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La venganza de la loba

Shakira enfrentó desafíos que podrían haber derrotado a otros artistas, pero ese nunca ha sido su estilo. El camino de una superestrella de vuelta a la cima

Fotografías por MASON POOLE

junio 18, 2024

Nos dirigimos a un Dunkin’ en el Lamborghini morado de Shakira. Es una tarde seca y sin viento en Miami, y acabamos de salir de las oficinas de Sony Music, donde Shakira atendió un montón de llamadas y reuniones. Ahora le queda algo de tiempo libre antes de tener que recoger a sus hijos del colegio, así que vamos en el Lambo, sin duda el carro más llamativo que Shakira ha tenido en su vida: “No tiene nada de sutil o chic”, dice contenta. El interior está decorado de un verde neón brillante porque es el color que le gustaba a uno de sus hijos. Si va a hacer recados con ellos, utiliza su modesto Toyota Sienna; pero a menudo se desplaza en este espectáculo de vehículo, corriendo por las calles como hace ahora, con su guardia de seguridad intentando seguirle el ritmo en otro carro detrás.

Nadie recuerda de quién fue la idea de pasar por un Dunkin’, pero Shakira quería ir y conoce el camino. Cuando llegamos, sale del coche y entra, con su larga melena rubia cayéndole por los hombros y unos enormes lentes Versace cubriéndole el rostro.Cuando se dirige al mostrador, se oye un murmuro y algunos clientes se giran: ¿era posible que Shakira, la pionera colombiana de la danza del vientre y que le dio su voz inconfundible, y a menudo imitada, a algunos de los temas más queridos del pop, acabara de entrar en este Dunkin’ en particular? ¿Podría ser realmente la Shakira que apareció en casi todos los hogares estadounidenses como jueza en The Voice, como artista del medio tiempo del Super Bowl de 2020 y como ganadora del Video Vanguard Award en los VMA de 2023? ¿Está todo el mundo cantando “Shakira, Shakira” en sus cabezas en este momento?

Algunas personas la reconocieron y lo confirmaron: sí, claro, es Shakira, la superestrella e icono global, considerada por muchos la artista latina de más éxito de todos los tiempos, con 95 millones de discos vendidos en sus tres décadas de carrera, que se dispone a pedir tres donas de chocolate y un café extra caliente. La mayor parte de los comensales en Dunkin’ la admira desde lejos, con la boca ligeramente abierta, demasiado nerviosos para acercarse a saludarla.

Pero entonces, un valiente da paso al frente. Cuando Shakira está terminando su pedido, se le acerca un fisicoculturista veinteañero de ojos verdes que parece capaz de arrancar troncos de árboles con sus propias manos. El tipo no la saluda, sino que empieza a hablarle, diciéndole que trabaja en un restaurante que ella visitó hace poco. Al principio, Shakira se limita a sonreír levemente, escondida detrás de sus lentes de sol. Pero entonces él menciona a algunos dueños de restaurantes y un destello de reconocimiento aparece en su rostro. Cerca de ella, la novia del chico, que parece una influencer, levanta la vista de su teléfono y observa la interacción. 

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