Crítica de “El Guasón 2: Folie à Deux”, cantando bajo la lluvia y el caos en Ciudad Gótica

La secuela de Todd Phillips es un descontrol de criminales, emociones, cuadros musicales e ideas que no siempre el propio director logra ordenar

Por  DAVID FEAR

octubre 3, 2024

Joaquin Phoenix en Joker

Lo han llamado “Príncipe Payaso del Crimen”, lo han señalado como retador de primera clase por el título de mejor villano de Batman de todos los tiempos. Para los actores, el personaje es una excusa perfecta para darlo todo y/o exagerar al máximo. Para Joaquin Phoenix y el director Todd Phillips fue la oportunidad de jugar con décadas de mitología comiquera y convertirlo en el Bufón Solitario de Dios, una compleja amalgama de antihéroes. De todos modos, el Joker siempre fue un agente del caos. Pero lo que realmente quería hacer era cantar.

Phillips y Phoenix podrían haber hecho una secuela de Joker -que recaudó millones de dólares, ganó un Óscar y fue favorita en festivales internacionales-, que simplemente fuera una copia Xerox de la original, con más de Arthur Fleck — comediante de stand-up, celebridad de crimen, imprevisto líder de culto- desfilando con sus secuaces maquillados por las calles, causando estragos y viendo el mundo arder. Afortunadamente, optaron por un camino menos transitado. Iba a haber una secuela; era inevitable. Pero en lugar de repetir todo el cosplay de la original, la dupla continuaría con la historia de Fleck a través de un musical al estilo de MGM, con Phoenix y Lady Gaga (!) cantando standards y bailando. En algún lugar, el fantasma de Arthur Freed asentía con sabia aprobación.

Digan lo que quieran sobre El Guasón 2: Folie à Deux, pero lo cierto es que se trata de una criatura diferente y más armónica que su predecesora. Y nadie podría acusar a los realizadores de ser complacientes con los fans: la idea acá es que no está bueno elevar y emular a individuos perturbados y antisociales solo porque hayan canalizado cierta rabia incipiente. De hecho, esta secuela es exactamente lo opuesto al fan service; durante sus raros momentos de claridad, jurarías que en realidad está acusando a aquellos que acudieron al Joker en primer lugar. Ríe, y el mundo entero reirá contigo. Pero muéstrale el índice a aquellos que amaron tu “¡¡Nihilismo!!” y podrías encontrarte solo contra una multitud. Lo más parecido que esta película tiene a un mensaje es: “Hola, fanáticos. Váyanse a la mierda”.

Algunas cosas siguen igual: Philips sigue enamorado de una visión realmente oscura de Ciudad Gótica; Phoenix sigue siendo esquelético y continúa esforzándose al máximo, a veces literalmente, con un compromiso extremo (como con el Joker original, su actuación sigue siendo lo mejor de esta parábola de los ídolos falsos); todavía hay suficientes fragmentos de la mitología de Batman esparcidos por todas partes para recordarte que esto sigue teniendo lugar en ese universo. Es por eso que, dos años después de asesinar a un presentador de televisión, provocar disturbios e inspirar un movimiento masivo de chicos maquillados de blanco, Fleck cumple condena en una prisión que parece Alcatraz, pero en realidad es el Asilo Arkham. Y por qué el fiscal (interpretado por Harry Lawtey, de Industry) que quiere enviar a Arthur a la silla eléctrica por las cinco personas que mató (seis, si contás a su madre), es Harvey Dent.

Arthur está prácticamente catatónico y, en lugar de contar chistes, él mismo es el blanco de una broma gigante. A partir de su detención, se escribieron libros e hicieron películas para televisión sobre su derrotero. Fleck está encerrado mientras su abogada (Catherine Keener) intenta demostrar que tiene un trastorno de personalidad múltiple. La figura paterna sádica de un guardia (Brendan Gleeson) le ofrece a Arthur ocasional amabilidad, pero siempre le recuerda que lo que un guardia da, también puede quitarlo. La vida es una larga espera medicada. Y entonces Fleck la ve.

Ella es Lee Quinzel, y como te podrá decir cualquier experto en Batman, entusiasta de la animación subversiva y seguidor de Margot Robbie, es mejor conocida como Harley Quinn. Cuando se anunció que Lady Gaga interpretaría a la querida novia y compañera de psicosis del Sr. J. en Folie à Deux, prácticamente se podía escuchar el aplauso lento resonando por todo Estados Unidos. Es el tipo de idea conceptual brillante que va más allá de un casting. Y desde el momento de su encuentro inicial, después de que ambos se crucen miradas a través de una sala de locos llena de gente y Quinn haga la mímica de que se vuela los sesos, podés sentir que se viene algo eléctrizante: una combinación del actor de método y la cantante en un traje de carne que podría ser más que la suma de sus partes excéntricas y supertalentosas.

Gaga es un ingrediente clave de lo que Phillips quiere hacer con esta secuela, en términos de integrar números musicales a la antigua con psico-drama. Y pensarías que esas secuencias al estilo de Dennis Potter, que representan las fantasías cada vez más desquiciadas de una pareja locamente enamorada (y también, certificadamente loca), serían los puntos culminantes de esta historia de superhéroes subvertida. Sin embargo, con una notable excepción —una versión incendiaria de “Gonna Build a Mountain” de Sammy Davis Jr. — estas escenas tienen una especie de energía que succiona el oxígeno de todo lo demás. Tanto Phillips como sus actores han declarado que querían versiones menos pulidas y más crudas de estos estándares, pero los resultados finales no te ofrecen ni la emoción escapista ni las válvulas emocionales abiertas que suelen ofrecer esas canciones, incluso cuando Phoenix está bailando un vals en una sala de recreo y cantando con todo su corazón “For Once in My Life”. Toda la pretensión cae tan plana como el canto a menudo intencionadamente desafinado. Es como presenciar un musical montado por personas a  las que simplemente les gusta la idea de los musicales más que el género en sí.

Lo cual estaría bien si ese fuera el único problema con Folie à Deux. Pero las fallas de control de calidad van más allá de esos cuadros retro. Quinn está obsesionada con Arthur. Más específicamente, está obsesionada con su alter ego de Joker y se siente atraída por la idea de que esta figura carismática lidere la revolución que logre derribar el sistema. Sin embargo, él no termina de abrazar a su supervillano interior, y dado que está siendo juzgado por asesinato, Quinn lo necesita lo antes posible para incitar a las multitudes a la acción. Sin revelar demasiado, Arthur finalmente lo hace, y el resultado provoca un caos que ni él puede controlar.

Pero es un caos que la película tampoco puede manejar. Y a pesar de la tensión entre el atractivo del colapso social y lo que Folie à Deux realmente parece querer profundizar, la película nunca equilibra ambos aspectos de manera que logren sus objetivos. Un puñado de momentos centrados en Gaga se destacan: el primer beso contra un fondo en llamas, una toma en silueta contra una luna llena antes de un breve pas de deux; un paseo enamorado alejándose de una vidriera comercial rota, de donde Quinn acaba de rescatar un televisor. Sin embargo, la película tampoco sabe qué hacer con la cantante o su personaje, y es difícil no sentir que ella es un as más en la manga que esta secuela se niega a jugar. Dicho esto, Gaga hace lo que puede con el poco tiempo en pantalla que tiene.

Cuando Phoenix se queja (“no creo que le estemos dando a la gente lo que quiere”) durante una fantasía de un programa de variedades de los setenta, querés aplaudir el hecho de que Phillips y su equipo no hayan tomado el camino fácil. Podrían haber hecho un Bonnie y Clyde pintados para la guerra, con el dúo arrasando la ciudad en tándem. Podrían haber insistido en la adoración antisocial de ídolos, en lugar de sugerir que tal vez esta misma noción nos ha puesto al borde de un colapso en la vida real. Podrían habernos regalado nada más y nada menos que Joker 2: The Jokening en lugar de arriesgarse con algo un poco más desafiante, un poco menos descaradamente amigable para los fans.

Entonces se impone la pregunta: ¿Para quién es, exactamente, Joker: Folie à Deux? ¿Para pequeños monstruos antisociales? ¿Para el directorio de Warner Bros.? ¿Para gente a la que le hubiera gustado que Cantando bajo la lluvia tuviera pandillas de payasos locos? Habiendo resonado tan bien con los espectadores gracias a aquella interpretación aterradoramente intensa de Phoenix, este nuevo Joker ahora quiere incomodarlos.

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