanto)

La cantante y performer creó un universo para ‘Farsanta’, su primer disco, en el que hace una crítica a la superficialidad del presente, sin solemnidades

Por  Ayelen Cisneros

julio 13, 2024

“Si el disco no es conceptual, es una canasta llena de cosas random; no me interesa”, dice Faraonika.

Foto: Bruno Gentile

Faraonika va en una camilla empujada por un grupo de enfermeras. De repente, con la cara tapada, un corset y tacos altos, la muchacha rubia se despierta y asusta a todos. Cuando abre los ojos se encuentra en una clínica donde puede elegir qué versión de sí misma prefiere, mientras un enfermero distante musicaliza el momento. La escena es parte de la presentación de Farsanta (2023), el primer disco de Sara Belazaras (nombre civil de Faraonika), en el Teatro Margarita Xirgu, y da cuenta de una de las obsesiones que inspiraron el disco: la locura de las cirugías estéticas en un presente de filtros y plataformas.

La faja mentonera que llevaba puesta Faraonika parece un artefacto medieval. Se utiliza para sujetar la herida de una lipopapada o una bichectomía (una cirugía que extrae las bolsas de grasa que se encuentran en las mejillas, bajo los pómulos). Esta faja rodea la coronilla y se ata en la parte posterior de la cabeza, sólo deja afuera ojos, nariz y boca. Es difícil imaginar a una estrella del pop urbano dormir un mes con este elemento, pero parece que todas o casi todas han pasado por esta tortura, contado por ellas o deschavadas por fotos del pasado.

Para Faraonika esto es “un loco” y en Farsanta buscó parodiarlo, según cuenta unas semanas después desde un café en Barrio Norte, esta vez con su look de día, castaña y sin tacos. En “Beboteo” (2020) ya cantaba un neoperreo en línea con lo estético: “Me miro al espejo/ sé que estoy guapa/ Aun sin maquillaje sé que estoy guapa/ No necesito filtro sé que estoy guapa/ Hasta toda sudada sé que estoy guapa”. La obsesión, de hecho, se remonta aún más atrás: a los cinco años ya hablaba con una amiguita de la idea de “hacerse las tetas” porque eso era algo que hacían las mujeres “cuando son grandes”. 

A los cinco años iba a clases de baile, escuchaba mucha música por sus papás melómanos (“ponían The Carpenters, Björk, mucho jazz, Billy Idol, Bowie, The Beatles, Massive Attack, The Sugarcubes”) y también jugaba con el Cubase —el programa de producción musical— junto a su papá bajista (“pero que se dedica a otra cosa”). Un día llegó la tele a casa, pusieron MTV y ella nunca más pudo sacarse a Britney de la cabeza. Le reventó el cerebro, para bien. Al fin pudo ver a varios músicos a los que no les conocía la cara y todo comenzó a entrarle por lo visual. 

Estudió piano y baile, mientras componía “en al aire”. Durante el secundario, asegura que le hicieron “una lobotomía” con respecto a la idea de ser artista: “Se me terminó de licuar el cerebro por completo, me alejé de mis deseos reales, de mi ser, por querer sobrevivir, por la plata, y tuve que reconectarme con eso. Le pasa a un montón de gente, pero vos en el fondo sabés lo que querés hacer”. La idea de morirse de hambre era el fantasma: “Vengo de familia de artistas frustrados, de alguna manera, entre mil comillas, porque mi abuela tocaba el piano y no pudo seguir y mi mamá quería ser cantante, pero no la dejaron. No voy a flashear la misma, basta”. 

Empezó a componer con el celular y la memoria creativa musical no tardó en aparecer. En esos días de salida de la adolescencia se dio cuenta de que necesitaba una computadora, para la que juntó plata con su trabajo de moza. Buscó clases de Logic y logró dar con 0-600, el productor de Neo Pistea y otras figuras del género urbano. Además, tomó clases de escritura con la cantante y compositora Violeta Castillo, que le recomendó que no buscara inspiración sólo en el mundo propio. “Somos un imán del caos, imaginate si todo el tiempo necesitamos que nos pase algo emocionante, terminás peleado con todo el mundo, no se puede tener una pareja estable, es un bajón. Su consejo me hizo bien porque empecé a buscar una inspiración en la vida, me conectó con la vida”, recuerda.

Sus primeras canciones, a modo de juego, las subía en Soundcloud, y lo que superaba ciertos filtros propios iba a YouTube. “Si vos no publicás tus cosas, mañana nadie va a saber lo brillante que sos”, le dijo Bárbara Bianca LaVogue, artista trans, clubber, mostra fashion en el bar de Regia una noche casi sin conocerla. “Dijo eso y se fue”, explica Fara. Entonces decidió dedicarle el primer tema oficial que aparece en su YouTube, “Faraonika”, pero la artista no llegó a verlo porque murió antes. A partir de esta canción le empezaron a decir Faraonika y su proyecto adoptó este nombre artístico. Pero ella remarca que Faraonika era Bianca. 

Sus singles previos a Farsanta navegan los subgéneros del urbano: trap, pop, neoperreo, pero también podía aparecer una fusión con flamenco o una balada. Fara creía que nadie escuchaba discos y por eso no le interesaba incursionar en el álbum: “Si el disco no es conceptual, es una canasta llena de cosas random; no me interesa”.

Coghlan, el músico, productor y performer con el que hizo el tema “Crush”, le dijo que era un buen paso para su carrera, la convenció y estuvieron trabajando dos años en Farsanta, un disco de pop enrarecido, lleno de referencias urbanas, para bailar y escapar de la realidad —aunque no completamente— por un rato.

Coghlan recuerda cómo fue crear con ella: se juntaban una o dos veces a la semana y trabajaban mucho: “Fue espectacular porque nos hicimos muy amigos en el proceso y seguimos craneando, pensando cosas”. Y agrega sobre el proceso creativo: “Yo sabía que quería incorporar una cosa más de hip-hop/pop, por así decirlo, estilo dosmilero, algo distinto a lo que está sonando en la Argentina, pero también distinto para ella porque tiene unos temas hermosos de reggaetón y unos temas a los que les dice baladas, que está buenísimo que queden en una primera etapa de Faraonika. En esta segunda, la del disco, había que hacer algo mucho más enérgico, más para arriba, más popero definitivamente, pero alienígena, extraño, distinto, que es el fuerte de ella. Es una artista diferente, no se la puede encasillar, realmente tiene un poder de hacer algo alternativo dentro de este mundo, que es popero”. 

Si bien la creación de Farsanta fluyó, ella tenía un tema con las letras: no quería causar cringe, no quería que el registro quedara forzado a la hora de experimentar con las palabras. Para que fuera orgánico tuvo que pulir mucho: “Si te ponés a hablar de lo bizarro o rapeás como una loca de mierda, ahí vas escalando la montaña del cringe y cuando la atravesás sos una regia. No quería que me diera tanta inseguridad como para no poder sacarlo; tenía que ser escuchable. Fue un ejercicio mental complejo”. 

Creando el concepto de Farsanta, pensó una serie de palabras que se las comentó a su bruja, que le dijo que se correspondían con un arquetipo del estadío del héroe, el Trickster. Esta figura, presente en diferentes mitologías, representa un bufón, un pícaro, un embaucador. La farsanta iba tomando forma. Después la bruja la mandó a leer el Libro rojo de Carl Jung, para ampliar en la idea. Otro libro que la inspiró fue El fetichismo de la marginalidad de César González, sobre todo en su crítica al videoclip y a la juventud apolítica del auge del neoliberalismo. Gracias a estas lecturas su mundo se expandió: sería una farsanta, su estética iba a ridiculizar una realidad, pero lo que iba a cantar no sería denso: “A mí me gusta la música para disfrutar y bailar, pero me gusta mucho cuando en ese estar chill se mete algo y no te diste cuenta o hay alguna frase que te dejó pensando”. 

Finalmente, las clases de burlesque terminaron de darle forma al concepto. Lo cuenta en el fanzine en el que registró su proceso de búsqueda de la farsanta: “Durante el período en el que me formé no sólo aprendí a desarrollar una historia sin mover una cuerda vocal, sino también a conectar con el público con la intención de llevar de un lado al otro la risa, la calentura y cualquier emoción que se quiera generar durante el destape”. En ese mismo fanzine habla de la fantasía de la farsanta, que se ríe de las cirugías, de la superficialidad, que quiere pasarla bien con amigas, pero sin tono de superada: “Es parte de mi mitología, parte de la fantasía, una pobre humana que quiere complacer y encajar, que no se anima a mostrar su verdadero yo con miedo a salir lastimada, ocultando y contradiciéndose internamente. Es la mente capitalista luchando contra el alma dentro de una persona con miles de voces en su cabeza diciéndole cómo ser”. 

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