Fabiana Cantilo: “Todo el tiempo estoy haciendo terapias porque quiero ser feliz“

Fabiana Cantilo repasa su vida de drogas, rock, discos que nadie escuchó y hits que rompieron todo, incluso a ella misma. Historia de una reconstrucción humana, conectada con el más allá

Por  ROMINA ZANELLATO

junio 12, 2024

Foto: Guido Adler / Pablo Vega

La leyenda mapuche dice que quien se sumerge en aguas del río Limay siempre va a volver. Queda unido a Neuquén para siempre. No se sabe si Fabiana Cantilo se metió a sus aguas, que nacen en el lago Nahuel Huapi, al sur de la provincia, y la recorren hasta llegar al mar. Pero ella dice que tiene una conexión con el sur, porque ahí pasan cosas. Aunque no puede decir cuáles, se intuye: un poco de brujería, de vínculo con los seres del más allá, con las estrellas, con lo que se calla pero se aprende de la naturaleza y de la gente que está desde antes. “Ahí siempre me pasan los clics”, dice.

El último fue en agosto de 2023, cuando se quedó —por primera vez— sin voz antes de un show y, mientras esperaba a un médico, encontró otra voz que la empezó a guiar en su vida. “La felicidad volvió a mí”. Lo describe como algo revelador. Fue por Instagram, y gracias a esa gurú —aunque ella no la llama así— accedió a cantidad de información de la biblioteca planetaria que le mostró su propósito en la Tierra: es una mensajera. “Teóricamente soy una semilla estelar en misión”, provoca para que agarre quien entienda.

Es difícil explicar lo que transmite, puede ser algo así: estamos en una tercera dimensión en decadencia, si seguimos así el universo se destruirá, y necesitamos ir a la quinta dimensión para sobrevivir como humanidad. Suena loca, larga una carcajada, se remueve en el sillón, se divierte. Ese pase del fango a la felicidad interdimensional se parece mucho a su propio camino, a su vida, a lo que contará en su ópera rock el 21 de este mes en su primer Luna Park

Está contenta, eufórica por momentos. Es optimista con nuestro destino como humanidad, por eso el show se llama ¡Apocalipsis No!, y empezará con “El monstruo de la laguna” (su versión de “Algo flota en la laguna” de Pescado Rabioso), en el pantano emocional de vibración baja, para ir subiendo en alegría y luminosidad hasta “Mary Poppins y el deshollinador” —“que es como estar en Narnia”—, y termina con “Delfines”, de su disco Superamor (2015). “¡Yo soy un delfín!”, grita, se levanta del sillón, vuelve a sentarse. Fabi dice que no es por lo escurridiza, frunce el ceño, lo piensa, lo descarta, pero queda ahí. “Los delfines hacen pareja para toda la vida y las familias se juntan a bailar cuando están contentas, ¡yo bailo cuando estoy contenta!”. Y señala.

Fabi presenta ¡Apocalipsis No!, su ópera rock, en el Luna Park, el 21 de este mes (foto: Guido Adler).

En su casa en Martínez, en la zona norte del conurbano bonaeremse, esa que alquila porque perdió la guita que ganó en esos momentos de ¡pum! fama, laburo y dinero, en ese living super caluroso, con una alfombra peluda gigante que señala, ladeada por un par de sillones turquesas, parece difícil pensar en el fango de su vida, pero las heridas que tiene son grandes y las abre, las muestra. “Es un caserón igual, eh”, aclara, sin que haga falta. El otro día le dijo a un medio tradicional (no de rock) que tenía que hacer dos shows por mes para bancar sus gastos, y a su mamá, una señora paqueta, le dio vergüenza. Quedó con culpa. “Se malinterpretó, yo quise mandar el siguiente mensaje: bancatelá por drogadicta, bancate lo que hiciste porque fue tu elección”.

Es dura con ella misma. Parece puro impulso: piensa, dice, se escucha, ¡grita!, reafirma al escucharse, vuelve a calmarse y continúa. No se deja nada para sí porque todo tiene que salir para transformarse. Y ahora, con 11 años y 6 meses exactos de estar limpia, nunca estuvo tan comprometida con el trabajo como con este show del Luna Park. “Bueno, sí, estuve involucrada con las Bay Biscuits, pero estábamos más fumadas”. 

Se refiere a esa primera banda de chicas en la historia del rock argentino, aunque no era solo eso, era también teatro, happening o lo que hoy se llamaría performance. En 1981 Fabi junto a Vivi Tellas, Isabel de Sebastián, Diana Nylon, entre otras, hacían intervenciones en los shows de los Redondos, de Serú Girán, entre otros. “Las Bay Biscuits fue lo máximo que alcancé, quizás comparable con esto. Pintábamos, nos hacíamos nuestros propios vestidos, el de ‘Mujeres aburridas’ con manteles de hule o el que nunca vieron, el de las marcianitas para un toque con Charly, que éramos como una especie de campanitas todas plateadas, fue increíble”. 

Como un mandala. El hilo argumental de Fabi cuando habla parece un dibujo hindú, va de un lado al otro de manera frenética pero, para sorpresa de quien la escucha, cierra siempre en el lugar donde partió, como su vida. “¿Vas a hacer una ópera rock en el Luna Park con repertorio nuevo?”. La pregunta es simple, pero despierta un vendaval.

—No, son canciones nuevas para la gente, porque nadie conoce mis canciones. Hay un montón que no conocen, las que hice con Lisandro Aristimuño (se refiere a las de Superamor), las de Información celeste (su séptimo disco, de 2002). Hay un montón puestas en determinados lugares porque tienen sentido para la historia. ¡Ya sé! ¡Pum! Voy a hacer un programa con el listado de las canciones y a qué disco pertenecen, para que vean la discografía que tengo. ¡Listo, lo voy a hacer! En el Gran Rex me arrodillé y le dije a la gente: “Por favor, no escuchen más ‘Amanece en la ruta’ porque cada vez que usted la escucha muere un panda en Japón”. Los chicos me decían no lo hagas, no lo hagas, pasa que lo puedo hacer porque tengo tanta tocada en pubs durante tanto tiempo, y ahí da para que hables cualquier cosa con la gente, en los teatros no es lo mismo, pero estaba recanchera ahí en ese escenario inmenso.

Habla de los tres teatros Gran Rex que hizo en septiembre y octubre de 2023 después del revival que vivió su carrera gracias a la serie biopic de Fito Páez, El amor después del amor, de Netflix. “Ahora también voy a estar en un escenario gigante donde va a pasar de todo, hay instalaciones con cámaras, un coso gigante desde donde voy a cantar encima, tres bailarines hombres y tres mujeres de distintos tamaños, pesos y edades, como nosotras”. 

Junto a Fito Páez, el año pasado, en uno de los tres Gran Rex con entradas agotadas que hizo luego de la biopic del rosarino (foto: Guido Adler).

Hay un disco de platino sobre la pared, hay un cuadro de una gata —Luna—, hay un televisor gigante y un altar bajo la ventana. La virgen María, un buda de la medicina, un buda de algún otro tipo, unas estampitas de unos señores, unos sahumerios, unos elefantes chiquitos de cerámica, unos mats de yoga arrollados, varias plantas y lámparas cálidas. 

—Esto en lo que vos creés ¿tiene un nombre?

—Mmm… es creer que no estamos solos. 

Fabi dice que desde los 15 años, cuando leyó ciertos libros, se dio cuenta de que había más vida de la que nos decían. Y después, eso también se resignificó para ella, cuando hace 20 años entró por primera vez a Narcóticos Anónimos (NA). “En NA te lo dicen, no estás más solo, mirá qué loco. NA es genial, muchachos, porque toda la enseñanza que tiene NA es mitad budismo, mitad [Carl] Jung en los doce pasos, y es el único lugar donde el comunismo existe. Toda esta enseñanza la estoy plasmando para el Luna Park”.

—¿Es como tu La Biblia de Vox Dei?

—¡Ay, sí!

Señala de nuevo, esta vez a las estampitas de los barbudos en su altar: son los Maestros Ascendidos.

“¿Escuchaste hablar del yo soy, no soy yo?”, me pregunta. Yo, que no sólo soy laica, también soy agnóstica, y ni siquiera confío en mi signo de Escorpio, le digo que no, pero que me explique, me interesa entenderla. “Ustedes, los otros seres humanos que me acompañan en este planeta, se van a empezar a dar cuenta porque se va a pudrir todo el sistema. Se cae, se cae todo, pero apocalipsis no habrá. Igual apocalipsis quiere decir nuevo comienzo, hay fe y esperanza, hay nuevo comienzo desde otro lugar. No va a colapsar porque esta vez estamos más informados. Los que quedan de los atlantes son los habitantes de los pueblos originarios, por eso los quieren matar, ellos ya están en la 5D, son los únicos que no tienen que hacer el paso”.

Esto de las 3D y 5D lo conoció a través de esa mujer que encontró por Instagram cuando se quedó sin voz antes de una presentación en Neuquén. Andrea Bernabé, repite su nombre como un mantra. La escuchó y algo de lo que explica la transformó por completo. Todo lo que venía acumulando de terapias alternativas durante su vida tuvo sentido: lo de los ovnis es apenas el comienzo. “Es que yo quiero ser feliz, por eso busco”, dice. Le escribió un DM a esta argentina, pero no le contestó porque, según explica Fabi, está en otra, otro level. Pero su socio sí, y se atiende con él una vez al mes.

“Antes tomaba antidepresivos, pero hice una terapia muy grosa, bioenergética”, dice Cantilo (foto: Gabriela Jerges).

“Yo sólo quiero decirles que nosotros voluntariamos para venir a este planeta. Nosotros vinimos a olvidar. La teoría —es genial, dice Fabi— de la 5D es que nos desconectaron y vinimos acá a vivir todo de nuevo, desde el homosapiens, todas las vidas que dice el budismo hasta acá, y que ahora tenemos que recordar: ¡paren todo muchachos porque la otra vez colapsó la humanidad! Y si no paramos vuelve a colapsar y nos dan de baja los ancianos de la mesa redonda que hay por ahí. Hay uno de ellos que está en Venus —no importa que parezca loca porque me encanta— y está en la novena dimensión, vino a plantar de nuevo la civilización actual con un diamante en Egipto, ¿no es maravilloso el cuento?, entonces ahí empieza todo de nuevo y a mí me da frío. Te digo esto y me da frío porque es maravilloso y nada, yo estoy en esa”.

La cuestión con los Maestros Ascendidos es que Fabi hizo una promesa ante ellos. Hacía años que iba a NA e intentaba dejar definitivamente su consumo de drogas, pero tenía recaídas que podían ser cada quince días, seis meses o un año, pero no se cortaban. Un día de 2011, un maestro prior de la Orden Templaria con el que ella habló durante años le hizo una advertencia, si seguía jodiendo la próxima vez le sacaban la protección. “Yo no soy boluda, con la protección no”, dice. Entonces hizo una promesa y su vida cambió: “No me drogo, no tomo ni una gota de vino, no como carne, no salgo más con nadie, nunca más tuve pareja, me quedé acá sola con mis gatas, nada mejor. Obviamente tengo mis bajones. Hago yoga. Tengo la vida como de una especie de sacerdotisa rara que me encanta y me pavoneo de esto, me enorgullece”.

—Desde el feminismo, y los libros que revisan la historia de las mujeres del rock y la serie de Fito, ¿cómo viviste todo ese momento y la nueva atención que tenés, reivindicativa tuya y de tu carrera?

—¡Me aman! Yo pensé que me iban a odiar, que iba a quedar como una hija de puta en la serie porque un poco lo era, no es que era mala, sólo un poco abandónica, pero un poco está eso igual. Lo que no está contado es que Fito salía con otras minas y yo lo perseguía a él.

—Vos dijiste que no eras sólo la corista y la novia de Fito, que tenías obra, pero se malinterpretó.

—Tuve que salir a aclarar, y de golpe yo decía algo en historias de Instagram y salía en los programas de chimentos. La nueva realidad de Fabi, tener más trabajo y más atención. ¡Y yo soy fóbica!

En el sillón frente a la tele es donde de verdad quiere estar todo el tiempo. Sí, disfruta hacer lo que hace, pero más le gusta no hacer nada, que nadie la conozca, estar tranquila, mirando una serie hasta las 5 de la mañana. Nadie la juzga, quién pudiera, pero hasta ella intenta tener una rutina de acostarse a la 1, ir bajando los cambios de a poco. “Si soy así limpia, imaginate lo que era”, dice, se ríe, explota. Como una Elvira de Tiny Toons —hasta el pelo incendiado es idéntico—, se levanta como un resorte del sillón, busca a sus gatas Alegría o Luz, las aprieta, las suelta, les dice cosas lindas. 

“Yo me fui de Los Twist en el momento en que estaba por explotar. Me escapo de la fama recayendo con las drogas. Después vino Detectives (1985) y ¡pum!, la fama. Volví a recaer. Me internaron. Después vino Fito y me dijo vení que te llevo a grabar esto, y ¡pum! fue “Mi enfermedad” [el hit de Algo mejor, su disco del 91], otra vez recaí. Y con la discográfica, si bien seguía haciendo discos, como Golpes al vacío (1993) y Sol en 5 (1995) —con este último repunté de nuevo— había como un ‘que esta loca no sé qué, además es mujer, es molesta, y es rebelde, así que no la contratemos más’. Y me dieron una patada en el culo”. 

La falta de control sobre su propia vida, de no detenerse a pensar qué quería para ella, es el eje de su historia. Las veces que intentó tomar las riendas y decidir en base a lo que deseaba no fue tan bien recibida: en 1998 quiso hacer un disco con Ulises Butrón en la producción, con todas canciones propias, y el resultado fue criticado por la prensa. Hoy, ese disco, es considerado uno de sus mejores.

“Me hicieron mierda porque había dos personas con las cuales no quise trabajar. Yo les dije que no quería hacer jingles y dieron la bajada de que había que hacerme mierda en los medios y nunca me perdonaron. De qué se ríen? fue un disco que no fue entendido y eso sí me dolió. Me hirió profundamente el ego, porque de verdad yo había trabajado mucho en todos mis temas. Y ahí me encontré con una suerte de periodistas comandados por [Mario] Pergolini —pero no es que él me quería hacer mal, era ese tipo de periodista de los 90 que eran como cancheros—, les agarró démosle a Fabi y les encantó el péguenle a Fabi. Además yo soy paranoica y me lo tomé para peor”. 

Después de eso ocurrió el verdadero ¡pum!, como dice ella, en su carrera. Cuando el productor de Sony (hoy, CEO) Afo Verde la convocó a hacer un disco de covers de clásicos del rock nacional, Inconsciente colectivo (2005) fue disco de platino y colocó a Fabi en el estrellato de los héroes de la música popular. La injusticia, si es que la hubiera, es que no fue con sus canciones, pero es la única mujer que ocupa ese estatus en el firmamento del rock. “Obvio, ahí recaí, estuve internada, hice un segundo disco ya muy medicada, dura, y ya no dio para más con la discográfica. En Hija del rigor (2007), yo estaba reloca y decidí mostrarme no como una mujer golpeada, sino como que me la di contra un hospital. Me divirtió mucho hacer eso y estaba bastante bien porque me sostenía, pero bastante loca también, ese disco fue maravilloso. Y recaí de nuevo”.

Parece que no tenía salida, pero la tuvo y fue en 2011, cuando hizo su undécimo disco, Ahora, que tiene en la tapa una pintura de ella saliendo del agua. “Hasta ese momento estaba ahogada”, dice. 

—¿No tomás nada?

—No, nada, fui a un iriólogo que me miró el iris y me dio todo homeopático, se acabaron los psiquiatras, ¡no lo puedo creer! porque a mí me cuesta dormir, yo quiero seguir de joda. Antes tomaba antidepresivos, pero hice una terapia muy grosa bioenergética. Todo el tiempo estoy haciendo terapias porque yo quiero ser feliz, y lo estoy logrando.

Apartir del momento en que se limpió e hizo su promesa ante esos señores que tiene como estampitas en su altar, no paró de trabajar y tener ideas. Hizo Proyecto 33, un disco en vivo, y después el muy bueno Cuna de piedra (2019). Pero eso no es todo, también filmó una película de ficción, una tragicomedia de misterio, como la describe. Compuso la música de la película, además de escribirla, que aún está inédita. La filmaron hace dos años y la protagonizan Gastón Pauls, Andrea Rincón, Claudia Puyó, Pipo Cipolatti y las hermanas Lula y Marilina Bertoldi. El director es Gabriel Grieco y todavía no tiene fecha de estreno. “Esto me pone muy ansiosa, pero él dice que hay que venderla a las plataformas. Decidí dejar de pensar y algún día saldrá”.

También escribió un libro de poesía, Desvío, que editó Sudestada. “Fue en la pandemia. Saqué un cajón con poemas que tenía desde los 18 años y empezamos a seleccionar, a hacer dibujos a mano alzada con marcador”. Pero no es todo, también va a hacer un documental musical sobre su vida, que incluirá muchas de sus travesuras con Charly García, en blanco y negro.

Fabi sabe que esta oportunidad que le dio la reivindicación de su obra por los movimientos feministas y la exposición de la serie de Fito la tiene que aprovechar, que tal vez no tenga otros instantes así de fama nuevamente. “Esta vez no me voy a revelar, pero me cuesta un huevo”. Su reacción son ataques de ira explosivos contra su equipo, abandonar los proyectos y quedarse en su casa. Pero no lo está haciendo, siente que está avanzando en la vida, aprendiendo de sus errores, controlándose.

—Esto empezó porque yo quería hacer un Luna Park desde antes, pero después dije que no.

—¿Querías ir por algo más chico?

—¡No! Es porque soy una fóbica rara. Gracias a la serie de Fito apareció un señor —el productor Eduardo Lasagna— que quería hacer un Luna Park y sucedió de nuevo que se me da el ¡pum! que tuve con Los Twist, con “Mi enfermedad”, con los discos de los covers, estos picos de fama que los tenés que aprovechar, pero como soy una fóbica los hago mierda. Esta vez me agarran con 11 años, 6 meses y no sé cuántos días limpia, pero soy fóbica, entonces dije: “Ay, el Luna Park no, el Gran Rex”. Nunca me imaginé que iban a ser tres, me salió bien la agrandada.

Los shows, con entradas agotadas, fueron muy celebrados. Funcionaron como una especie de consagración en su carrera, para ella y para los demás, y le permitieron hacer esta historia de ópera rock que estrenará en el Luna, el lugar más grande en el que tocará en su carrera. “Me siento admirada de mí misma, no puedo creer que lo esté haciendo”, repite, y se mueve en el medio. 

—Estoy siendo muy feliz con todo, o sea, estoy muy asombrada de que está todo bien.

—¿Estás disfrutando cantar?

—Estoy disfrutando la vida en general.

El final de esta historia se parece al inicio de la de Fabiana sobre el escenario: puede jugar, puede imaginar mundos, darle rienda suelta a su creatividad y convocar multitudes. Encima, en tiempos bien cercanos al apocalipsis, tiene la energía para cambiar el trazo de su ruta y ser mensajera de eso en lo que ella cree con tanta pasión: no estamos solos y la vida es más de lo que podemos percibir. ¿Quién puede negarlo?