Adentro mío estoy bailando: klezmer, judaísmo e identidad, en un documental urgente

La premiada película de Leandro Koch y Paloma Schachmann sale a recorrer Europa del Este en busca de viejas melodías y nuevas formas de contar

Por  JULIETA BILIK

enero 31, 2024

Gentileza Prensa

La música klezmer es alegre. Cualquiera que haya ido a un casamiento judío habrá experimentado cómo, en la primera tanda de baile, el sonido estridente de sus melodías oriundas de Europa del Este hace saltar de las sillas a invitados e invitadas de todas las latitudes, religiones, edades y orientaciones políticas. Este género instrumental, con dotes tan particulares como distintivos, merece el estatus de clásico y, lo más importante, invita a una danza en ronda cual abrazo colectivo que propone mirarse, entrelazarse.

Amigable, reconocible y festivo, el klezmer está en esa galería de melodías universales que remiten a varias y ninguna época a la vez, aunque su origen étnico es judío. Esa aparente atemporalidad y falta de etiología es la que pone en discusión Adentro mío estoy bailando, película galardonada como mejor ópera prima en Berlinale 2023.

El documental de Leandro Koch y Paloma Schachmann, que también ganó el premio a Mejor Película en la Competencia Argentina del festival de Cine de Mar del Plata, trabaja sobre líneas narrativas paralelas que remiten a épocas diversas, pero encuentran su punto en común en la construcción de la identidad dentro de la comunidad. En la puja entre el deseo personal y los mandatos comunitarios, los conflictos que atraviesa al director devenido protagonista ponen en jaque el deber ser del documental como género y del estereotipo filo judío porteño profesional.

Sobre la trama podría decirse que un camarógrafo de fiestas judías —Koch— se enamora en una fiesta de casamiento de una clarinetista de música klezmer —Schachmann— y, para acercarse a ella, finge el rodaje de una película sobre el género. Eso derivará en un viaje por Europa del Este en busca de las melodías perdidas que mantienen vivas los gitanos que vivían con las comunidades judías asentadas allí antes de la guerra. Rodada en ciudades, pueblos, caminos y parajes rurales de Ucrania, Rumania y Moravia, Adentro mío estoy bailando es, en palabras de sus directores, “un documental urgente que deja constancia audiovisual de esta cultura [Idish, un judaísmo sin tierra] en vías de desaparición, a través del único elemento que aún permanece de ella: su música”.

Es que otra de las cuestiones fundamentales que plantea el documental, atravesado por mitologías y la búsqueda de rituales y costumbres en vías de extinción, es por qué parte de la cultura judía doméstica, el idioma idish y el klezmer como máximas expresiones, desaparecieron o se fueron diluyendo con la declaración del estado de Israel en mayo de 1948. A partir de esa duda la película ensaya algunas hipótesis sobre la hegemonización cultural del sionismo y su funcionalidad en la estabilidad del estado de Israel. Dilemas que hoy, más que nunca, están en discusión ya que muchos judíos alrededor del mundo arrogan no sentirse representados por las políticas del estado israelí, que, lejos de la secularización, se autoproclama como la nación judía occidental.

“Somos nietos de inmigrantes judíos. Crecimos escuchando historias de nuestros abuelos que hablaban de un judaísmo que no se parecía en nada al que nosotros conocíamos. Al principio, nos parecía que esas historias no eran más que una romantización del pasado. Pero cuando empezamos a investigar sobre la música klezmer para este documental, descubrimos que había algo más. (…)”, aportan los directores.

Un estado, para serlo, necesita lengua, cultura y ejército. Israel, tal como lo conocemos y como apunta la película, ha prescindido del idish y el klezmer alegando sus cualidades domésticas y relegando su centralidad cultural. Qué queda entonces de lo judío en el Estado de Israel (y por qué es necesario hacerse esa pregunta) es otra de las inquietudes que plantea Adentro mío estoy bailando.

Por último, y no menos importante: la película posee un poderoso valor documental que deberíamos llamar esencial: el de retratar lo que ya no existe como tal, ya que el rodaje terminó dos meses antes de que estallara el conflicto bélico en Ucrania. “Los paisajes y pueblos ucranianos eran tranquilos y austeros. (…) Sin saberlo, durante esa parte del rodaje estuvimos ante una Ucrania que estaba a punto de desaparecer y transformarse drásticamente”. Un motivo más y fundamental para verla y escucharla.

Adentro mío estoy bailando se puede ver todos los domingos de febrero y el domingo 3 de marzo, a las 18, en el Malba, de Buenos Aires.