Clase 74: 50 grandes discos que cumplen 50 años en 2024

De Invisible a David Bowie y de Sui Generis a Neil Young, medio centenar de clásicos para reescuchar y maravillas por descubrir de un gran año para los melómanos

Por  JORGE L. FERNÁNDEZ Y Y OSCAR JALIL

marzo 26, 2024

Luis Alberto Spinetta con Invisible, David Bowie en tiempos de 'Diamong Dogs' y Charly García con Sui Generis.

Getty Images

1974 no es 1967 ni 1972. No es el año en que se inventó la psicodelia, ni el glam-rock, ni el punk (aunque faltaba poco). En esos términos, 1974 es un año transicional. Sin embargo, es también un año realmente importante. La primera crisis del petróleo, el boicot de suministros de la OPEP a Europa Occidental y los Estados Unidos que arrancó el 16 de octubre de 1973, provocó una descompensación estructural cuya salida sería, en el arte, un regreso al primitivismo musical como forma de “protesta”, algo que encapsularán el punk y la new wave.

Los meses que siguieron a la primera crisis del petróleo son, entonces, los últimos vestigios del período iniciado con la psicodelia entre 1966 y 1967, antes de que el incipiente “rock de estadios”, con los inusitados éxitos de venta de Fleetwood Mac y Peter Frampton, planchara las aristas más creativas del rock clásico.

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Sintomáticos de este “fin de ciclo” son los discos de Diamond Dogs, de Bowie y Country Life, de Roxy Music, que representan sus últimas expresiones dentro del glam. En 1974 muchos artistas también alcanzan sus obras cumbres. Genesis, Brian Eno, Van Morrison, 10cc, Queen, Al Green, y una larga lista, producen LP que sobresalen por su creatividad dentro de discografías de por sí destacables. En definitiva, 1974 fue una temporada marcada por la resistencia al paso del tiempo, con varios tesoros a descubrir, como estos 50 discos notables.

1. Neil Young – On the Beach

La gira de regreso –conocida como The Doom Tour– junto a Crosby, Stills y Nash dejó cicatrices en la humanidad de Neil Young. El fin de su matrimonio con la actriz Carrie Snodgress sumó más desazón al estado depresivo que respiran las letras de On the Beach. En cambio, la música es puro esplendor folk-rock rociado por un menjunje a base de miel y cannabis de baja calidad (honey slide), combustible que inundó las sesiones de este disco inmenso. OJ

2. 10cc – Sheet Music

“Una cosa es saberlo y otra es admitirlo: somos la peor banda del mundo, pero nos importa un…”, canta Lol Creme y una guitarra se envara al grito de “afiná, afiná”. Las bromas se apilan en Sheet Music, o shit music. Curanderos, financistas y hasta veteranos del rock pasan por la picota, para terminar con la reproducción de una bomba a bordo con piano y efectos diversos. Este disco es una cumbre creativa del rock clásico. JLF

3. Brian Eno – Taking Tiger Mountain (By Strategy)

Creado bajo el dogma de las estrategias oblicuas –un mazo de cartas desarrollado por Brian Eno y el artista plástico Peter Schmidt–, el segundo disco solista del ex Roxy Music reemplazó la ansiedad por un tarot de aforismos para desbloquear ideas. Eno abandona el glam con un disco más reflexivo sin perder un ápice de su fibra mordaz. “Third Uncle” sigue brillando como una descarga de vanguardia punk antes del punk. OJ

4. Kevin Ayers – The Confessions of Dr. Dream

Todos hacían discos conceptuales y Kevin Ayers no podía ser menos. Sólo que en vez de escribir otra fábula mitológica optó por vociferar su filosofía hippie, pro Gurdjieff, del “despertar” de la anestesia social. En otras manos sería exasperante, pero Kevin triunfa imponiendo un tono ominoso que transita entre bramidos de órgano, melodías circulares, guitarras noise y un inolvidable dúo con Nico. Ayers esencial. JLF

5. Big Star – Radio City

El fracaso comercial del magnífico debut de Big Star partió el núcleo compositivo de la banda de Memphis. Chris Bell dijo adiós y Alex Chilton reafirmó su liderazgo natural. Radio City es otra enorme demostración de power-pop imbatible. Las guitarras de “September Gurls” o “You Get What You Deserve” abrieron el camino a R.E.M., The Replacements y Teenage Fanclub, entre muchos otros. La desnudez de la foto de tapa, obra del notable William Eggleston, explica mejor que nadie el destino de los estrelleros. OJ

6. Blue Öyster Cult – Secret Treaties

¿Qué es el mejor rock sino historias enigmáticas montadas en riffs sobrecargados? Añadan algo de oscuridad y tienen Secret Treaties, un clásico criminalmente ignorado. Como una mezcla de Detroit punk (Stooges, MC5) con psicodelia, las canciones sugieren una críptica conspiración en marcha (“Subhuman”, “Flaming Telepaths”) cuya única finalidad es convencerte de que los Cult eran más peligrosos que Black Sabbath. JLF

7. David Bowie – Diamond Dogs

Entre Ziggy y The Thin White Duke aparece Halloween Jack. Bowie quería despedirse del glam con un musical inspirado en 1984, pero la viuda de George Orwell se negó a ceder los derechos y el proyecto sufrió cambios. La trama está presente en “1984”, “We Are the Dead” y Big Brother”, pero es “Rebel, Rebel” la estrella de un álbum que su autor definió como su disco más difícil. “Fue un alivio que le fuera tan bien”, dijo. OJ

8. Marion Brown – Sweet Earth Flyin

Con su saxo en modo puntillista y dos monstruos de las 88 teclas (Muhal Richard Abrams y Paul Bley) alternando en piano, piano eléctrico y órgano “alterado”, el más lírico de los jazzeros free consigue uno de los mejores tapices musicales de la década. Melodías arábigas oscilan y se entrecruzan hasta un punto de saturación casi narcótico, asomando vistas musicales inéditas. Un verdadero viaje al final de la noche. JLF

9. John Cale – Fear

Tras ingresar en Island Records, en el transcurso de año y medio Cale lanzó una trilogía salvaje donde parecía renacer su linaje Velvet Underground. En “Fear Is a Man’s Best Friend”, una radiografía del vértigo doméstico y la paranoia urbana, sentencia: “Ya estamos muertos, aunque aún no enterrados”. “Buffalo Ballet” y “Ship of Fools” inclinan la balanza hacia las baladas ensoñadas. Fear mejora con el paso del tiempo. OJ

10. CAN – Soon Over Babaluma

Sin Damo Suzuki en el micrófono, Can volvió al embrión original. Primó el trabajo colectivo y el trabajo de voces se repartió, llevando la experimentación a niveles imprevisibles. Entre un cha-cha-chá que se convierte en tango (“Come Sta, la Luna”), jazz en tiempo de salsa (“Splash”) o meter un violín para jugar con la cadencia reggae (“Dizzy Dizzy”), todo puede ser reiventado por los pioneros del krautrock. OJ

11. Gene Clark – No Other

En la primera entrevista, un borracho Gene Clark casi termina a los golpes con el productor Thomas Jefferson Kaye, en su intento por devolver al ex-Byrds a los charts. Al segundo día, armisticio, y Kaye logró compaginar las ideas de Clark con musculares arreglos y espacioso mix, en canciones grandiosas que sonaban como una versión belle epoque del folk- rock. Vilipendiado en su día, hoy es un clásico de culto. JLF

12. Cymande – Promised Heights

Los miembros de Cymande integraron las primeras olas migratorias de las Indias Occidentales al Reino Unido; crecieron escuchando jazz de los cincuenta, luego ska, rock steady, y el boom afroamericano de funk y soul. De todos estos elementos, el grupo extrajo un sonido único que alcanzó la cima en este aptamente titulado tercer disco, con una densa masa de vientos y percusión que nutrirá al primigenio hip-hop. JLF

13. Miles Davis – Get Up with It

A lo largo de esa noche interminable que fueron sus frenéticos shows al comienzo de los 70, Miles hizo diversas paradas para capturar en cinta algunos de sus más excéntricos experimentos. Es decir, cosas que recién haría digeribles el paso del tiempo; como “He Loved Him Madly”, de gran influencia en el ambient de Brian Eno, o “Rated X”, un precedente del noise y el industrial. Un Miles cerebral, a cara de perro. JLF

14. Deep Purple – Burn

En los setenta, el libro de pases ardía y las grandes bandas cambiaban figuritas como la Premier League. Deep Purple incorporó a David Coverdale y Glenn Hughes en reemplazo de dos piezas clave (Ian Gillan y Roger Glover). Había diferencias, pero nadie se quejó al escuchar el tema homónimo de Burn. Ritchie Blackmore quería dos voces al frente y los graves de Coverdale combinaban perfecto con el tono chillón de Hughes. Hard-rock al ángulo y una nueva sobrevida para el tanque Purple. OJ

15. Dr. John – Desitively Bonnaroo

Primero, Dr. John le puso sonidos al vudú de Luisiana; después los destiló y los volvió irresistiblemente funky. Festivo y arty como pocos, Desitively Bonnaroo circula los poliedros rítmicos de Nueva Orleans con visión clara y la asistencia de dos leyendas del NOLA: el productor Allen Toussaint y The Meters, una de las mejores bases del mundo. Un disco para bailar bajo las estrellas en algún porche del French Quartier. JLF

16. Funkadelic – Standing on the Verge of Getting It On

¿La aplanadora del rock? Déjenle el título a un foráneo como George Clinton, que, egresado de las academias Motown, creó las emanaciones más lisérgicas hasta ensamblar a esta criatura con genes de Jimi Hendrix, James Brown, e incluso Frank Zappa. Con bizarro conceptualismo, Clinton exhuma escatología, promiscuidad y bocetos de ciencia ficción afro en otro volumen imprescindible de P-Funk. JLF

17. Genesis – The Lamb Lies Down on Broadway

Lejos de los movimientos pantagruélicos de Yes y EL&P, Genesis escribe algo más que una ópera-rock. The Lamb es una odisea urbana ambientada en Nueva York. El eje argumental gira en torno a Rael, un boricua que llega a la ciudad en busca de su hermano perdido. Peter Gabriel se despide de los disfraces y sus amigos de la infancia con una exhibición libre y despojada. La banda en plena expansión evolutiva reduce el tiempo de las canciones y la crudeza del sonido anticipa cierta urgencia proto-punk. OJ

18. Al Green – Explores Your Mind

Aunque no hay aquí un hit memorable, a excepción de “Take Me to the River” (vuelta popular por Talking Heads), Explores Your Mind sobresale por su distinguido groove urbano. Del pasional backbeat en “I’m Hooked On You” a la oportunidad de “One Nite Stand”, de la cinta de asfalto en “The City” a las evocaciones del primer amor en “School Days”, el reverendo Green te lleva por un inolvidable viaje nocturno. JLF

19. ABBA – Waterloo

El objetivo era ganar el Festival de la Canción de Eurovisión. “Waterloo”, un tremendo tema glam, logró su cometido, y el síntoma pop se expandió por toda Europa. El segundo álbum de los suecos reveló un ideario kitsch basado en melodías y ritmos adhesivos, producto del control y doble comando de Björn y Benny. La impactante pareja escénica formada por Agnetha y Anni-Frid completa un combo irresistible. OJ

20. Peter Hammill – In Camera

Moviéndose entre la banda sonora de un exorcismo y la reproducción de un ataque de pánico, el cuarto álbum solista de Peter Hammill es una de las varas más altas del rock progresivo, aunque divide aguas. Se toma o se deja, no sin antes otear las fanfarrias de melotrón en “Faint-Hearted + The Sermon”, el apocalipsis de “Gog” y la música concreta de “Magog (In Bromine Chambers)”. Un disco inmersivo y visceral. JLF

21. Harmonia – Musik Von Harmonia

Imaginen que un trío de extraterrestres encuentra un depósito de instrumentos y empieza a usarlos. Uno de los discos de krautrock más influyentes desde el auge de la IDM, el debut del supergrupo Harmonia (Moebius y Roedelius, de Cluster, Michael Rother, de Neu!) aún suena sobrenatural por su electrónico romanticismo, disperso entre los tonos galácticos de “Watussi” y la intimidad de “Housemusik”. JLF

22. Invisible – Invisible

Luego del desahogo que significó Artaud, Spinetta una vez más se desmarca hacia adelante. Junto a dos músicos experimentados, Pomo (batería) y Machi (bajo), funda un trío que esconde el power detrás de los detalles y los silencios. Intrincados cambios de ritmo, surrealismo en las letras y un cantor emocionadísimo proyectan el primer viaje de Invisible en busca de nuevos mundos. OJ

23. Bert Jansch – L.A. Turnaround

Jansch había reinventado el léxico del folk británico y entregado alguna que otra idea a Neil Young y Jimmy Page, cuando se entreveró con los músicos country Red Rhodes y (el ex-Monkees) Michael Nesmith para hacer el disco ideal de todas las mañanas. Decorando su guitarra con pedal steel y slide guitar, el escocés da un paseo transatlántico que bien define el track apertura: “Fresh As a Sweet Sunday Morning”. JLF

24. King Crimson – Red

Durante la grabación de Red, las agujas de la consola rebotaban bruscamente contra la zona roja. Robert Fripp dijo que se trataba de “un álbum de heavy metal”. King Crimson no era Black Sabbath, pero su intensidad de trío apabullante inspiró a bandas de metal progresivo como Tool y Mars Volta. Basado en la improvisación, Red resume su tiempo en la belleza y el estallido espectral de “Starless”. OJ

25. Kraftwerk – Autobahn

Los viajes entre Düseldorf, la patria chica de Kraftwerk, y el estudio del ingeniero de sonido Conny Plank, en Colonia, inspiraron la sinfonía electrónica “Autobahn”. En 22 minutos, Ralf Hüter y Florian Schneider inauguran el pop maquinal repleto de detalles experimentales, visiones escapistas y un ritmo hipnótico que aún invita a tomar la ruta. El resto del álbum es un souvenir que obliga a comprobar cómo era el futuro en 1974. OJ

26. John Lennon – Walls & Bridges

La dependencia emocional hacia Yoko es una de las claves de este álbum, pero también hay lugar para la celebración hedonista en medio del lost wekeend. Suelto e inspirado, Lennon revela miedos (“Scared”), celebra la soltería condicional (“Whatever Gets You Thru the Night”) y evoca en sueños a Los Beatles (“#9 Dream”). Pero en las baladas (“Bless You”, “Nobody Loves You (When You’re Down and Out)”) revela su corazón destrozado. OJ

27. Bob Marley & The Wailers – Natty Dread

“Una multitud hambrienta es una multitud enojada”, canta Bob Marley en “Them Belly Full (But We Hungry)”. Sin Peter Tosh ni Bunny Wailer, Marley asume el rol solista junto a una big band de la cadencia. Natty Dread es una bomba expansiva a escala global, un ensayo abierto sobre arte político, música rasta y conciencia social. También es la obra que incluye la balada reggae-blues “No Woman No Cry”, prodigio melódico que evoca los días de penurias en Trenchtown y encuentra su versión definitiva en Live! OJ

28. Joni Mitchell – Court and Spark

¿Cómo escapar de la burbuja Laurel Canyon y no morir en el intento? Un poco harta de la aristocracia hippie de Los Ángeles, Joni Mitchell experimenta con sonoridades cercanas al jazz cancionero. Más cerca de la sofisticación de Steely Dan que de la frugalidad de sus examantes folkies, Court and Spark incluye dardos como la estupenda “Free Man in Paris”, canción de amor-odio dedicada a David Geffen, mandamás del sello que editaba a la Mitchell. OJ

29. Nico – The End…

Nico cierra su trilogía espectral con un álbum tan o más desafiante que sus predecesores. Recién llegada a Island Records, con sus artistas/productores estrella, Eno y John Cale, cuidándole las espaldas, la alemana es un duende enloquecido dentro de una botella, entre sintetizadores demoníacos, pulsos de ultratumba y la más fabulosa deconstrucción del himno de The Doors. Una verdadera experiencia aural. JLF

30. Montes – Cuando brille el tiempo

Como Et nada de Miguel Abuelo y Superangel de Orion’s Beethoven, el único disco del guitarrista Jorge Montes es una de las piezas locales más buscadas del coleccionismo mundial. Y, al igual que el álbum de los hermanos Barr, Cuando brille el tiempo es una apuesta desenfrenada al rock ácido, con experimentos, inspirados vuelos y fatales caídas. La misteriosa desaparición de Montes contribuye al aura del disco. JLF

31. Van Morrison – Veedon Fleece

Morrison aparece lookeado como para salir en vivo –una rareza en él– acompañado por dos lebreles irlandeses, un pasto verde intenso y un caserón rural en la lejanía. Todo rezuma un regreso a casa. Entre citas a orilleros celtas, enmascarados, paseos medievales e invocaciones paganas, Veedon Fleece es Irlanda en estado de gracia. Es un Astral Weeks más sabio, y por lo tanto más trascendente. JLF

32. Litto Nebbia – Melopea

Mucho antes de saber qué significaba melopea, Nebbia bautizó a su quinto álbum solista con el vocablo. “Luego me enteré de que quiere decir componer”, dice desde el booklet del disco que consolidó su formación de trío con Néstor Astarita (batería) y Jorge González (contrabajo). Aún hoy sorprenden este cruce de géneros y la insistencia de Litto para vencer prejuicios. Una exacta conjunción de canciones pop (“La ventana sin cancel”) y letras detallistas de Mirtha Defilpo. OJ

33. Shuggie Otis – Inspiration Information

Hijo del legendario bluesman Johnny Otis, Shuggie creció rodeado del know-how para engendrar este maravilloso y por momentos desorientador disco. Su mezcla de soul psicodélico, funk a la Johnny Guitar Watson y pasajes futuristas con sintes y ritmos electrónicos resultó infranqueable para la época, pero el nuevo milenio vio finalmente su luz, reflejada en artistas tan diversos como J Dilla o Gang Gang Dance. JLF

34. Ann Peebles – I Can’t Stand the Rain

Una noche de 1973, en Memphis, Ann Peebles y su novio, el compositor Don Bryant, estaban por salir a un concierto cuando se largó a llover. “No soporto la lluvia”, dijo Ann, y Don regresó al piano, intercambió ideas con su novia y juntos esculpieron uno de los mayores singles de soul, el favorito de John Lennon ese año. Peebles luego rodeó el tema con oscuras historias de amor y facturó otro clásico de Hi Records. JLF

35. Queen – Queen II

Olvídense de “Bohemian Rhapsody”, este es el Queen que importa. Con un lado destinado a las canciones de Brian May (el “lado blanco”) y otro a las de Freddie Mercury (el “lado negro”), el cuarteto se despacha con fantasías bucólicas, violentos crescendos y voces multiplicadas que suenan como si Wagner hubiera renacido en el fantasma de una consola. El disco favorito de Billy Corgan y otros rockeros góticos. JLF

36. The Residents – Meet The Residents

Desde su ácida parodia a los Fab Four en la tapa, que continuará con la proclama “Por qué los Residents odian a los Beatles”, el debut del grupo sin rostro deja constancia: no hay aquí rock, baladas, folk, ni nada con lo que el oyente de 1974 pueda identificarse. En cambio lo acosan el enjambre de guitarras de “Smelly Tongues” o la Navidad negra de “Seasoned Greetings”, para una pequeña tribu que será internacional. JLF

37. Smokey Robinson – Pure Smokey

Erigido con The Miracles en uno de los compositores más influyentes de los sesenta (su “You Really Got a Hold on Me” fue grabado por Los Beatles y George Harrison titulará “Pure Smokey” a uno de sus tracks), William Robinson Jr., alias Smokey, encuentra su musa solista en este disco, entre ritmos aterciopelados y su embriagador falsete. Un tesoro del reino Motown que espera al que busca allende What’s Going On. JLF

38. Roxy Music – Country Life

Mientras trabajaba en el nuevo álbum, Bryan Ferry conoció en Portugal a dos modelos alemanas. Las chicas eran fans de la banda y aceptaron encantadas posar casi en bolas para la tapa de Country Life. La imagen fue censurada en varios países, pero la repercusión mediática fue instantánea. El art-rock de la era Eno muta hacia un pop sofisticado y pasional; Ferry elige el rol de dandi melancólico, al estilo Scott Fitzgerald. OJ

39. Todd Rundgren – Todd

Con el estudio para él solo, Todd hacía milagros. En 1973, el ex-The Nazz adquirió una sala donde podía grabar sin mirar el reloj y entregó el caleidoscópico A Wizard, A True Star. Un año después, explayó esas ideas en un disco doble que es como el White Album producido por Berry Gordy. Entre baladas souleras, experimentos y perlas de power- pop, Todd es la cumbre tardía de un rock aún bajo influjo de la psicodelia. JLF

40. Pharoah Sanders – Elevation

Acompañado de piano, contrabajo y percusión, el saxo sideman de John Coltrane registró en el Ash Grove angelino uno de los grandes últimos shows de jazz devocional. Sanders transita músicas de la India, África, y en “Elevation” toma la secuencia de “A Love Supreme” para sincretizar un sonido que es por momentos meditativo, furibundo y atronador. Días después, el Ash Grove se incendiaba y quedaba reducido a cenizas. JLF

41. Sparks – Kimono My House

Los hermanos Ron y Russell Mael dejaron su casa natal de Los Ángeles para vivir en Londres, donde debutaron con una opereta glam-rock. “This Town Ain’t Big Enough for the Both of Us” le sacaba poco más de un año de ventaja a “Bohemian Rhapsody”, y en materia de ironía iban a fondo con puro dramatismo camp. El tema fue punta de lanza de Kimono My House, álbum que Morrissey adoró de entrada. Cuando el disco cumplió 30 años, Mozz invitó a Sparks a interpretarlo completo en el Royal Albert Hall. OJ

42. Kiss – Kiss

La mayor parodia del rock nació en el barrio de Queens, bajo la influencia de New York Dolls, y algo más. Las caras pintadas fueron plagiadas a Secos y Molhados, según reveló Ney Matogrosso, cantante del grupo brasileño que en 1972 ya usaba el maquillaje como shock visual. Pero el debut homónimo es una maravilla de la industria del entretenimiento: glam-pop y hard-rock a favor de melodías flotantes, indelebles e insuperables. OJ

43. Steely Dan – Pretzel Logic

En el comienzo de “Qué se puede hacer salvo ver películas”, de La Máquina de Hacer Pájaros, el bajo cita a “Rikki Don’t Lose That Number”, nave madre de Pretzel Logic y muestra clara de la influencia que ejercieron Donald Fagen y Walter Becker en el rock argentino. Una masterclass sobre el arte de transformar la canción pop en ácidos retratos sobre perdedores y malandras, siempre en alta fidelidad y bajo el cielo inmenso del jazz y el soul. OJ

44. Richard & Linda Thompson – I Want to See the Bright Lights Tonight

“¿Tendrá un amigo para mí?”, pregunta la perdedora de “Does She Have a Friend”, frase que 20 años después parodiará el protagonista de Alta fidelidad. Y está el trabajador claudicante, la mendiga pendenciera, y el coro de descosidos circula entre instrumentos tradicionales como el krumhorn y la febril guitarra de Thompson, para redimirse en la ebriedad del track que titula a un disco tan tragicómico como la vida. JLF

45. Tom Waits – The Heart of Saturday Night

Tal vez Francis Ford Coppola escuchó The Heart of Saturday Night y decidió llamar a Tom Waits para hacerse cargo del soundtrack de One from the Heart. Seis años antes, el beatnik californiano todavía buscaba su voz. Olviden la garganta con tachuelas; en 1974 sonaba sin interferencias: un piano man de bares pobres. Basta escuchar “New Coat of Paint” para sentirse en el lugar y jugar con los círculos de humo que sobrevuelan el tugurio. OJ

46. Sui Generis – Pequeñas anécdotas sobre las instituciones

La influencia de Simon & Garfunkel marcó los primeros tiempos de Charly y Nito, pero esa etapa acústica se transformó en una banda cargada de sintetizadores y atenta a los cambios bruscos de la realidad. Pequeñas anécdotas sobre las instituciones es un documento brillante, que explica cómo operaban la censura y el terrorismo de Estado, y también es un testimonio sobre el sentido del arte en tiempos violentos. OJ

47. Bill Withers – +’Justments

Habiendo escrito maravillas sobre su abuela (“Grandma’s Hands”) y la Guerra de Vietnam (“I Can’t Write Left-Handed”), era previsible que Withers hiciera una obra maestra sobre la ruptura de su matrimonio. Su soul folk hiperrítmico halla aquí su punto más estilizado, entre la balada “The Same Love That Made Me Laugh” y “Liza”, la canción de cuna para su sobrina. El disco más emotivo de un hombre inmenso. JLF

48. Ron Wood – I’ve Got My Own Album to Do

La respuesta a una pregunta recurrente de sus amigos sirvió de título al disco debut de Ron Wood, y los mismos que lo animaban (Mick Jagger, Keith Richards, George Harrison) terminaron colaborando. Rústico y adorable, Wood logra momentos memorables, como el encuentro con Harrison para la balada “Far East Man”, mucho más jugada que la versión incluida por el ex Beatle en Dark Horses. OJ

49. Robert Wyatt – Rock Bottom

El 1° de junio de 1973 Robert Wyatt caía de la ventana de un cuarto piso, resultando en la parálisis permanente de sus piernas. Desde una silla de ruedas, las canciones de Rock Bottom, compuestas antes del accidente, tomaron otro rumbo. Los teclados mínimos y la voz, un murmullo divino, crean una obra de arte sin deuda con la autocompasión. Free jazz ambiental, melodías como sortilegios y letras intrigantes covierten al exbaterista de Soft Machine en un cantante único e inimitable. OJ

50. Aquelarre – Brumas

Se tiende a ubicar a Aquelarre como una traducción criolla del rock progresivo británico, pero en Brumas la variedad de estilos se dispara hacia otras galaxias. Aparecen el mundo Almendra (“Parte del día”), el lirismo preciosista de Del Guercio (“Aves rapaces”) y los teclados bluseados de González Neira (“Mirando adentro”). Y en “Silencio marginal”, el rock argentino estaba escribiendo su historia. OJ