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Crítica: Los ojos sin rostro (Les Yeux Sans Visage)

Se reestrena en cines Los ojos sin rostro, toda una obra maestra del horror, donde la ciencia y la obsesión se entrelazan en un perturbador relato de belleza y crueldad.

Georges Franju 

/ Pierre Brasseur, Edith Scob, Alida Valli

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Festival de cine francés

Conocida también como La cámara del horror del Doctor Fausto, esta famosa cinta de terror dirigida por Georges Franju y basada en la novela de Jean Redon, ha ganado un estatus de culto que la sitúa entre las mejores películas francesas de todos los tiempos. Estrenada en Estados Unidos en el mismo año de Psycho de Alfred Hitchcock, pero originalmente en funciones dobles junto a películas clase “B” y con un mal doblaje al inglés, la recepción inicial fue algo confusa, pero con el paso del tiempo, su estética y sus inquietantes temas han logrado un reconocimiento significativo dentro del cine de terror y más allá.

Franju describía su obra como “una fantasía poética”, y esa descripción encierra gran parte de la esencia del filme. Aunque a primera vista podría parecer una típica película de terror, en realidad es una obra mucho más rica, cargada de simbolismo y con una fuerte crítica al uso inhumano de la ciencia. En el subtexto, Franju plantea una reflexión sobre la frialdad y crueldad que puede surgir en la ciencia cuando se deshumaniza a las personas en aras del progreso. El personaje central, el cirujano Génessier (Pierre Brasseur), se convierte en el símbolo de esta obsesión científica desmedida, al llevar a cabo horrendos experimentos en un intento desesperado por restaurar el rostro de su hija desfigurada, Christiane (Edith Scob).

La aproximación estilística de Franju es austera y controlada, recordando el minimalismo de Robert Bresson, lo que le otorga a Les Yeux Sans Visage una atmósfera sobria y perturbadora. Esta contención en la dirección contrasta con la naturaleza gráfica de la trama, donde Génessier, en su obsesión, secuestra a jóvenes mujeres y les arranca el rostro en un intento por devolver la belleza a su hija. La perversidad del argumento está manejada con una frialdad clínica, haciendo que los horrores que se muestran en pantalla resulten más impactantes.

Uno de los aspectos más elogiados de la película es su estilo visual. La fotografía de Eugen Schüfftan es clave para la atmósfera del filme, con una iluminación que mezcla sombras profundas y blancos deslumbrantes, dotando a la película de una calidad casi onírica. Las imágenes de Christiane vagando por la casa con su máscara inexpresiva son algunas de las más icónicas del cine de terror, una presencia fantasmal que refuerza la sensación de tragedia y desesperación. Schüfftan crea una visión al mismo tiempo poética y perturbadora de la realidad, donde el terror y la belleza se entrelazan en cada cuadro.

Otro elemento clave es la participación de Alida Valli como Louise, la leal asistente y amante del doctor Génessier, quien realiza los secuestros de las jóvenes mujeres. Valli interpreta a Louise con una mezcla de frialdad y devoción, y su figura, siempre envuelta en un abrigo negro diseñado por Givenchy, añade una capa de glamour oscuro y macabro al filme. Esta dualidad entre la elegancia visual y el horror físico es lo que define gran parte del impacto estético de la película.

La música de Maurice Jarre también juega un papel fundamental en la creación de esta atmósfera fantasmagórica. Su partitura es a la vez inquietante, exasperante y socarrona, complementando a la perfección la narrativa visual de Franju. Las composiciones de Jarre contribuyen a generar una sensación de irrealidad, una cualidad de ensueño que persiste incluso en las escenas más macabras.

Les Yeux Sans Visage es una obra única en el cine de terror. A pesar de sus elementos gráficos, Franju la aborda con una delicadeza inesperada, creando una película que es tanto un cuento de horror como una meditación sobre la identidad, la obsesión y la belleza. 

La cinta nos solo inspiró el maravilloso sencillo Eyes Without A Face de Billy Idol. Coralie Fargeat, la directora de The Substance bebió muchísimo de ella y Pedro Almodóvar, le rindió homenaje con su película La piel que habito, que toma elementos de la trama original para construir una obra igualmente perturbadora y poética. Almodóvar captura el espíritu de Franju al mezclar lo grotesco con lo bello, lo humano con lo monstruoso, en una película que muchos consideran a la altura de la obra original.

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