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A Billie Eilish le gustaría que volvieras a conocerla

Para hacer su mejor álbum hasta ahora, la superestrella tuvo que revisitar su viejo yo y replantearse todo de nuevo

Fotografía y Dirección por AIDAN ZAMIRI

junio 4, 2024

Billie Eilish está en el fondo de una piscina, anclada por una gran pesa negra sujetada a sus hombros. Por decirlo con suavidad, no la está pasando bien. “Básicamente estuve haciendo ahogamientos simulados por seis horas seguidas”, me dice más tarde la superestrella de 22 años. “Si no sufro de alguna manera, no me siento del todo bien con lo que hago”.

Eilish lleva pantalones negros holgados debajo de unos shorts, camisa con botones, camiseta térmica de manga larga, corbata a rayas, calentadoras de brazos, diversos anillos plateados y una pulsera gótica con taches, además de esa ancla en los hombros. Se ha estado sumergiendo una y otra vez por dos minutos seguidos, aguantando la respiración, con los ojos abiertos, sin gafas de natación ni tapones nasales, mientras el fotógrafo William Drumm la retrata pasando por una puerta de madera blanca.

Estamos en un estudio en Santa Clarita, California, en una tarde fría y lluviosa de febrero. Ella está rodeada por un equipo de casi 40 personas; una estilista, su manager y los encargados del catering están junto a una mesa llena de comida y bebidas con jengibre. Hay hombres que la ayudan con una máscara de oxígeno entre las inmersiones, y uno de ellos grita “¡Tres respiraciones!” para contar regresivamente hasta el momento en que se vuelve a sumergir. Maggie Baird, la madre de Eilish, se sienta nerviosa al borde de la piscina, observando a su hija someter su cuerpo a una exigencia propia de buceadores experimentados.

¿El objetivo de todo este sufrimiento? Eilish trabaja en la portada de su tercer álbum, Hit Me Hard and Soft. “Si hay algo que me caracteriza es que soy capaz de vivir un infierno por la toma perfecta”, me dice. “Siempre he sido así, y así seguiré. Muchas de mis obras son físicamente dolorosas en muchos sentidos y eso me encanta. Dios mío, vivo para ello”.

Hace menos de 48 horas ganó el Grammy a la Canción del año por ‘What Was I Made For?’, su delicado y devastador éxito de la banda sonora de Barbie. Después de los Grammy, estuvo despierta hasta las 7:30 de la mañana siguiente, se quedó dormida hasta la una de la tarde, comió unas tostadas con aguacate y luego se tiñó el pelo completamente de negro, despidiéndose de sus raíces rojas, en preparación para la sesión de hoy.

Ha sido una época extraña para ella. ‘What Was I Made For?’ resultó ser mucho más grande de lo que esperaba, y los últimos meses fueron una confusa sucesión de entregas de premios que la dejó lista para desaparecer por un tiempo, o al menos hasta que salga el nuevo álbum. “No me dejan en paz”, me dice. “Cada segundo de cada día es Barbie, Barbie, Barbie; lo cual es genial, pero en cuanto pasen los Óscar, y pierda, me voy. Literalmente, me voy a ir”.

Pero eso no sucede: el 10 de marzo sube al escenario del Dolby Theatre para aceptar el premio a la Mejor canción original, el mismo que ganó en 2022 por ‘No Time to Die’, de la última película de James Bond, lo que la convierte en la persona más joven en la historia en ganar dos óscares. “Anoche tuve una pesadilla sobre esto”, le dijo al público. “Simplemente no pensé que ocurriría. No lo esperaba. Me siento increíblemente afortunada y honrada”.

Momentos inimaginablemente surrealistas como este le han sucedido a Eilish desde hace tiempo. A los 17 años, se convirtió en una sensación mundial con When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, el ya clásico debut de 2019 que expuso su frágil psique y sus más crudos sentimientos de inseguridad. Nos arrastró a su universo oscuro, un reino donde sus brillantes ojos azules sollozaban tinta negra mientras de su boca salían arañas y le crecían enormes alas de plumas.

Fotografía y Dirección por AIDAN ZAMIRI

Hit Me Hard and Soft nos sumerge de cabeza en ese universo, desde los más profundos nudos de la depresión hasta el agotamiento que se produce cuando todo el mundo especula con cada uno de sus movimientos. No hay arácnidos en lugares raros, pero al entrar en contacto con su lado más oscuro, finalmente se siente de nuevo ella misma. “Siento que este álbum soy yo”, dice. “No un personaje. Es como una versión más personal de WWAFA,WDWG?”; se siente como mi versión adolescente y de niña”.

Aunque 2019 fue como un torbellino, Billie de algún modo lo extraña. “Fue el mejor momento de mi vida”, afirma. “Todo este proceso fue como si estuviera volviendo a ser la chica que fui. La he estado llorando, buscándola en todas partes; es casi como si el mundo y los medios la ahogaran. Ni recuerdo cuándo se fue”.

Lo más probable es que eso haya ocurrido en 2020, en los albores del Covid. “Pasaba tanto tiempo conmigo misma que ya no podía verme de manera objetiva”, dice. “Y luego me teñí el pelo de rubio e inmediatamente dije, ‘Ya no tengo idea de quién soy’”. Grabó su segundo álbum, Happier Than Ever, en esos confusos meses de encierro. Sus canciones introspectivas y con toques de jazz obtuvieron excelentes críticas, al igual que sus glamorosos vestidos y su nuevo peinado. Pero carecía del brillo incandescente de WWAFA,WDWG? Finneas, su hermano y colaborador más cercano, recuerda esa época como difícil y confusa. “De una manera extraña, fue un poco como estar en medio de un tornado, leyendo una corta y bonita historia”, dice. “Ese disco fue un mecanismo de defensa”.

Eilish no se arrepiente de esa época. Sabe que tuvo que intentar algo fuera de su zona de confort para poder volver a ser ella misma. “En cierto modo, crecer [durante Hit Me Hard and Soft] significó revisar muchas cosas”, comenta Finneas. “Siento que este álbum tiene algunos fantasmas muy reales, y lo digo con cariño. Hay ideas en este álbum que tienen cinco años y hay un pasado ahí que me gusta mucho. Cuando Billie habla de la era de When We All Fall Asleep, Where Do We Go? se refiere a esta misma teatralidad y oscuridad. ¿Qué es lo que nadie hace tan bien como Billie? Este nuevo álbum fue una exploración de eso”.

El sumergirse nuevamente en esa oscuridad, más la experimentación con nuevos sonidos (desde un cuarteto de cuerdas hasta un brillante trance para la pista de baile), hace de Hit Me Hard and Soft el mejor álbum de Eilish hasta la fecha, donde profundiza en algunas ideas insinuadas en Happier Than Ever, ignorando las críticas.

Y ahora, después de seis horas en el agua, el disco ya tiene portada. Una vez finalizada la sesión fotográfica, Eilish se pasa 20 minutos sonándose la nariz en su tráiler. “Eran solo mocos blancos, como si mis entrañas estuvieran hechas de esa esa sustancia viscosa blanca”, me dice más tarde. Se va a la casa de sus padres y se recuesta en el sofá, dándose cuenta de que apenas puede caminar. La pesa le dejó moretones, le duele la garganta, le cuesta hablar. Intenta aliviar el dolor con un enjuague nasal, se lava el pelo dos veces, se pone una mascarilla y se lava los oídos en tres ciclos: primero con peróxido de hidrógeno, luego con alcohol y luego con agua tibia. Después come algo picante.

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“Todo el mundo me decía, ‘Deberías irte a casa y darte un buen baño’”, recuerda Eilish. “Pensé: ‘¡Ya he estado en el agua por seis putas horas!’”.  De todos modos, se da un baño, no sin antes notar algo extraño en el jardín de la casa de sus padres. “Vi una especie de guirnalda de luces, y cada luz tenía alrededor un orbe circular, un aura completa. Me sentía volada y borracha, y hacía días que no dormía. Dije, ‘Mamá, ¿estás viendo esas luces?’, y ella me respondió: ‘¿De qué diablos estás hablando?’”.

La joven se va a la cama y queda profunda por nueve horas, una cantidad de tiempo tan rara para ella que Maggie casi entra a su habitación para asegurarse de que esté bien. “Nunca había sufrido tanto después de una sesión de fotos”, recuerda Eilish. “Nunca había sentido tanto dolor en mi vida, y todo por la toma. Eso es lo que siempre se dice de un parto. Fueron como 12 horas de un dolor horrible y agonizante, y todo por la portada de un gran álbum. ¿Entiendes lo que digo?”.

***

De pequeña, el agua era lo que más miedo le daba. Tiene algunos recuerdos traumáticos: el profesor de natación cuyo método era sumergirla y esperar a que “aprendiera por su cuenta”, o el momento en que fue absorbida por las olas en una playa y un salvavidas tuvo que rescatarla. Siempre se ha animado a meterse al agua, pero durante años la sola idea de nadar hacía que su corazón se acelerara. Y ni siquiera le menciones ballenas.

“Oh, Dios mío”, comienza. “¿Cómo puede alguien simplemente aceptar que existe una ballena? Esas cosas son enormes. Los ruidos que hacen… Esa mierda me da un miedo terrible”.

Pasaron dos días desde la sesión de fotos y la lluvia apenas amainó en Los Ángeles. Estamos con Eilish en el estudio de la casa de Finneas, sentados en las sillas de color melón frente a una consola de luces azuladas. La joven agarra el teclado del escritorio de su hermano. “Nunca aprendí mecanografía, porque no soy de esa generación, y ahora me arrepiento”, afirma. “Para ser justos, mis padres tampoco me enseñaron”. En un esfuerzo por mostrarme unos videos de animales que influyeron en el álbum, abre YouTube.


“Todo este proceso fue como si estuviera volviendo a ser la chica que fui [en 2019]. La he estado llorando”.


Billie no logra encontrar el video que quiere, pero sus propias descripciones son lo suficientemente vividas: se imagina criaturas marinas luminosas y mariposas de un azul tan profundo que parece negro. Alimentado por su sinestesia, hubo un color que permaneció en su mente durante la composición del álbum: el azul. “Lo que me parece tan interesante del azul es que siempre ha sido el color que menos me gusta. Eso es estúpido porque tuve el pelo azul durante años”, comenta. “Pero ni siquiera fue a propósito, fue un accidente, alguien me puso demasiado matizante cuando tenía el pelo blanco y de repente era de un azul lavanda, lo seguí tiñendo de azul, comencé a ser conocida como la chica peli azul y lo detestaba. Intenté sacarme el color por meses. Pero en los últimos años, he llegado a la conclusión de que el azul representa quién soy en mi corazón”.

El título Hit Me Hard and Soft deriva de una conversación que tuvo con Finneas, cuando pensó erróneamente que el nombre de un sintetizador en Logic Pro se llamaba así, Hit Me Hard and Soft. “Pensé que era una síntesis perfecta de lo que provoca este álbum”, explica. “Es un pedido imposible: no te pueden golpear con fuerza y suavidad. No puedes hacer algo duro y blando al mismo tiempo. Soy una persona muy extremista y me gusta mucho cuando las cosas son muy intensas físicamente, pero también me encanta cuando las cosas son muy tiernas y dulces. Quiero dos cosas a la vez. Entonces pensé que era una muy buena manera de describirme, y me encanta que no sea posible”.

Por ahora, su cabello negro está ligeramente recogido hacia atrás, dejando al descubierto unos pendientes con diamantes incrustados en forma de signo de dólar. Está vestida completamente de negro, incluida una camiseta con una cita a menudo atribuida a Kurt Cobain: “Nadie muere virgen, la vida nos jode a todos”. Cuando Eilish gira la silla, la parte superior de su nuevo tatuaje en la espalda (líneas negras caóticas que recorren su columna) se asoma por debajo de la ropa. Más tarde, me dice que en realidad disfrutó cuando se lo hicieron. “Esa mierda me salvó en cierto modo”, dice. “Estuve todo el día sin camisa ni sostén, porque era sobre la columna vertebral, y eso me obligó a ponerme cómoda”.

A la izquierda de Eilish hay un piano Petrof. Arriba del instrumento hay una tarjeta de referencia que usó durante una participación en Saturday Night Live, en 2021, que dice “Hola, soy Billie Eilish y hoy seré la presentadora e invitada musical del programa”. También hay pilas de sintetizadores, desde un Sequential Prophet XL hasta un Memorymoog antiguo, y un estante con guitarras eléctricas y acústicas. Un gramófono Columbia en condiciones aparentemente perfectas se encuentra cerca de un sofá de terciopelo color terracota. Junto a la puerta hay una Xbox edición limitada en colaboración con Gucci. Más allá está el baño, con las paredes cubiertas por los discos de platino que grabó con su hermana.

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Finneas dice que tuvo que ponerle nombre al estudio por motivos de derechos de autor “anticuados”, y se decidió por Astronave. Le preocupa que suene “tonto y pretencioso”, pero yo le digo que me parece encantador, que hace juego con el ambiente del lugar. Hay shakers con formas de frutas, un portaincienso en forma de huevo frito (obviamente, la varilla atraviesa la yema) y varios libros: Alta fidelidad, de Nick Hornby, y In Search of Mycotopia: Fungi Fanatics, and the Untapped Potential of Mushrooms, de Doug Bierend.

Finneas se mudó de casa de sus padres en Highland Park (una casa que se hizo famosa por el documental Billie Eilish: The World’s a Little Blurry) y construyó Astronave en 2019. Uno podría pensar que vivir separados complicaría el proceso creativo de los hermanos, pero Finneas dice que la distancia en realidad mejoró la dinámica.

“En casa, siempre me preguntaba, ‘¿Deberíamos estar trabajando?’”, cuenta. “¿Debería decirle que vayamos a mi habitación a escribir una canción, en lugar de jugar un videojuego o chatear con mi novia?’. Así que estuvo bueno poner un límite. Cuando vienes acá, estés o no trabajando, sabes que para eso viniste. Y si no estamos trabajando es porque no estamos inspirados y vamos a jugar o algo”.

Shark, el pitbull gris rescatado de Eilish, se cierne detrás de ella, sacudiendo su cola rápidamente. Mañana cumplirá cuatro años y la artista planea celebrarlo con una caminata de cumpleaños. Pero por ahora está ahí, esperando que lo recoja un asistente. “Sé que tuviste el día más aburrido de tu vida”, le dice.

Shark no puede estar en la casa de Eilish en este momento debido a un accidente que ocurrió esta mañana. Billie preparó un licuado, pero la taza estalló y los fragmentos se esparcieron por tres habitaciones diferentes. Estaba particularmente orgullosa de la mezcla (fresa, arándano, piña y yogurt no lácteo) que acompañaría sus dos salchichas italianas veganas Beyond Meat (Eilish fue criada vegetariana y es vegana desde hace mucho tiempo).

Shark hace un cameo en el disco: se le puede oír respirar y haciendo tintinear su collar en un tema. Pero no es el único invitado: está el baterista Andrew Marshall y también el Attacca Quartet, al que Finneas conoció al trabajar en la música de la serie de Apple TV+ de Alfonso Cuarón, Disclaimer. Las cuerdas del cuarteto en Hit Me Hard and Soft son un elemento intenso, pero delicado (duro y suave, precisamente) que atraviesa las diez canciones.

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Finneas viene a sumarse a la charla y se sienta en el sofá junto a un almohadón arcoíris de Takashi Murakami. Están a punto de ponerme el álbum y me hacen saber que soy una de las primeras personas en escucharlo; nadie, aparte del equipo de Interscope y dos amigos de Eilish, lo ha oído. Falta una semana para la fecha límite para mezclar y masterizar, por lo que planean tomar notas. “Mientras lo disfrutas, nosotros estaremos acá sentados haciendo muecas y escribiendo lo que creemos que se podría mejorar”, bromea Finneas.

Eilish y Finneas llaman a Hit Me Hard and Soft “un álbum en toda regla”. No es un disco conceptual, pero es un conjunto conscientemente cohesivo de canciones, inspiradas en obras “de autor” de los últimos 15 años, como Viva La Vida de Coldplay, Born to Die de Lana Del Rey, Goblin, de Tyler the Creator, Electra Heart de Marina and the Diamonds, y Big Fish Theory, de Vince Staples. “Me encanta sumergirme en el universo de un disco”, dice Finneas, “cuando encuentras todo un conjunto de obras que te encanta escuchar, de principio a fin, soy mucho más feliz que cuando escucho una gran canción, y digo, ‘Wow, podría cocinar toda la cena escuchando este álbum’”.

Menciono que escuchar discos completos no es algo muy de estos tiempos; la mayoría de los chicos consumen solo canciones, una a la vez. O, como señala Finneas, ni siquiera un tema completo: “Ya ni siquiera hablamos de ‘canción’”, dice. “Ya estamos hablando de la frase del segundo verso que explotó en TikTok. Principalmente consumimos contenido vertical creado hace una hora, una persona contándote su opinión sobre algo que le pasó hace un rato”. Pero siente que escuchar música a la vieja escuela es algo que va a volver; de la misma manera que pasó con el cine el año pasado con el fenómeno “Barbenheimer”. “Todo es un contramovimiento al movimiento”, expone. “Creo que eso nos llevará a sumergirnos de nuevo en los discos. Realmente lo pienso”.

Esta también es la razón por la que Eilish no adelantó ningún sencillo de Hit Me Hard and Soft. “No me gustan los singles de los álbumes”, admite. “Cada vez que un artista que amo lanza un sencillo sin el contexto del álbum, ya soy propenso a odiarlo. Realmente no me gusta cuando las cosas están fuera de contexto. Este álbum es como una familia: no quiero que ningún bebé esté solo”.

Tan pronto como le dan play, me doy cuenta de que Eilish tiene razón. La canción de apertura, cuyo título acordé no revelar, suena como un tema hermano de ‘What Was I Made For?’. Eilish ya habló sobre cómo ella y Finneas experimentaron un grave bloqueo antes de componer la canción para Barbie, pero lo que nunca había revelado es que esta canción nació antes y fue el catalizador para ese otro hit. Tiene la misma fragilidad que ‘What Was I Made For?’, con la voz susurrada de Eilish sobre una hermosa melodía; pero la letra es aún más devastadora, cuando se aborda la idea errónea de que bajar peso significa ser feliz.

Inmediatamente después está ‘Lunch’, un giro completo, tanto en sonido como en contenido temático. Es un tema sexi con muchos bajos, en el que Eilish está enamorada de una chica con tanta intensidad que compara el sexo con ella con devorar una buena comida. Finneas recuerda haber mostrado ese tema a la gente de Interscope y ver que empezaban a removerse en sus sillas. “Lo divertido de comenzar el álbum con [el tema de apertura] es que es una promesa totalmente falsa”, dice. “Si recuerdas ‘What Was I Made For?’ y luego escuchas esta, dices, ‘Bueno, está bien. Entiendo este mundo’. Luego entra la batería [en ‘Lunch’], y realmente es como si matara al protagonista. Es como si mataran a Drew Barrymore en los primeros cinco minutos de Scream. Dirías, “No pueden matar a Drew. ¡Dios mío, mataron a Drew!’”.

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Un par de semanas después, Eilish y yo llevamos a Shark a una caminata de más de un kilómetro. En un momento, nos encontramos con una mujer mayor recogiendo su correo y luego se queda mirando el atuendo de la artista: pantalones deportivos negros estampados con huesos, una camisa de Biggie Smalls y un par de zapatillas de skate negras que son una colaboración entre Osiris y Fuck the Population. “¡Me gusta tu disfraz de Halloween!”, le dice a Eilish. La estrella del pop le agradece, riéndose incontrolablemente. “Maldita sea, eso estuvo bueno”, dice.

Incluso con un equipo de seguridad y su pitbull, la joven ha tenido experiencias aterradoras con acosadores que se le aparecieron en la casa sin previo aviso. Shark puede estar medicado contra la ansiedad, pero sabe el deber que tiene con Billie: “Solo porque esté ansioso no significa que no pueda arrancarte la cara si entras a mi casa”, comenta. Esa es la parte fea de la fama, la desventaja en la que la gente normal y no famosa rara vez piensa. Le digo a Eilish cuánto lo siento por ella, que estas cosas me hacen recordar mucho al argumento de una película de terror.

“Gracias, amiga”, dice entre risas. “Definitivamente no estaba en la descripción del trabajo. Me han pasado cosas realmente aterradoras en mi vida personal, en las que mi seguridad se vio comprometida un par de veces, y esa es una gran parte de mi vida. Es algo con lo que tengo que vivir. Pero no sé, me ha hecho resentir un poco mi vida, el no poder ni estar en tu propia casa”.

Eilish está intentando salir más. Es parte de su esfuerzo por recuperar su antiguo yo: la Billie de su primer disco, a la que cariñosamente llama “yo de 2019”. El verano pasado sufrió un ataque de depresión que describe como el “más real que he sentido”. Más tarde, me muestra una página de su diario, donde escribió dos frases en mayúsculas: “Sé que tengo suerte / Pero soy muy infeliz”.

“Se sentía mucho más real que antes”, cuenta. “En toda mi vida, nunca he sido una persona feliz. He sido una persona alegre, pero no feliz. Experimento alegría y risa, y puedo ver lo divertido de las cosas, pero soy una persona depresiva. He sufrido de mucha depresión toda mi vida. Cuando suceden cosas en mi alma, o lo que sea, siempre me he aferrado a la idea de que ‘Bueno, ya pasará. Vendrá en oleadas; empeorará y mejorará’. Y eso siempre me ha reconfortado. Y, esta vez, literalmente dije: ‘No me importa. Ni siquiera quiero que mejore’”.

Billie le da crédito a Maggie; a su padre, Patrick; a Finneas; y a Zoe Donahoe, su mejor amiga desde la infancia, por mantenerla a flote durante este tiempo. Pero una cosa era segura: tenía que salir más de casa. “Llegué a un punto decisivo”, dice. “Hubo un momento en el que pensé: ‘Dios mío, no me he divertido en siete años’. Tenía esta ilusión, porque… ¿quién experimenta ir a los Grammy con 17 años y además ganar cinco premios? Pero en la vida me di cuenta de que en realidad no había experimentado tanto. No salí durante cinco años. ¿Cómo se suponía que iba a tener alguna experiencia?”.

Decidió empezar poco a poco: el supermercado. Hace un año, entró en Lassens, una cadena de alimentos naturales en Los Ángeles, donde no había estado desde chica. Fue a Erewhon, la tienda de comida frecuentada por celebridades en Silver Lake. Vio a Turnstile en concierto. Fue a Target, CVS y algunos negocios de segunda mano. Fue a fiestas. Fue con Donahoe a comprar helado y entró en la heladería en lugar de quedarse en el coche, como solía hacer. Y la otra noche fue a una lectura de poesía (llegó tarde y no se quedó hasta el final, pero lo contamos igual).


“Este álbum es como una familia: no quiero que ningún bebé esté solo”.


“Tengo miedo”, dice. “Pero por una maldita buena razón. Tengo miedo de la gente, tengo miedo del mundo. Simplemente es aterrador para alguien como yo; e incluso si no diera miedo, significa estar expuesto y ser vulnerable, y ser visto y filmado, y lo que sea. Pero con todo eso en mente, he elegido hacer lo que más me asusta. Estoy haciendo el esfuerzo de enfrentarlo y de existir en el mundo”.

“Hemos hablado un poco sobre eso y me encanta lo que plantea”, dice su amiga Hailey Bieber. “Cuando veo a alguien como ella, o como Justin, es algo con lo que no necesariamente me identifico, porque tuve una adolescencia completamente normal. Pero hay muchas cosas normales que ellos nunca podrán experimentar. Siento que todos, especialmente las mujeres jóvenes, deberían tener la oportunidad de vivir la vida y sus altibajos sin sentir constantemente que lo están haciendo frente al mundo y que siempre alguien tiene algo que decir al respecto. Eso es lo único malo para Billie. Pero le doy mucho crédito por exponerse y por querer experimentar todo de la forma en que debe hacerlo como una mujer de 22 años”.

Billie y Finneas quedaron impactados por algo que John Mayer les dijo en 2019, cuando su nueva fama era abrumadora: “Recuerdo que dijo: ‘Aunque pareciera que siempre será así, desaparecerá, en un futuro se enfriará y la gente ya no reaccionará cuando la vea como si fuera Pie Grande’”, comenta Eilish. “Eso se me quedó grabado porque pensé, ‘No, me voy a sentir así siempre y dondequiera que vaya, la gente me mirará como si acabaran de ver un fantasma’”.

Eilish dice que la profecía de Mayer aún no se ha cumplido del todo, pero espera que el impacto de verla en público disminuya a medida que salga más. “Si lo hago bien, puedo existir”, dice. Finneas usa Trader Joe’s como ejemplo: “Si vas cuatro veces, alguien en el local dirá, ‘Dios mío, la conozco’, y se lo va a contar a los amigos. Alguno le dirá, ‘Sí, va ahí todo el tiempo’. Lo normalizas, esa es la forma correcta de hacerlo”.

“No creo que la gente entienda, y no hay manera de que la gente entienda”, dice Zoë Kravitz, amiga de Eilish. “La sensación de que todos te están mirando y luego tienes que saludar como si fueras el presidente, o fingir que no sabes que todos te están mirando, es energéticamente agotador. Muchos artistas pasan por esa etapa en la que piensan: ‘Preferiría no salir. Me veo como la mierda hoy, así que no quiero salir a caminar, aunque el día esté lindo’. Te quitan esos pequeños momentos”.

Hubo otro factor que la mantuvo encerrada: al no salir, seguía siendo un enigma. “Eso solía ser algo en lo que me esforzaba”, expresa. “Solía estar tan obsesionada con esa idea del misterio, y creo que es, cien por ciento, el motivo por el que no hice ningún amigo, porque no quería que nadie me conociera, porque quería que todos pensaran en mí como alguien misterioso y genial. Me encantaba la idea, pero luego pensé, ‘Aquí estoy, sentada sola en mi habitación, encantada con la sensación de que todo el mundo piense que soy genial, pero en realidad no estoy sacando nada de eso. No estoy disfrutando nada en mi vida, en absoluto’”.

Tuvo lo que ella describe como una crisis existencial en la fiesta de su vigésimo cumpleaños. “Miré alrededor y cada invitado era empleado mío”, cuenta. “Pensé, ‘Mierda, literalmente no tengo amigos’. No tengo gente que me vea como una igual. No tengo gente que no me tenga miedo’”. No podía identificarse con canciones que hicieran referencia a la amistad: ‘With a Little Help From My Friends’ de los Beatles, o ‘Smile’ de Lily Allen, dice que escucharlas le hacía doler el estómago.

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Por esa época, Kravitz solía invitar a Eilish a salir, pero la cantante nunca quería. Finalmente, la actriz la confrontó. “Recuerdo que me dijo, ‘¿Por qué no quieres estar un rato conmigo?’”, cuenta Eilish. “Y yo dije, ‘Porque me conocerías y eso me resulta aterrador, porque entonces ya no seré esa persona que ahora te parece genial. ¿Qué pasa si no te gusto?’. Estaba obsesionada con la idea de ser una rareza, de ser solo este personaje de Billie Eilish. De todos modos, desde entonces descarté esa idea y he estado saliendo con más personas. Si llegan a conocerme, está bien”.

“Ambas somos sagitario, así que entiendo totalmente su volatilidad porque puedo ser parecida”, dice Kravitz. “Creo que le dije que se callara y lo superara. Y hemos sido muy buenas amigas desde entonces. Y en realidad, pasa lo opuesto a lo que ella dijo: cuanto más la conozco es mucho mejor”.

***

De todas las “cosas normales” que Eilish ha estado haciendo últimamente, una se destaca: su reciente excursión al local de comida mexicana Chipotle, que documentó en Instagram con una selfie tomada junto a dos empleados. “¿No fue superlindo?”, dice. “Entré y me dijeron, ‘¿Qué haces acá?’. Y yo dije, ‘Bueno, me gusta su comida y quiero comer’. Y me dijeron, ‘Pero puedes comer cualquier cosa que quieras. Podrías tener la mejor comida del mundo. ¿No tienes a nadie [que te cocine]?’ Yo dije, ‘No, no tengo. No soy así. Y, además, el jodido Chipotle es buenísimo”.

Eilish odia la idea de que alguien tan rico como ella deba tener un chef personal. “¿No podemos hacer nada solos?”, bromea. Tiene un Porsche eléctrico, pero no tiene chofer. No va de vacaciones muy seguido (“las vacaciones son una estafa”, afirma). Y ciertamente no tiene un avión privado. Entonces, ¿qué es lo único lujoso que tiene Billie Eilish? Hace una pausa y se toma un minuto para pensar. “Lo más extraño que tengo es…”. Sus labios forman una sonrisa. “Dinero.”

La artista siempre ha sido una persona activa. Le encanta hacer ejercicio, a veces de forma obsesiva, y recientemente volvió a bailar, que era su principal salida creativa antes de lesionarse la cadera a los 13 años.

Le pregunto qué le gusta hacer para relajarse. “Sexo”, responde. “Básicamente hablo de sexo cada vez que puedo. Ese es literalmente mi tema favorito. Mi experiencia como mujer ha sido que esto suele verse de una manera muy extraña. La gente se pone incómoda cuando hablas de sexo, y se extraña cuando las mujeres se sienten cómodas con su sexualidad y son abiertas al respecto. Creo que es un tema muy mal visto y que eso debería cambiar. ¿Me preguntaste qué hago para relajarme? Hablar de sexo te puede salvar. No podría recomendarlo más, para ser sincera”.

También le gustaría hablar sobre la masturbación, según ella, otro tabú impuesto en las mujeres, y cuenta que el placer personal le ha dado más confianza. “Sonará a demasiada información, pero el placer personal es una parte enorme mi vida, y una ayuda enorme para mí”, cuenta. “La gente debería hacerlo más seguido. Como alguien con problemas corporales extremos y dismorfia, no puedo recomendarlo lo suficiente”.

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A Eilish le gusta masturbarse frente a un espejo. “En parte porque me calienta, pero también me ayuda a tener una conexión muy cruda y profunda conmigo misma y con mi cuerpo, y he ganado un amor por mi cuerpo que nunca antes había tenido”, expresa. “Tengo que decir que mirarse en el espejo y pensar ‘Me veo muy bien’ es muy útil. Puedes inventar la situación que más te guste para asegurarte de que te ves bien; una luz tenue, un atuendo específico, una posición específica que sea más favorecedora. He aprendido que verme sentir placer ha sido de gran ayuda para amarme y aceptarme, y sentirme empoderada y cómoda”. Billie quiso hablar de esto conmigo. Y ahora que lo ha dicho todo, exhala y retrocede unos centímetros hacia atrás en el sofá. “Debería tener un doctorado en masturbación”, dice.

Pasamos un largo rato hablando sobre la nueva etapa que está a punto de comenzar y cómo promocionará Hit Me Hard and Soft mientras prioriza su salud mental, privacidad y bienestar. Con todo eso en mente, me pregunto si está lista para que los periodistas la acribillen con preguntas sobre el tema del álbum, particularmente la naturaleza sexual de ‘Lunch’. “Esa canción fue parte de lo que me ayudó a convertirme en quien soy, a ser real”, dice Eilish. “Escribí una parte incluso antes de haber hecho algo con una chica, y luego escribí el resto. He estado enamorada de chicas toda mi vida, pero simplemente no lo entendía, hasta que el año pasado me di cuenta de que quería mi cara en una vagina. Nunca planeé hablar de mi sexualidad. Es realmente frustrante que haya surgido”.

Eilish se refiere a su entrevista con Variety el otoño pasado, en la que mencionó que se sentía atraída por las mujeres. La cita “Realmente me atraen” se convirtió en titular nacional. El mes siguiente, la joven asistió al evento Hitmakers de Variety en Los Ángeles, y al pasar por la alfombra roja, le preguntaron si había salido del closet intencionalmente. “No, no lo hice”, les dijo. “Pero pensé: ‘¿No era obvio?’”. Luego, Eilish publicó sobre el tema en Instagram, con una leyenda que decía: “Gracias a Variety por mi premio y por sacarme del closet en una alfombra roja a las 11 AM en lugar de hablar de cualquier otra cosa importante. Me gustan los chicos y las chicas, déjenme en paz al respecto, por favor, ¿a quién le importa?”.


“Llegué a un punto decisivo. Tuve un momento en el que pensé: ‘Dios mío, no me he divertido en siete años’”.


Admite que reaccionó de manera exagerada con esa publicación de Instagram. “¿A quién carajo le importa?”, repite. “De repente, el mundo entero decidió quién era yo y no pude decir ni controlar nada. Nadie debería ser presionado a ser una cosa u otra, y creo que hay demasiadas etiquetas. Amiga, he hablado con personas que no conocieron su sexualidad, o no se sintieron cómodas con ella, hasta los 40, 50 o 60 años. Lleva tiempo el encontrarte a ti mismo, y creo que es realmente injusto cómo Internet te intimida para que hables sobre quién y qué eres”.

En cuanto a esa cita de la alfombra roja, Eilish dice que trató de pensar en una respuesta que fuera entretenida para sus fans e Internet. “Entré en modo Billie Eilish de entrevista, y dije, ‘Oh, no me importa. Sí, diré lo que sea. ¿No era obvio?’”, cuenta. “Y luego pensé: ‘Espera, no era obvio para mí’”.

Pensando en lo que pasó, concluye una lección importante. “Sé que todo el mundo pesaba eso de mí, pero recién ahora estoy descubriendo lo que soy”, afirma. “Y, sinceramente, lo que dije fue gracioso, porque en realidad solo estaba diciendo lo que todos han estado comentando”. Agrega que le caía bien el periodista con el que estaba hablando y no quería ser grosera. Pero se sentía explotada. “Hermana, ya tengo asma”, dice. “No me dan ni un respiro”.

Si tuviera la oportunidad de devolver el tiempo, según ella, no habría respondido aquella pregunta. Pero reconoce que podría haber sido peor. “Tengo la suerte de estar en un momento en el que puedo decir algo así y las cosas me salen bien”, dice. “Pero esa no es la experiencia de mucha otra gente”.

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Dos días después de la entrevista, Eilish me llama desde su celular. Conduce ansiosa por Los Ángeles, incapaz de librarse de la sensación de que me ha contado demasiado. Se ríe cuando le digo dónde estoy (de compras con mi suegra) y quedamos en volver a encontrarnos la semana siguiente.

De vuelta en Los Ángeles, Billie me saluda en un estudio diferente. No trabaja en estudios convencionales, pero le gusta pasar el rato en ellos. Lleva una camiseta negra de la bebida Monster Energy que le llega hasta los tobillos (dice que es de Willy Chavarria, el diseñador de moda neoyorquino que cambió las reglas del juego). Me lleva a la sala de control bañada por una luz azul, donde nos sentamos en los extremos opuestos de un sofá.

LENTES Y ARETES (DESGASTADOS) POR CHROME HEARTS; ZAPATOS (DESGASTADOS) HECHOS A LA MEDIDA POR OSIRIS; PANTALONES DE OLLY SHINDER.

Eilish me agradece por hacer otra entrevista. “He compartido demasiado toda mi vida”, me dice. “Es algo compulsivo, como si tuviera que contarte cada detalle de algo. Eso era parte de quién era al comienzo, simplemente todo me importaba un carajo y decía cualquier cosa”.

También me dice que nuestras charlas fueron terapéuticas. Eran las primeras entrevistas que hacía en más de un año, además de la promoción de Barbie, y estaba más que lista para hablar sobre su nueva música. Pero también se ha visto obligada a repensar cuánto de sí misma (y de su arte) está dispuesta a ceder.

“Siento que me han apaleado hasta hacerme sentir así”, me dice Eilish. “La forma en la que el mundo me ha tratado, me ha hecho sentir extremadamente ansiosa por todo lo que digo, es agotador que cualquier cosa que diga pueda convertirse en un titular completamente sacado de contexto, y eso conlleva una paranoia constante”.

Quiere aclarar algunas cosas, sobre todo que no tiene ningún interés en ser una portavoz de la salud mental. “Pienso que es muy extraño cuando estás en medio de algo y te piden que seas el defensor de aquello en lo que estás metido”, dice. “Entiendo que es importante, y entiendo que es una epidemia y es necesario hablar de ello, pero no quiero ser el modelo a seguir de la depresión. ¿Qué pasa cuando haga algo que no les guste?”.

Si Eilish quiere ser una inspiración de algo, quiere que lo sea su compromiso con el ambientalismo. Se pronunció contra la crisis climática y promovió la sostenibilidad en su gira, asociándose con la organización sin fines de lucro de su madre, Support + Feed, cuyo objetivo es combatir el cambio climático y aumentar la seguridad alimentaria a través de un sistema de alimentación basado en plantas. “Nunca he tenido interés en ser un modelo a seguir”, afirma. “Si vas a creer que soy un modelo a seguir, piénsalo en términos de intentar salvar el medio ambiente y ser más consciente de la forma en que vives, de tu huella de carbono”.

MÁSCARA HECHA A LA MEDIDA POR STEFAN COOKE.

Billie ha decidido oficialmente hacer algunos cambios en la forma en que se presenta al mundo. “Para mí, este álbum es una forma de volver a iniciar respecto a cuánto quiero compartir”, expresa. Así que tomemos un segundo para volver a presentar a Billie Eilish, la bohemia educada en casa que capturó nuestra atención siendo apenas una adolescente. Ahora, con 22 años, es más consciente de sí misma que las personas con el doble de su edad. Le gustaría tener espacio para crecer, para descubrir exactamente quién es, sin necesidad de etiquetas. No es el modelo de nada. Y le gustaría recordar que no es ninguna conferencista de TED Talk. Entonces, ¿en qué quedamos? Eilish resume las cosas con cuatro simples palabras que señalan su deseo de vivir con normalidad y aceptación.

“Solo soy una chica”.                               

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